A mitad de los noventa del pasado siglo José luis de Vilallonga anunció públicamente que cerraba su domicilio de Madrid y se trasladaba a París. Interpelado sobre la razón para ello contestó que estaba harto de vivir en un país donde sólo se hablaba de la “pantoja”. Desgraciadamente no tengo el poderío económico que poseía el Marqués de Castellbell para hacer lo mismo durante una temporada, que me permitiera cuando menos dejar de ver y escuchar en los medios a la Sra. Ayuso. Porque harto, muy harto, también lo estoy. Si las broncas dirigidas por Cicerón hacia Catilina fueron patentadas como Catilinarias y las de Demóstenes hacia Filipo de Macedonia como Filípicas, los mensajes de afecto y cariño político de Dº Isabel hacia el presidente Sánchez bien podríamos bautizarlos como “Ayusorías, sin la oratoria de aquellos, naturalmente. Ignoro si ésta señora habrá caído en la cuenta de que cuando achaca al presidente del gobierno la intención de meter en la cárcel a la oposición y sustituir el régimen monárquico por el republicano, se pone a la altura de los independentistas a los que alude constantemente, ó sea, a cota cero. Unos ansían desesperadamente la constitución de una mesa de diálogo con el gobierno para discutir acerca de su “problema político con España” y obtener permiso para realizar un referéndum pactado sobre derecho de autodeterminación. Y la presidenta de Madrid está convencida que cualquier inquilino de la Moncloa, se apellide Sánchez, Gutiérrez ó Ramírez, puede por sí sólo ó en compañía de unos cuantos, conceder a los catalanes lo que solicitan y además sustituir al Rey por un presidente de república. Peregrina lógica.

Así las cosas cabría preguntarse si algunos políticos se manifiestan de ésta manera bien porque son unos ignorantes integrales con balcones a la calle, si lo hacen para sembrar confusión ó simplemente su despiste obedece a que ni siquiera han leído la Constitución. La misma dice en su Título Preliminar, que “la forma política del Estado es la monarquía parlamentaria” y que “se fundamenta en la “indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”. Y a partir de aquí unos y otra harían bien en acudir al diccionario de la RAE y averiguar el significado de “indisoluble” e “indivisible”. Y si lo anterior no les resultara suficiente podrían leer el artículo 168 donde se detalla con claridad solar, que la Constitución se puede cambiar, en parte ó en todo si queremos, faltaría más, pero añade un detalle a tener en cuenta, que para todo lo que atañe al Título Preliminar, como es el caso, es necesario un proceso prolijo de retar aquí, con mayorías cualificadas de dos tercios, disolución de Cortes y constitución de otras,etc, terminando con un referéndum votado por todos los españoles. Y pese a todos éstos inexcusables trámites la Sra Ayuso insiste en hacernos creer que Pedro Sánchez, cualquier día de éstos, nos convierte en un estado republicano. Película de terror.

De todas maneras algo ha cambiado. La Sra Ayuso y algunos que la rodean nos tenían acostumbrados a comparar el gobierno de España con la Venezuela de Maduro. Algunos kilómetros ha recorrido hacia el norte y ahora lo hace con la Nicaragua de Ortega. Si sigue caminando puede que llegue a los Estados Unidos de Tramp y nos compare con ellos. Y ésto ya no me gustaría un pelo, porque si bien todavía somos algo inferiores militarmente, lo cierto es que nosotros conocemos el resultado de unas elecciones generales a las cuatro horas de cerrar los colegios electorales y allí tardan tres ó cuatros semanas mínimo. Y como algunos no estén de acuerdo con el recuento te invaden el capitolio y se quedan tan orondos. No señor, por esa comparación no paso..

Y en cuanto al gobierno nacional se refiere confío en que el presidente le diga de una vez al independentismo catalán que deje de presionar y solicite la modificación de la Constitución, si son capaces de lograr la aquiescencia de los 233 diputados requeridos. Pues de tanto marear la perdiz, los que empezamos a estar mareados somos los ciudadanos que además corremos con el gasto del sistema. Y que lean la Constitución de una vez, coño.