Atrás queda ‘La Entrada’ (1922), de Quintín Esquembre. Creada por y para la entrada de Villena. Aunque demasiados lo ignoren y la crean torera. Desde que el maestro Manuel Carrascosa (durante sus 40 años de director de la banda municipal) apuntalara las bases de un estilo propio y genuino, con un catálogo extensísimo de composiciones, la música festera de Villena tiene marca propia. Tanto es así, que a estas alturas no sabemos si los 12.000 festeros de Villena desfilan con ese aire tan particular por la música que los acompaña, o es al revés: ha sido la música la que se ha tenido que adaptar a esa forma de desfilar tan genuina. Nos inclinamos por lo segundo.

Gaspar Ángel Tortosa Urrea (autor de memorables pasodobles para las comparsas de Maseros, Andaluces y Estudiantes) o Francis J. (prolífico y reconocible como pocos) han sabido reinventar la música local.

De unas fiestas, recordémoslo, en la que todos los festeros son iguales (no existe la figura del Capitán al que se rinde pleitesía); donde no hay rotación en los desfiles (siempre se sigue el mismo orden), y se desfila en bloque; donde no tiene lugar el concepto de Trilogía (duran cinco jornadas). Fiestas, en suma, en las que se han mirado las poblaciones del Vinalopó, frente a las alcoyanas, que han servido de espejo a las poblaciones de la Montaña.

Sin embargo, sobre la música festera villenense se cierne un opaco nubarrón: nadie programa sus piezas; no se publican estudios sobre ella. La música festera de Villena no existe fuera de la ciudad.

El domingo 27 de noviembre, en el ADDA, la Agrupació Musical Clau de Fa de Calp ofrecerá un concierto de música de moros y cristianos de cinco autores imprescindibles. Ninguno de Villena. La larga espera continúa.