El desastre son ellos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto del Día de la Constitución, en el Congreso.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto del Día de la Constitución, en el Congreso. / David Castro

Marc Llorente

Marc Llorente

Fuera de España se califica como «todo un logro» la aprobación de las terceras cuentas públicas del Gobierno de coalición, y los de siempre echan cortinas de humo y hablan de que estamos al borde del abismo. La desmesura de los decibelios les da algunos puntos y contribuye a fomentar una baja opinión acerca de nuestro país. Eso y no otra cosa es lo que buscan creyendo que así asaltarán la Moncloa y el Consejo de Ministros a no tardar mucho, con la venia de los electores desencantados y de los inamovibles miembros del club de fans. Como bien se sabe, solo les interesa la España de sus intereses, de la que se sienten dueños destronados por los viles okupas del Ejecutivo con Pedro Sánchez a la cabeza de una organización de traidores, criminales y golpistas.

Somos el país mejor valorado entre los grandes de la UE, por delante de Italia, Alemania, Francia y Reino Unido. Pese a todo, la renta media se duplica y las libertades sociales prosperan. Hasta lo asegura el semanario británico de las clases dominantes, «The Economist», mientras los manipuladores lanzan estiércol a la calle. Reconoce que Sánchez ha gestionado con «bastante habilidad», incluida la base parlamentaria en la que se apoya y aunque existan traspiés y pugnas. El Gobierno tiene buena salud en las Cortes, maltratadas habitualmente por los ensuciadores del barrio. El desastre son ellos.

Las cosas no van mal, pero algunos montan sus números circenses cada día. De eso viven. Cuando logran hacer dobles saltos mortales, se superan y hacen ridículas piruetas más difíciles, con tal de envenenar las aguas de la política española. ¿Esa conducta sistemática merece premio? Porque no es disentir si es necesario, sino ejercer el arte de la mentira, del insulto y de la obcecación más torpe. Actitud que forma parte de ese innoble e interesado guion de personas que solo enfangan el terreno de juego.

Enfrente, es preciso desactivar ese tipo de discursos y poner en evidencia a quienes lo practican. La batalla económica se va ganando según las cifras de los precios y de la calidad del empleo. Y con la menor inflación actualmente en la eurozona, por mucho que algunos no lo digieran. Esta es la clase de amor a España que profesan. Las familias no están desatendidas, pero la atención y las mejoras deben ir en aumento. Lo único que les preocupa a los habituales catastrofistas es la atención a las élites, para las que trabajan, y que paguen los platos rotos los tontos de la película. Solo les queda el parloteo. La ley del «solo sí es sí», Cataluña o los pactos con EH Bildu, perfectamente legítimos en el ámbito constitucional. Esos globos se les irán desinflando también y siempre les quedarán la provocación, la puerilidad y París.

Debemos reconocer la extraordinaria capacidad de algunos para divertirnos. Siguiendo el cutre manual de Trump, lleno de cultura antidemocrática, acusan a Sánchez de «doble contabilidad» y ven fantasmas donde no hay los mayores expertos en contabilidad B y otras faenas. No olvidamos los sobresueldos, la financiación irregular, la corrupción en abundancia, aquella «brigada política» de M. Rajoy contra Unidas Podemos… Sí, sí. No me olvido tampoco del lamentable caso ERE en Andalucía con Chaves, Griñán y otros colegas. Pero eso no eclipsa todo lo demás y lo que continúa pendiente. No es poco.

Incluso achacan a maniobras de la Moncloa que su ciega ofensiva tenga escaso eco social y mediático. ¡Una lástima! La coincidencia del mundial de fútbol con las historias del grupo popular, por obra y gracia del tal Sánchez, es una jugarreta inadmisible. El aparente líder Nuñez Feijóo (de momento) toca la zambomba todo el año, y sus actitudes, igual que las de otros de la misma especie, dan risa y pena. Afirman, con la bufonesca postura habitual, que la situación de España está al «límite». Ese estilo se palpa en cada declaración y mitin. Las malsonantes sobreactuaciones y sus megáfonos funcionan cada vez peor. Esto, tapar sus vergüenzas y defender la ley del más fuerte, que la población se incline ante los grandes beneficios de los más poderosos, son su tarjeta de identidad cuando se cumple el 44 aniversario de la Constitución.