Delitos y poesía

A veces un verso malo crece y crece y acaba en poema extendido por toda la página, que ya se queda sin salvación posible

Jose María de Loma

Jose María de Loma

En el planeta Poesía. Detienen a un hombre por malversar sonetos de amor y distribuirlos en una comida de empresa. Me imagino al nota trapicheando con versos de Lorca destinados a paladares sublimes pero siendo empleados por el subdirector de contabilidad para ligotear con la jefa de Recursos Humanos, ya tiernos ambos desde el primer sorbo del segundo gin tonic.

Interceptan un alijo de textos de Bécquer ya caducados y corrompidos por el óxido, que iban a ser distribuidos entre preadolescentes haciéndolos pasar por estrofas de rap. El guardia civil diciéndole al delincuente: poesía eres tú. Y las oscuras golondrinas hartas de que todo el mundo piense que van a volver, revoloteando en su lejanía, que es lo que tienen que hacer las golondrinas, que nos ponemos muy pesaditos con los gorriones (salvo Claudio Rodríguez y su mítico poema: «¿Qué amor encuentra en nuestro pan tan duro?») pero nos olvidamos de las golondrinas, que sí, que una sola no hace verano, pero es que no vemos ninguna ni nos acordamos de ella y así nos luce el no pelo, que estamos hartos de mala poesía.

Le ha salido un ripio en el cuello, joven. Parece benigno, pero nunca se sabe. A veces un verso malo crece y crece y acaba en poema extendido por toda la página, que ya se queda sin salvación posible. Existen en la literatura médica incluso casos de un ripio que ha infectado todo el libro y lo ha vuelto azufre o material de saldo o incluso de premio de casino de pueblo. Hay quien hace antologías solo para no incluir a un enemigo. No falta quien escribe un libro de quinientas páginas para darse el gusto de no invitar a alguien a la presentación. El mal poeta escribe de prosa. Malversar es también versificar malamente. O sea, un grave delito. La poesía es un arma cargada de su curro.

Mal asunto el ataque de poesía que le dio el otro día al contable en pleno balance, queriendo cuadrar una rima en lugar de un gasto, rimando pérdidas en lugar de asumirlas. La vida es encontrar con quién rimar, lo cual es un verso mío, improvisado, de ahora, cursi y malo.

Pero no he venido a dar ejemplo ni esto es un poema, ni prosa poética. Es el planeta poesía, que gira alrededor del sol, la noche un cuarteto, el día un terceto. Aceitunas en mi alforja.

Ahora, un oficinista tontorrón cura su resaca arrepentido de esos versos anoche bebidos con hielo, veleidades y sin rencor; en la tasca donde siempre y por costumbre dan garrafón. Y pareados al vapor.

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