Se trataba de hacer una protesta contra el agravio que supone para la provincia de Alicante el maltrato al que llevamos siendo sometidos en los Presupuestos Generales del Estado durante años. Pero no, en Alicante a veces innovamos hasta cuando el resultado del invento es un auténtico engendro. Y así, hemos creado nuestro personal e intransferible Frankestein reinvindicativo: “la manifestación a doble vuelta”, expresión que tiene un aire de alta competición, de eliminatoria de Copa, de choque de opuestos del que solo puede quedar uno. Parecía que el enemigo a censurar estaba en Madrid. Pero no. Estaba aquí, entre nosotros, donde siempre estuvo. El enemigo era la desconfianza. La Cámara no se fía de la CEV. El PP no se fía del PSOE. Los sindicatos no se fían de nadie. Y puede que viceversa. Justo lo contrario de lo pretendido. ¿Qué podía salir mal?

La primera vuelta ha sido discreta, seamos sinceros. Los empresarios no tienen hábito de apropiarse de la calle. No lo han hecho nunca y se nota. Pero por lo menos, incómodos y cariacontecidos, han ido a mostrar su cabreo contra el Gobierno. No sería justo ponerse a contar. Seamos magnánimos, aceptemos la inexperiencia trufada de buenas intenciones de esas que tapizan el infierno. Dejemos el asunto en que la primera vuelta fue la “cualitativa” y la segunda será la “cuantitativa”, la que puede mostrar la indignación popular (si es que tal cosa existe) en términos de gran movilización. El problema son los “abajofirmantes” políticos, que salen peor parados de este envite de lo que entraron. Si el PP aspira a ganar en la Comunidad unas elecciones, el de ayer no fue un gran día en cuanto a capacidad movilizadora se refiere. Igual es que confiaba en los compañeros de viaje, Vox y Ciudadanos, para sumarse sus asistentes. O en que esta plaza de toros no había que llenarla. De un modo u otro, se lo han puesto a huevo al adversario «de izquierdas». El PSPV, que es quien más incómodo podía estar, puede salir a ganar un partido que tenía perdido.

Y una cosa más:

Sabíamos que los nórdicos han venido toda la vida por estos pagos en busca de sol. Pero lo que no sabíamos es que no lo hacen solo en bañador, sino con plantas fotovoltaicas sobre superficies de 400 hectáreas: para que se hagan una idea si, como yo mismo, no controlan mucho las medidas, esa superficie es el equivalente a unos 645 campos de fútbol. El caso es que una empresa noruega de capital público, para más inri, había planteado hacer un agosto permanente aquí sobre un terreno que, a juicio de la Generalitat, tiene un alto valor agrícola. Por ese motivo le han denegado el permiso. Hasta ahí, todo bien. Pero hay un “pero”, que resuena como una piedra de toque: al ser una instalación de más de 50 megavatios, la última palabra la tiene el Gobierno. ¿A quién le darán la razón? ¿Al “secarral noruego” altamente ecológico que provocaría la planta o a la agricultura alicantina? Les tendremos informados.

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