Andreu Buenafuente tiene la culpa. Está a punto de cumplirse el año en que decidió bajar el telón de Late Motiv (aunque parece un siglo). Nos acostumbró al caviar televisivo durante la hora que antecede a la medianoche durante cinco temporadas. Para cubrir su ausencia, ante la escasa calidad de la oferta televisiva actual, por descarte, nos refugiamos en la nunca decepcionante tertulia de actualidad que modera Xabier Fortes, La noche en 24 horas.

Y allí llevamos instalados cómodamente. En perfecta connivencia con los dieciséis tertulianos semanales, cuatro diarios. Si hace veinte años nos hubiesen dicho que acabaríamos viendo una tertulia política no lo habríamos creído. Pero la edad no perdona, lo que unido a la decadente oferta de tele en abierto hace que esta opción sea la más sensata para quienes gustamos de los formatos en directo.

Fortes disfruta con lo que hace, y sabe contagiar su pasión. Su programa prestigia a la televisión pública. Del mismo modo que su competidor, El cascabel, asemeja ser una parodia de sí mismo. Lo preocupante es que ambos tengan el mismo número de espectadores. Eso sí, leyendo los mensajes de texto que envían los de La noche se percibe a una legua su sagacidad y alta preparación.

A mí los políticos me decepcionaron hace mucho tiempo, si es que confié en ellos alguna vez. Creo que nuestros partidos políticos mayoritarios funcionan como empresas (de colocación) o sectas (por sectarios). Algo que desde mi independencia total me chirría. Desde siempre, lo he dicho muchas veces, sólo soy de Bach y de Sondheim. Bach por la derecha y Sondheim por la izquierda. Viendo y escuchando a Xabi Fortes por fin he redescubierto la política como juego dialéctico. Y me gusta. Hace televisión de la buena.