El indignado Burgués está de vuelta 

"El indignado Burgués está de vuelta", un artículo de Javier Mondéjar

"El indignado Burgués está de vuelta", un artículo de Javier Mondéjar / INFORMACIÓN

Javier Mondéjar

Javier Mondéjar

Tenía ganas de reunirme otra vez con todos ustedes, les he echado de menos como no se pueden imaginar. Dicen que la distancia es el olvido. Espero que no. 

Soy de la vieja escuela y me enseñaron que los periodistas no somos noticia, así que sin preámbulos les anuncio que el Indignado Burgués ha vuelto. ¿Los motivos? Ya se los contaré largo, tendido y con profusión de detalles y colorido, de momento se los debo. Y, señora, no me sea curiosa, que la curiosidad mató al gato. 

Si el indignado burgués hubiera sido congelado como Walt Disney en los tiempos en que publiqué mi último artículo, septiembre del 19, al despertar le hubieran sorprendido especialmente dos conceptos que ahora mismo son tendencia: el populismo y lo políticamente correcto. Es verdad que se veían venir, pero no pensaba yo que cobraran la dimensión dramática que ahora tienen. Seguro que escribir ahora sin filtros es más complicado que hace unos años, pero estos señores tan amables de INFORMACIÓN me lo han pedido y soy un hombre fácil. 

Vamos a ello. 

Por si no se acuerdan o para los nuevos lectores, a los que agradezco su visita y espero me honren con su presencia, les recuerdo que el Indignado Burgués tiene un montón de fobias y algunas filias, pero pocas, ademas de una cierta resistencia a la autoridad, genes libertarios, sangre jacobina y gotas de misantropía, mezcladas con actitudes pequeñoburguesas y talante de “bon vivant”. Cóctel raro y a veces incluso contrapuesto, pero España y yo somos así. 

Entre mis odios más sarracenos se encuentran en la pole position los Dictadores y tiranos que tejen redes de sombras y consiguen sacar lo peor de los seres humanos, siempre temiendo el golpe de mano que les arranque de su posición de privilegio y por ello pendientes de delaciones, policías políticas y con sus súbditos en una permanente búsqueda de certificados de adhesión al Movimiento, da igual que sea un país o una comunidad de vecinos. 

Los Políticos nefastos de derechas y de izquierdas que en esto no tengo colores ni banderas. Los que velan por el interés menos desinteresado, que es el suyo, y están para servirse del cargo o de las migajas del poder. Miserables ellos.

Los que se ocultan tras una canongía casi siempre inmerecida y los Archipámpanos de las Indias Occidentales, revestidos de pompa, ceremonia y vacío. 

Los conservadores de la caspa y las más rancias tradiciones y también los “señoros“ un adjetivo moderno que define muy bien a ciertos bípedos . Los “Don Guido” de turno, de mesa camilla y misa diaria, putas y procesiones, todo a la vez y sin remordimientos. 

Los Hipócritas en metáfora de sepulcros blanqueados por fuera, pero podridos por dentro. Lo explicaba muy bien la Biblia así que no voy a profundizar. 

Los Moñas y ofendiditos.

Los macarras de la moral, esos que predican que el que no se quede quieto no sale en la foto y a quien se sale del rebaño: destierro y excomunión.

Los salvapatrias.

Los “cuñaos” que todo creen saberlo y todo lo ignoran. 

Los reality show y los programas de cotilleo, el periodismo militante, las noticias falsas y el todo por el like. 

Algunas redes sociales donde el tonteo es ley y sus oficiantes son memos y memas indocumentados y más chulos que un ocho.

Y muchísimos más géneros y modelos que irán recorriendo estas páginas con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide. 

Me gustan en cambio los que, como Rett Butler se lanzan a la lucha cuando ya todo está perdido.

Los jinetes sin esperanza de la Caballería Ligera cargando contra los cañones rusos en un acto heroico, pero de una incompetencia supina de los mandos militares.

Los partidarios de la Utopía.

Mi Serrat y mi Sabina y mi Krahe y mi Aute que son mi banda sonora, como también Simón and Garfunkel y Cat Stevens antes de calzarse el hábito y hacerse insoportablemente puritano. 

Cesar Borja y el Dr. Hannibal Lecter, el extremo extremista de los que no aguantan a los tontos con balcones a la calle, que no son muchos, pero hacen mucho ruido. 

Los que intentan ser sublimes sin interrupción y los que guardan en su puesto la cabeza tranquila cuando todo a su lado es cabeza perdida. 

Y pocos más, no se crean. Espero entretenerles con mis galerías de monstruos, pero si así no fuera y, como escribía mi adorado Stevenson en la introducción a “La isla del tesoro”, mis lectores hubieran perdido el gusto por la aventura: ”Está bien, nada digo. Solo quiero que en la tumba donde ellos y sus engendros reposen de sus andanzas, me coloquen a su lado, y que duerma el mismo sueño, por los siglos de los siglos, yo con todos mis piratas”.

Amén.