Digitalizar la educación (II)

Enrique Benítez

Enrique Benítez

El debate sobre las competencias y la digitalización de la educación tiene más recorrido que el que se ciñe al falso dilema entre la visión utilitarista de la educación (para una mejor inserción en el mercado laboral) y la visión que, quizás, podríamos llamar esencialista, y que defiende una educación que ponga el énfasis en los contenidos, el conocimiento y la vocación de formar a futuros ciudadanos con la capacidad de hacerse preguntas sobre el mundo en el que viven. Lo digital ya nos rodea y condiciona nuestras vidas, y es lógico que se utilicen herramientas digitales en la educación, pero también lo es que se forme a profesores y alumnos en todas las consecuencias asociadas a la invasión de lo digital.

La cuestión es que no siempre se aborda este asunto desde este doble punto de vista. Por un lado, están las oportunidades, que son evidentes. Pero también están los riesgos. Un informe de obligada lectura de la Autoridad Noruega de Protección de los Consumidores, de hace una semana, destaca que las aplicaciones que utilizamos a diario diseñan sus algoritmos para apropiarse de nuestra atención, de nuestros datos, de nuestro tiempo y de nuestro dinero. La alfabetización y la educación digital también tienen que contemplar esto.

Un hecho adicional es el recurso a herramientas gratuitas. La digitalización del aula es voluntarista y pasa por el uso de versiones gratuitas de las aplicaciones más populares, desde Zoom a Google Meet pasando por Moodle. En Francia han tomado cartas en el asunto. Hay que destacar la reciente decisión del Gobierno (trasladada mediante respuesta escrita en la Asamblea Nacional a un diputado) de sacar de las escuelas las herramientas educativas gratuitas de Google y Microsoft, por dos motivos diferentes pero conectados.

El primero de ellos, es el uso de estas versiones gratuitas para animar a la posterior suscripción a las versiones de pago, distorsionando la libre competencia, ya que este tipo de ofertas sólo las pueden hacer los gigantes tecnológicos. Además, la legislación francesa no contempla esta cesión gratuita como un contrato público, lo que presenta dificultades interpretativas. Pero, además, estas compañías utilizan la “Nube” sin someterse a la reglamentación comunitaria, que recomienda que se respete la soberanía digital europea de los datos manejados.

Como se puede ver, lo digital es muy complejo, y esa complejidad debe conocerse y estudiarse bien. En Troya, el regalo acabó con la ciudad.