¿Sabemos quién fue César Vallejo? En el mundo en el que vivimos, con la sensación de inmediatez y de paso del tiempo, no siempre es fácil encontrar personas que sepan valorar figuras de escritores tan sólidas como la del poeta peruano. El jueves pasado, en la Casa Bardín del Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, tuvimos la suerte de tener una visión amplia y académica del autor, entre otras obras, de Trilce (1922), una edición de la cual se cumple un centenario. Supe de su existencia hace ya más de dos décadas de un profesor clave en mi aprendizaje del latín, el escritor e intelectual alcoyano Francesc Bernàcer, también amigo del escritor que da nombre al instituto que organizó la mesa redonda. Él mismo me hizo entender la valía de las palabras de Vallejo sobre su obra, tan sinceras, como las siguientes: “el libro ha nacido en el mayor vacío. Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su estética”. Porque Trilce nació para ser único, para ser considerada en el tiempo como el mejor ejemplo de la vanguardia de las letras hispanoamericanas y, por su carácter universal, de todas nuestras literaturas.

Con las explicaciones de Carmen Alemany, Eva Valero y Adriana Bermejo, entendí la valentía de Vallejo. Las personas asistentes entendimos la complementariedad de los verbos utilizados en el título de la mesa redonda; conocer y comprender son dos verbos de aquellos que me gustan denominar “consecutivos”. El uno lleva al otro, el segundo no se entiende sin el primero. En el proceso literario, como lector, primero hay que conocer el autor y su obra, después comprenderlo, saborearlo, entender los motivos que lo llevaron a versos tan íntimos y sinceros como “la amistad es uno de los regalos de la vida, / y en ti encuentro una de las buenas. / Nos une el nexo que hemos compartido / durante los años desde que nos conocimos.”. Si con mi maestro Bernàcer conocí el poemario, con las digresiones del acto comprendí sus valores.

Siempre he defendido la importancia de los actos literarios de divulgación donde se amplían los conocimientos sobre los autores tratados. El rigor y el excelente discurso de las tres participantes sedujo a los asistentes, nos hizo ampliar la organización del mundo poético del escritor. Trilce es una muestra impresionante de cómo la solidaridad y el amor pueden convivir con la temática de la muere, a través de una combinación de versos de hechura tradicional y muestras del mejor experimentalismo lingüístico. Así, Valero nos recordó el comentario de Marco Martos, presidente actual de la Academia Peruana de la Lengua: “la dificultad de “Trilce” no radica en su vocabulario de amplio registro que amalgama expresiones cultivadas contemporáneas, con arcaísmos de prosapia castellana y con abundantes expresiones cotidianas del léxico familiar, está en el romper puentes con lo esperado”. Una estrategia meditada de, sin huir de la tradición literaria que le precede, transgredir, hacer crecer un poco más la ductilidad y la expresividad de su idioma. Un equilibrio difícil de conseguir que, en otras ocasiones y en otras literaturas, no siempre es conseguido por otros autores que lo han intentado.

Pero volvamos a los conceptos de “conocer” y “comprender”. Decía el filósofo Friedrich Nietzsche que “sólo comprendemos aquellas preguntas que podemos responder”, o sea, que comprendemos únicamente los interrogantes de lo que sabemos. Este es el legado de Vallejo, su trascendencia en el momento actual: su lúcida reflexión sobre el mundo que vivió y que pervive tras su obra. Como explicaba el poeta peruano Eduardo Chirinos, el autor de “Trilce” expresó mejor que nadie lo que significa proponerse hacer hablar al dolor en vez de hablar del dolor. Una experiencia vital llena de pasión y de sufrimiento que nos hace entender/comprender la importancia de la literatura para explicar la complejidad de la sociedad humana. Con el diálogo establecido entre las tres investigadoras, pudimos conseguir responder alguna de las cuestiones que su poesía nos provoca y entender la universalidad de su obra y su trascendencia más allá de su época. Una visión poliédrica que nos conmovió y que sirvió como justo reconocimiento del centenario de una obra clave para la historia de la literatura. Un regalo para los sentidos y para los que creemos en el papel fundamental de la lectura para crecer y entender nuestro entorno.