El ocaso de los dioses

¡Qué escándalo, aquí se juega!

La reforma de la sedición y la malversación, ante el sí definitivo del Senado

La reforma de la sedición y la malversación, ante el sí definitivo del Senado

Rafael Simón Gil

Rafael Simón Gil

 Ya sé que hoy tocaría escribir sobre los avatares que convulsionan la política española, especialmente en lo referido al pulso que el poder ejecutivo le está echando al poder judicial utilizando como ojo de boticario el poder legislativo, cuyo hemiciclo, por cierto, cerró Meritxell Batet (la Mesa de la Cámara) poniéndolo en una cuarentena de la que todavía no ha salido. Después, el Tribunal Constitucional declaró ilegal el cerrojazo. Es el mismo Congreso que asaltó hace 41 años la derecha con los tricornios y que ahora vuelve a hacerlo con las togas. Así intenta asustarnos, con el hombre del saco, como si fuéramos niños, un tal Felipe Sicilia, dotado él de una solidez intelectual y una cultura histórica impropia de su tierna edad (lo de “tal”, es adjetivo prestado del copyright que registró Javier Arzalluz refiriéndose a un tal Blázquez cuando éste fue designado obispo de Bilbao; al ser el PNV socio numerario del sanchismo donde milita Sicilia, todo queda como si tal cosa). Y ahora, una sinécdoque para la reflexión. Meritxell Batet es la presidenta del Congreso de los Diputados, y su actual pareja es el exministro de Justicia Juan Carlos Campo, elegido por el Gobierno como magistrado del TC, donde está el que fuera fiscal general del Estado con Zapatero, Cándido Conde-Pumpido, casado con Clara Martínez de Careaga, avalada por el PSOE como miembro del CGPJ. Conde-Pumpido aspira a presidir el TC cuando se renueve.

Tengo para mí que el tal Sicilia sabe muy bien qué es un tricornio y qué son las togas, sobre todo por quienes las llevan. Aunque debería ser más didáctico -Sicilia y tal (un oxímoron, lo sé)- y decir claramente a qué togas se refiere, no fuera que el populacho piense en alguien que ha plagiado una tesis doctoral y, como tal, se ha puesto la académica toga de doctor manchándola, acciden(tal)mente, con el barro del camino. Y le recuerdo, también, la expropiación de aquel panal de abejas cuya legalidad constitucional, empatada, fue resuelta por el voto de calidad de un presidente vecino ideológico de quienes habían ordenado la expropiación y tal. Antes, al menos, tenían la refinada sensibilidad de expropiar mientras escuchaban el adagietto de la quinta de Mahler; ahora, “tal” cree que el quinto de Mahler es un botellín de cerveza mal escrito. Eso sí, “tó pal pueblo”, como la malversación, que rima con expropiación.

Pero insisto, dejo este acre debate –una muy estudiada estrategia política que se ha encontrado con el freno de la ley- para más ilustres jurisconsultos, que en cualquier caso no les aclararán nada que ustedes dos no sepan en función de su ideología, y me adentro hacia fuera, valga la paradoja, de las otras casas donde habitan los diputados y diputadas, en este caso, el Parlamento Europeo. Para que todo lo malo que ocurre no sea en España o huela a podrido en la Dinamarca shakesperiana, hemos tenido la desdicha de conocer que también en Europa se roba, y a manos llenas. Hace varios días que salió a la luz un buen lubricado engranaje de sobornos y venalidades que afectan, de momento, a la vicepresidenta del Parlamento y varios conmilitones, prácticamente todos de las filas del socialismo. Podía afectar a otras ideologías, podía, pero de momento han sido socialistas. De fondo, como financieros sin escrúpulos, dos países de ejemplares referencias democráticas: Qatar y Marruecos. Quizá ya sea hora, o quizá sea demasiado tarde, de que la engreída Bruselas devuelva a los ciudadanos europeos su condición de adultos aplicándose a sí misma, a sus Órganos y Organismos, una espartana ejemplaridad, unas estrictas normas y protocolos de transparencia, unos mecanismos de control sometidos a la vigilancia de los súbditos en que nos ha convertido la elitista burocracia europea. Sus gastos suntuosos, sus muchos miles de asesores, familiares y amigos enchufados, sus escandalosos sueldos, su prepotente altivez, sus aristocráticos privilegios, su nula empatía para con el ciudadano de a pie, sumado al gigante dédalo de burocracia y regulación legislativa en que se ha convertido la UE, la aleja cada vez más del pueblo. Y solo conocemos lo que nos dejan ver. Ahora, se echan las manos a la cabeza preguntándose cómo ha podido ocurrir.

Si damos por bueno que prácticamente todas las instituciones europeas están ocupadas -en sus lugares de privilegio- por políticos nacionales que han perdido ya el favor de sus gentes y resultan un estorbo en sus países, ese cementerio de elefantes, esa cucaña de intereses personales y de casta tan caro a la mastodóntica administración europea, pondrá -ya ha puesto- el resbaladizo palo por el que trepar a la altura de la corrupción más pedestre, del lado más venal del ser humano. Y sin apenas controles ni transparencia; eso sí, con tantas vendas en los ojos como nepótica complacencia hay entre ellos y ellas. ¿Cómo ha podido suceder?, dicen que se dice que preguntan.

En la película Casablanca, el prefecto de Policía de la ciudad, Louis Renault, es un sicalíptico y corrupto personaje que se mueve bajo el sol que más calienta, vive para su exclusivo interés y recibe regularmente las ganancias del casino del café de Rick. Cuando el mayor Strasser, de la Luftwaffe nazi, le dice que busque una excusa para cerrar el local de Bogart, grita: “¡Qué escándalo, qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!”, mientras el croupier se acerca a él para darle los beneficios del día. A más ver.

(Spoiler aterrador) Ahora, aprobada la ley “Trans” que permite a los niños y niñas de 12 años cambiar de sexo; cuando hace unos días llevábamos más de 60 agresores sexuales y pederastas beneficiados en sus condenas por la ley del solo sí, la mentora intelectual -sola o en compañía de otras- de la trágala e ideologizada ley, Irene Montero, repite arrogante que la norma es sólida y protege a todas las víctimas. Hoy, gracias a su sólida protección, son más de 122 los agresores sexuales y pederastas que están aplaudiendo. En eso consiste defender los derechos de la mujer. En eso consiste la intransigente soberbia ideológica. ¿Las víctimas?: una incómoda estadística.