Imanol Arias subsiste en “Muerte de un viajante”

Imanol Arias y Cristina de Inza, en "Muerte de un viajante"

Imanol Arias y Cristina de Inza, en "Muerte de un viajante" / Sergio Parra

Marc Llorente

Marc Llorente

Muerte de un viajante

TEATRO PRINCIPAL DE ALICANTE

*** ½

De Arthur Miller. Adaptación: Natalio Grueso

Producción: Okapi Producciones. Dirección: Rubén Szuchmacher

La vimos en 2000 con José Sacristán y María Jesús Valdés en el mismo escenario, y ahora les toca el turno a Imanol Arias y Cristina de Inza. Unas «conversaciones íntimas» y un réquiem al lado de otros personajes en la dirección del realismo psicológico de los años 40 y 50. El estadounidense Arthur Miller es uno de los autores más permanentes en todo el mundo y, como en este caso con «Muerte de un viajante» (1949), no pierde su validez pese al transcurrir del tiempo. Incluso se revaloriza. La fuerza interior de su teatro explica las causas.

Las exigencias del éxito, las preocupaciones cotidianas, el salir adelante o la vida frustrada de padres e hijos y las incomprensiones. La borrasca personal y familiar en un mundillo falso, de ilusiones falsas, donde el lobo del consumo feroz, la competitividad y la depredación imprimen las normas. El sujeto se reduce a la categoría de simple cliente. Más que persona, un objeto de usar y tirar y pieza de esta maquinaria de compraventa en una sociedad mercantil. Notablemente deshumanizada.

Así, en la expresionista atmósfera y en un ámbito casi vacío, con decorado simbólico de grises muros que oprimen en varias dependencias, se exponen los tipos y caracteres. Es obra clave del siglo XX, dirigida por Rubén Szuchmacher y en la que participan, con los matices necesarios, Andreas Muñoz, Daniel Ibáñez, Fran Calvo, Miguel Uribe y Virginia Flores, la amante de Loman, el agente comercial.

Imanol Arias asume uno de esos papeles con una envergadura que exige tener maestría. Se deja invadir por la complejidad del papel y se adueña de lo que hace y expresa un texto con esquema clásico y escenas del pasado que originan el presente. La adaptación de Natalio Grueso y Szuchmacher sostienen el equipaje esencial y lo accesorio, que puede ser prescindible. El convencional rol de la abnegada esposa depende de Cristina de Inza con una exacta y sensible tarea.

Al viajante le despiden y, a fin de que sus hijos cobren el seguro, se suicida fuera de los numerosos ojos del entregado público.