Hace algunos meses, un voluntario de Conciénciate me contó una historia que me impactó profundamente. Había llamado a una persona a la que tenía que entregar un paquete de alimentos, y, a los pocos minutos de conversación –era una chica joven, que vivía sola con su niño, y que estaba desesperada porque no tenía para comer ni podía atender las necesidades de su hijo-, le dijo que estaba pensando en suicidarse. La cercanía y la atención de ese voluntario -que, además de llevarle alimentos, estuvo con ella al teléfono durante cerca de dos horas, escuchándola y animándola a seguir adelante- la hicieron recapacitar y desistir de su propósito

Pobreza extrema

Entre nosotros hay muchas personas que, como esta joven, padecen una situación de pobreza extrema. Y, como a ella, la incapacidad de atender sus necesidades básicas y las de su familia puede conducirles a la desesperación y parece arrebatarles la dignidad humana. En el Informe presentado el pasado mes de junio por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza, se recoge que un total de 13,1 millones de personas, es decir, el 27,8% de la población española, se encontraban en riesgo de pobreza en 2021, y de ellas 4 millones -un 8,3% de la población- sufrían privación material severa. España es el cuarto país de la Unión Europea con mayor número de personas en riesgo de pobreza, sólo superado por Grecia, Bulgaria y Rumania, y el tercero -en este caso por encima de Grecia- en riesgo de pobreza infantil.

Barrio de Carrús

En nuestra propia ciudad se encuentra el barrio con el nivel de renta más bajo de toda España según la Agencia Tributaria: el barrio de Carrús. Los ilicitanos tendemos a despreciar ese dato e incluso a reírnos cuando lo leemos, atribuyéndolo a que las estadísticas no contemplan la economía sumergida. Esta apreciación puede ser parcialmente cierta, pero no cabe negar que en el barrio de Carrús, como en otros barrios de Elche, muchas personas viven en verdadera pobreza. Lo acredita, por ejemplo, el número de personas que acude todos los días al Comedor Social del Parque Primero de Mayo, o el número de familias que son derivadas por los servicios sociales municipales a diversas entidades para que se les proporcionen alimentos. Y a veces tendemos a pensar que quienes se encuentran en situación de pobreza son inmigrantes: al margen de que todas las personas, sea cual sea su nacionalidad y origen étnico o geográfico, tienen derecho a un nivel de vida digno, lo cierto es que -según el informe citado- el 80% de las personas pobres son de nacionalidad española.

Comida en un comedor social Matias Segarra

Realidad de la pobreza

Pienso que es importante poner el foco en la realidad de la pobreza, y que reducir los niveles de pobreza tiene que ser uno de los principales objetivos de los poderes públicos. Como es obvio, no existen soluciones mágicas, ni las voy a desvelar yo en las breves líneas de este artículo. Sólo quisiera apuntar dos consideraciones. La primera es que la creación de empleo ha de ser el compromiso prioritario de todas las Administraciones, pues, en la medida en que haya crecimiento económico y empleo, será más fácil reducir la pobreza. Es significativo, en este sentido, que el porcentaje de personas en riesgo de pobreza se incrementa a un 58,6% entre los parados, mientras que se reduce por debajo del 18% en los ocupados y jubilados. Si bien hemos de recordar a la vez que es preciso mejorar la calidad del empleo, pues en España una tercera parte de las personas pobres están ocupadas, muy probablemente con empleos precarios y con una remuneración insuficiente para atender las necesidades personales y familiares.

Tendemos a pensar que quienes se encuentran en situación de pobreza son inmigrantes: al margen de que todas las personas, sea cual sea su nacionalidad y origen, tienen derecho a un nivel de vida digno, lo cierto es que el 80% son de nacionalidad española.

Cultura del subsidio

Por otro lado, las personas en situación de pobreza han de recibir las ayudas que precisen para tener una vida mínimamente digna. A veces se critican las ayudas sociales que otorgan los poderes públicos, aludiendo a que generan una “cultura del subsidio”, y desincentivan que las personas hagan todos los esfuerzos necesarios por encontrar una salida y obtener un puesto de trabajo. Es cierto que puede producirse este efecto, y, para evitarlo, las ayudas deben ir ligadas a compromisos reales de los beneficiarios de procurar su inserción; pero lo que en ningún caso no podemos consentir es que en nuestro país haya familias que no pueden atender sus necesidades más básicas. Y, si la pobreza se ha incrementado -en buena medida como consecuencia de la pandemia que hemos sufrido-, las dotaciones presupuestarias dedicadas a las ayudas sociales, en sus diversas modalidades (Ingreso Mínimo Vital, Renta de Inclusión, ayudas de emergencia social, etc.), deben también incrementarse.

En esto se demuestra también la grandeza de una sociedad: en ser capaces de devolver su dignidad a quienes sienten que la han perdido.

Protesta contra la ordenanza de pobreza de Alicante PILAR CORTES

Responsabilidad social

No descarguemos, sin embargo, toda la responsabilidad en los poderes públicos. Atender las necesidades de nuestro entorno es asunto de todos. Es imprescindible, en primer lugar, que las empresas sean conscientes de su responsabilidad social y recompensen a la sociedad por las oportunidades que les ha brindado. En Elche contamos con empresas modélicas en este ámbito, pero es necesario que la cultura de la responsabilidad social se extienda a todas. Y es tarea de todos contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, a remediar la pobreza; no sólo en Navidad, cuando parece que la solidaridad está de moda, sino durante todo el año. 

En esto se demuestra también la grandeza de una sociedad: en ser capaces de devolver su dignidad a quienes sienten que la han perdido.