Los Reyes Magos, ¿realidad o leyenda?

La llegada de los Reyes Magos a Petrer del año pasado.

La llegada de los Reyes Magos a Petrer del año pasado. / Abraham de la Rosa

Antonio Colomina Riquelme

Antonio Colomina Riquelme

El que esto les escribe, estando en la edad de recibir la visita de los Reyes Magos, era tanta la ilusión que acumulaba que ello le impedía comprender la realidad. Por ejemplo, las preguntas que siempre nos hacíamos los niños más mayorcitos: ¿Cómo era posible ver en el NO-DO —entonces no había televisión—, la cabalgata de Madrid, la de Barcelona, y después personalmente la de Orihuela y no se parecían en nada las unas con las otras? ¿Por qué los personajes eran diferentes? Barbas distintas, trajes distintos, unos caballos, otros camellos, etcétera. Supongo que lo mismo les ocurrirá a todos los niños de ahora cuando los vean en la televisión.

En mi opinión, la cabalgata que se realizaba en Orihuela en aquella época era bastante humilde, se apreciaba claramente que todos llevaban las caras pintadas. Los pajes portaban unas teas encendidas que formaban tal humareda que el ambiente se hacía irrespirable. Era evidente que no se podía comparar con las que se llevaban a cabo en las grandes capitales, ni tampoco se pretendía eso; pero para nosotros era muy entrañable y cumplía sus objetivos que no era otro que ilusionar a los niños, sobre todo, a los que se encontraban asilados en el Patronato San José Obrero —La Misericordia—, que les repartían regalos en el mismo centro, por entonces ubicado cerca de la iglesia de Santiago.

Dejemos la inocencia de los pequeños que sigan con sus incógnitas en sus pequeñas cabecitas y centrémonos en las preguntas que nos hacemos los mayores: ¿Qué hay escrito sobre el prodigioso hecho de la adoración de los Magos? Tomando como base el relato del evangelio de Mateo 2-1.2. “Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle”.

Resulta extraño que, en los evangelios canónicos, solamente Mateo haga alusión a este acontecimiento. Ni siquiera en el evangelio de Juan —que es el más prolífico de los cuatro— se menciona este pasaje.

Pero ¿quiénes podían ser estos personajes? Al parecer, el nombre de “mago” se les daba a los sacerdotes persas de la religión zoroástrica que, además, eran personas muy instruidas, estudiosos de la astrología y la influencia de ésta sobre los seres humanos, eran por tanto hombres sabios.

En Mateo 2,9, se dice: “Ellos, después de oír al rey Herodes, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño.”

Es claro que este último relato de Mateo no puede tomarse al pie de la letra. Lo que nosotros entendemos por una estrella no puede posarse encima de una casa o donde se encontrase el Niño. Tampoco puede tratarse del cometa Halley —como apuntan algunos—, ni de una supernova, ni siquiera de ningún planeta del sistema solar. ¿Cómo podría acercarse un astro del firmamento a la Tierra sin que esta saltara en pedazos? Más bien me inclino a pensar que los Magos de Oriente tuvieron una inspiración divina y fueron conducidos por Dios ante su Hijo a través de una señal que ellos denominaron “estrella” y que, posiblemente, sólo ellos visualizaron. Continúa Mateo 2,11. “Entraron en la casa; vieron al Niño con María su madre y, postrándose, le adoraron, abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra”.

Por esta parte del relato deduce la tradición popular que eran tres los reyes, ya que tres fueron los cofres que se abrieron. Más tarde, incluso, se les puso nombre: Melchor, Gaspar y Baltasar; pero estos nombres no figuran escritos en ningún texto sagrado, es fruto de la imaginación de la tradición cristiana que después inmortalizaron los artistas de la antigüedad en sus esculturas y lienzos.

Los Magos de Oriente que presuntamente adoraron al Mesías, según la leyenda, una vez muertos fueron sus cuerpos conducidos por Elena, madre del emperador cristiano Constantino I, a Constantinopla. Después los trasladaron a Milán y posteriormente recibieron sepultura en la Catedral de Colonia donde, al parecer, reposan actualmente.

Realidad o leyenda, no deja de ser bonito, sobre todo la ilusión de niños, y ahora también de los mayores, todos los años el 6 de enero.

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