El paseo

Un bebé prematuro recién nacido en la incubadora de un hospital.

Un bebé prematuro recién nacido en la incubadora de un hospital. / INFORMACIÓN

Juan José Millás

Juan José Millás

Con frecuencia, creemos que se derrumba el mundo cuando somos nosotros los que nos derrumbamos. Es más fácil que fallen mis cimientos que los del mundo, pero es más consolador lo segundo que lo primero. Hoy es un lunes cualquiera, o un martes, da lo mismo, o un miércoles, lo que ustedes prefieran. Me levanto con el alma rota por algo que he soñado, pero que no recuerdo. Mientras me afeito, escucho cómo gimen las vigas de la realidad. La realidad está a punto de venirse abajo, me digo. Pero salgo a la calle y la realidad continúa intacta. Hay unos señores recogiendo las hojas del otoño como el que recoge manos muertas, manos a granel, manos deshidratadas, secas, ocres, marrones, todas muy bellas. Los árboles han comenzado a desnudarse, etcétera. La realidad funciona, el que tiene problemas mentales de movilidad soy yo.

Me acerco al hospital a visitar a un niño prematuro, hijo de un familiar. Resulta que el prematuro respira dentro de su incubadora casi mejor que yo fuera de ella. Funciona la incubadora y funciona el crío. Ya voy dándome cuenta poco a poco de que el que se mueve a medio gas soy yo. Recorro luego las instalaciones, las consultas, visito la cafetería del centro. Veo patologías de todas las clases que quepa imaginar. Establezco una especie de contabilidad de todo lo que me puede ocurrir y no me ocurre. No me ha caído ninguna teja en la cabeza, no me he roto una pierna al rodar por las escaleras, no he tenido ningún desprendimiento de retina, ninguna obstrucción intestinal tampoco, no me he envenenado con una lata de sardinas ni se me ha atravesado un hueso de pollo en la garganta…

A medida que recorro las salas del hospital me voy sintiendo, por contraste, un privilegiado. ¿Qué era eso que escuché crujir, pues, mientras me afeitaba? Quizá mi propia cobardía. Tal vez la pereza de poner en marcha los motores de la existencia un día más. Me parece bien, uno tiene derecho a cansarse, pero no a confundir su agotamiento con el del Universo. El Universo, con todas sus dificultades, sale adelante, como el bebé prematuro lucha por vivir dentro de la incubadora. El día está frío, pero hace un sol espléndido. Tal vez me dé un paseo antes de trabajar.

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