La perspectiva caballera es un sistema de representación que utiliza la proyección paralela oblicua, en el que tanto las dimensiones del plano proyectante frontal, como las de los elementos paralelos a él, están dibujadas en su verdadera magnitud. Como todas las perspectivas, nos ayuda a apreciar sobre el plano los volúmenes tridimensionales. En perspectiva caballera, dos dimensiones del volumen a representar, como decíamos, se proyectan en su verdadera magnitud (el alto y el ancho) y la tercera (la profundidad) con un coeficiente de reducción. Las dos dimensiones sin distorsión angular con sus longitudes a escala son la anchura y altura (x, z) mientras que la dimensión que refleja la profundidad (y) se reduce en una proporción determinada, siendo 1:2, 2:3 o 3:4 los coeficientes de reducción más habituales.

 

No sé si habrán comprendido bien el concepto que se exponía en el párrafo anterior; a mí desde luego me cuesta porque de entre los escasos dones con los que la naturaleza ha tenido a bien obsequiarme no se encuentra el de la inteligencia espacial. Sin embargo, por mi formación y por mi experiencia vital, sí puedo entender bastante bien que los problemas, las dificultades o, simplemente, las opiniones a las que nos enfrentamos dependen, casi siempre, del prisma a través del cual las observemos, del ángulo desde el que las contemplemos o, precisamente, de la perspectiva que adoptemos ante ellos.

Ideología

Desde luego, esa máxima que es verdad para todos los órdenes de la vida, no lo es menos para la política. Retomando el asunto que comentábamos en esta misma sección la semana pasada, Irene Montero es, para los dirigentes y algunos votantes de Podemos -cada vez menos-, una persona preparada y bienintencionada, mientras que para la mayoría de los españoles es una cínica incapaz cegada por una ideología anclada en el siglo pasado y que ha sido responsable de muchas desgracias a lo largo de la historia. Pero no nos pongamos profundos, puesto que en temas mucho más mundanos también se aprecian incongruencias similares.

 

Como ejemplo de uno de esos temas mucho más intrascendentes que ahora mismo se han puesto en solfa está el asunto de la iluminación navideña en nuestras ciudades. Ya es tradicional, desde hace unos cuantos años, el despliegue que en ese sentido realiza la ciudad de Vigo, la más populosa de Galicia con casi 300.000 habitantes, con su alcalde, el socialista Abel Caballero a la cabeza. Muchos critican al alcalde de Vigo argumentando el gasto energético que supone el encendido durante dos meses de la iluminación de cuatrocientas calles con once millones de luces led. Otros lo tachan de ser un populista y, valga la expresión en este caso, un iluminado. Algunos, a su vez, creen que el primer edil de la ciudad pontevedresa es poco menos que un orate.

Comunicaciones

Pero basta con analizar algunos datos objetivos para demostrar que el señor Caballero podrá ser cualquier cosa que ustedes quieran, pero desde luego ni es tonto ni está loco. El alcalde de Vigo lo es de forma ininterrumpida desde el año 2007 (en la actualidad su partido tiene 20 de los 27 concejales que conforman el pleno municipal), fue ministro de Transportes, Turismo y Comunicaciones con Felipe González, además de diputado nacional y autonómico en Galicia; asimismo, es doctor en Economía por las Universidades de Cambridge y de Santiago de Compostela y máster de Economía por la Universidad de Essex. En la actualidad, es catedrático de Teoría Económica de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Vigo.

Muchos critican al alcalde de Vigo argumentando el gasto energético que supone el encendido durante dos meses de la iluminación de cuatrocientas calles con once millones de luces led. Otros lo tachan de ser un populista y un iluminado.

La “tontería” de las luces y el “show” que se organiza todos los años el día que se encienden le reportan a Vigo una publicidad que, de tener que pagar, estaría valorada en cientos de miles de euros, a lo que hay que sumar un retorno económico de varios millones de euros más y la satisfacción de la patronal del sector hotelero de la ciudad, encantada con unas cifras de ocupación que el pasado fin de semana, coincidiendo con el evento, rondaban el 100%, situación que se espera se haga extensiva a todo el periodo navideño, dadas las reservas que ya se han confirmado. En definitiva, los que critican el millón de euros que cuesta toda esta parafernalia pueden tener razón en parte, pero visto con perspectiva “caballera” y habida cuenta de los resultados electorales del alcalde, no ha resultado ser una mala idea.

 Per cápita

Elche, con sus 235.000 habitantes, es una ciudad equiparable a Vigo por escala y potencial (son la 14ª y 19ª ciudades de España por población), aunque la renta media por habitante de Vigo alcanza los 13.164 €, mientras Elche se queda muy atrás con 9.840 € per cápita (Alicante ciudad está en 11.676 y Valencia en 13.873). En Vigo gastan un millón de euros en iluminación navideña, en Elche 163.350.

Los que critican el millón de euros que cuesta toda esta parafernalia pueden tener razón en parte, pero visto con perspectiva “caballera” y habida cuenta de los resultados electorales del alcalde, no ha resultado ser una mala idea.

Insisto, todo depende de la perspectiva con la que se mire, pero en Elche los políticos llevan años cacareando el gran potencial que tenemos, pero ese potencial nunca se sustancia en una mejora significativa de las condiciones de vida en la ciudad. Insisto en el leitmotiv de este artículo: todo depende de la perspectiva con la que se mire. Pero en una reducción al absurdo de los datos expuestos podemos colegir dos consecuencias: en Elche somos pobres y tenemos pocas luces, quizás por creernos la perspectiva que nos venden los políticos de aquí y, sobre todo, de Valencia.