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Joaquín Rábago

360 grados

Joaquín Rábago

La OTAN intenta frenar a Zelinsky

El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, en una visita a la zona militarizada.

¿Puede dudar alguien de que al presidente Volodímir Zelensky nada le hubiera gustado más que se culpase a Rusia del impacto de un misil en una aldea polaca próxima a la frontera ucraniana, incidente en el que murieron dos campesinos?

De hecho, Zelensky siguió responsabilizando de ese supuesto ataque al Kremlin incluso después de que desde Washington y la propia OTAN se reconociera que se trató en cambio del impacto de un misil del Ejército ucraniano.

Zelensky lleva tiempo intentando involucrar directamente en la guerra contra el agresor ruso a la Alianza Atlántica, que, en evitación de lo que podría convertirse en una peligrosa escalada, se ha limitado hasta ahora a enviar armas y proporcionar datos de inteligencia militar a Ucrania para que se defienda.

Un ataque directo a un país de la OTAN como Polonia habría activado el artículo 4 de la alianza y dado lugar a consultas inmediatas entre todos sus miembros para estudiar una posible respuesta militar conjunta al agresor en virtud de su artículo quinto.

Afortunadamente para todos no fue así, y si bien el Gobierno polaco acusó en un principio a Moscú de ese ataque, como hicieron también los países bálticos, hubo de rectificar después de que desde Washington y Bruselas se aclarara lo sucedido.

Por cierto, lo mismo hizo en Berlín en un tuit imprudente que luego tuvo que borrar la dirigente liberal y presidenta del comité de Defensa del Bundestag Marie-Agnes Strack –Zimmermann, frecuente visitante de Ucrania y con merecida fama de “halcón”.

A su vez, genio y figura, el presidente Zelensky, que hace ya tiempo que pidió en vano a la OTAN que lanzase un ataque preventivo contra Rusia, volvió a reclamar su involucración en el conflicto.

En un gesto de solidaridad con Varsovia, el Gobierno de Berlín, al que Kiev acusa de no proporcionarle los carros de combate Leopard que necesita para su defensa, ofreció ayuda a Polonia para el control aéreo de su frontera con Ucrania.

Pese a admitir que el incidente en el pueblo fronterizo polaco había sido fruto de un error del Ejército ucraniano, varios dirigentes europeos, entre ellos el canciller federal alemán, Olaf Scholz, declararon que la culpa de todo la tenía Rusia por haber invadido ilegalmente el país vecino.

Más discreto estuvo el presidente de Francia, Emmanuel Macron, que no ha querido en ningún momento romper todos los lazos con Rusia y que hizo un nuevo llamamiento a la moderación.

En cualquier caso, el futuro desarrollo de esta guerra dependerá en buena medida de la ayuda que siga prestando a Kiev el Gobierno de Washington, donde comienza a registrarse cierto cansancio con la posición de Kiev, radicalmente opuesta a negociar con Rusia mientras el presidente Vladimir Putin siga en el poder.

Así, el actual presidente del Estado Mayor conjunto, el general Mark A. Milley, afirmó en declaraciones a la CNN que los ucranianos han conseguido antes de la llegada del invierno lo que querían y que era el momento de que negociar con Moscú.

“Hay que negociar cuando uno está en una posición de fuerza y el rival está debilitado. Es posible que haya una solución política. Sólo digo que existe esa posibilidad”, afirmó Milley en lo que sólo cabe interpretar como un llamamiento indirecto a Zelensky para que abandone su intransigencia.

El problema, sin embargo, es que difícilmente va a aceptar ahora Putin nada que no sea retener no ya sólo la península de Crimea, sino también las regiones mayoritariamente rusófonas del Donbás mientras que Zelensky no puede claudicar en su exigencia de que Rusia abandone todo el territorio ilegalmente ocupado.

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