A Javier Cámara le bastan su maestría y sus tablas para protagonizar una de las secuencias del año en la ficción televisiva patria. Una secuencia que está por encima de la serie, sólo correcta, "No me gusta conducir", del curtido en comedia Borja Cobeaga. En ella, el protagonista Juan Diego Botto, que a la vez es profesor universitario y eterno alumno de autoescuela a sus 45 años, recibe la incómoda visita en su despacho del padre de su alumna, y a la vez compañera de autoescuela y amiga. Amparándose en el género de la comedia, Cobeaga permite a Javier Cámara decir lo que en otro registro no podría. Como que su hija en la ficción, escritora vocacional, es mediocre, pero gratificada por las cuotas que se imponen, podría hacer carrera. Es una muestra de hasta qué punto el oficio del actor puede elevar trabajos muy justitos.

Por lo demás, da la impresión de que "No me gusta conducir", dos escalones por debajo de la trilogía "Vota Juan" o "Sentimos las molestias", llega alguna con alguna que otra década de retraso. Su autor la ha escrito recordando las anécdotas que sufrió cuando se sacaba el carné. Pero en los tiempos que corren lo que se lleva es ser peatón y contar los avatares que supone ejercer de tal. Estaría bien que alguien se atreviese a contar a lo Jacques Tati, cómo es el día de un pobre hombre que sale a la calle a jugarse la vida surfeando conductores de patinetes que te indican con la cabeza que cruces por un paso de cebra mientras ellos, lejos de disminuir su velocidad, continúan embalados su marcha, convencidos de que sabrán esquivarte. Aunque a ti te dé un vuelco al corazón a cada instante.