El ojo crítico

Así empezó la guerra

Vox a Irene Montero en el Congreso: “Su mérito es haber estudiado en profundidad a Iglesias"

Agencia ATLAS | Foto: EP

Fernando Ull Barbat

Fernando Ull Barbat

Las continuas provocaciones que el partido de ultraderecha VOX hace día sí y día también en el Congreso de los Diputados en forma de insultos y exabruptos que poco o nada tienen que ver con la acción política, buscan hacer olvidar a sus votantes lo inocuo que para la sociedad española ha tenido su irrupción en la vida pública. Basta recordar que en el trámite parlamentario de aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para el año que viene VOX no ha presentado ni una sola enmienda. Los dirigentes de VOX son una panda de vividores que saben que su supervivencia política y por tanto monetaria se debe exclusivamente a su capacidad de crear ruido y de salir en los medios de comunicación, sobre todo en las televisiones y radios de extrema derecha radical, sin necesidad de presentar propuestas políticas por la sencilla razón de que no las tienen. El ideario racista, xenófobo y machista tiene corto recorrido por su simplicidad.

Desde el primer día que el actual Gobierno de coalición inició su actividad, la derecha española comenzó una campaña de desprestigio de su legitimidad tachándolo de fraudulento convirtiendo la vida parlamentaria en un lodazal inédito en la política española con continuos ataques personales hacia el presidente del Gobierno y sus ministros y ministras. El comentario machista que hace unos días profirió una diputada de VOX a la ministra Irene Montero justificando su presencia en el Consejo de Ministros por una cuestión sexual, demostró la desesperación de VOX por tratar de conseguir presencia mediática dada su continua bajada de intención de voto que pronostican las encuestas y la inanidad de su existencia. El lenguaje chusco y barriobajero de VOX, que demuestra un perfil cultural e intelectual muy escaso, se ha visto acompañado desde el inicio de la legislatura por un Partido Popular instalado en el no a todo y en poner todos los palos posibles en las ruedas de España.

La actitud del PP desde el inicio del Gobierno de Pedro Sánchez recuerda a la actitud que mantuvo entre los años 1993 y 1996, año de la primera victoria electoral de José María Aznar, cuando el PP tensionó todas las instituciones de la Administración hasta límites peligrosos para la estabilidad de la democracia sin importar a sus dirigentes las repercusiones que podían suponer. En los años 90, el mismo Felipe González que para la derecha resumía todos los males existentes en el mundo, es hoy venerado por los mismos que en aquellos años lo insultaban a diario e inventaban toda clase de mentiras y noticias falsas para conseguir el poder a cualquier precio. A la cabeza estuvieron Aznar con su irritante y falso eslogan “España se rompe” que algunos votantes ingenuos se creyeron y Francisco Álvarez Cascos más tarde inmerso en varios procesos judiciales por corrupción y malversación. Fueron años en los que de manera definitiva terminaron la concordia y las buenas formas en política que aún provenían de la Transición.

Y si nos remontamos un poco más, las maneras de hacer política de los dirigentes de VOX, basada en la mentira, la grosería y la chusquedad, junto con el apoyo de la derecha algo más moderada que hoy día representa el PP pero que no duda en unirse a la radicalidad a la menor ocasión, la actual crispación política recuerda también a la que hubo durante los años de la Segunda República y de manera muy especial desde que el Frente Popular ganó las elecciones de febrero de 1936. Durante los tres primeros años de la República, el Gobierno de centro izquierda llevó a cabo una cantidad ingente de reformas políticas, sociales, agrarias y de libertades de la mujer que la derecha trató de eliminar durante los dos años que gobernó entre 1934 y 1936. De ahí que se le conozca como el bienio negro. Dejando a un lado el fascismo y a una Iglesia Católica totalmente descontrolada, la fase en la que entró la sociedad española consecuencia de la radicalidad de la derecha que se negaba a aceptar los avances sociales que hoy día vemos normales y están consolidados, fue al mismo tiempo la justificación para el golpe de Estado de 1936. En ese proceso de radicalización de la derecha tuvo un papel preponderante José María Gil Robles, con tendencias filonazis reconvertido en lo años 50 en monárquico, que todavía en los años 70, tal y como se le puede escuchar en la película Las dos memorias (1974, Jorge Semprún), culpaba del golpe de Estado de 1936 a las decisiones de la Segunda República, es decir, por haber tratado de separar a la Iglesia del Estado, por haber terminado con los privilegios de los señoritos caciques y por haber hecho desaparecer el analfabetismo y haber dado libertades a las mujeres. ¡A quien se le ocurre!

Afortunadamente hoy día España forma parte de la Unión Europea y de la OTAN, gracias a Gobiernos socialistas, y por mucho que la ultraderecha haga la misma política incendiaria que sus antepasados en los años 30 a imitación de sus amigos nazis con el apoyo silencioso de la derecha, la democracia está a salvo.