Estamos perdiendo el norte… y la norta

Juan Carlos Padilla Estrada

Juan Carlos Padilla Estrada

Un pastelero catalán ha sido sancionado con 7.000 € por poner un anuncio en el que demanda un operario para su obrador. La multa está justificada por no poner en el anuncio “u operaria”.

El ex vicepresidente del gobierno, señor don Pablo Iglesias, ha pedido la destitución del locutor de radiotelevisión española que narraba el partido de fútbol entre Marruecos y Portugal. Su delito: decir que “los marroquíes, la roban y salen corriendo”.

El partido Esquerra Republicana de Cataluña ha aprobado en su congreso la propuesta para la realización de un referéndum de autodeterminación. Será válido si participa más del 50% del electorado y obtiene el sí del más del 55% de los votantes. En otras palabras, con un 27,5% de votos afirmativos de los catalanes estos señores pretenden embarcarse en el viaje de la independencia.

Puede parecer un sueño quimérico a estas alturas, pero las actuaciones del señor Sánchez durante esta legislatura hacen presentir lo peor: si el amado líder vuelve a repetir resultado electoral similar y depende de nacionalistas, podemitas, Bildus y similares, den por hecho que habrá referéndum. Con un giro argumental digno de mejor causa y capaz de convencer únicamente a los nacionalistas y a los votantes acríticos. Pero lo habrá.

Los españoles estamos inmersos en una batalla de relatos. La izquierda nos cuenta que la derecha pretende dar un golpe de Estado amparada por las derechas judiciales y mediáticas, mientras la derecha nos quiere convencer que son Sánchez y sus acólitos los que están legislando a martillazos para contentar a sus socios nacionalistas y permitir la permanencia en el poder del líder sapientísimo.

Con todo esto dudo muchísimo que un españolito medianamente informado se pueda hacer una idea cabal de lo que realmente ocurre en su país.

¿Qué sucede aquí? ¿Ha muerto el sentido común?

¿Hemos de vivir bajo la dictadura de cuatro iluminados henchidos de lo políticamente correcto? ¿Son los nacionalistas antiespañoles ─no lo digo yo, lo han dicho ellos─ los que han de dictar las normas y condicionar la vida de todo un país?

Quizá estamos ante dos problemas: Una extremada polarización de la sociedad española que, a modo de otras como la norteamericana, va evolucionando hacia una especie de “conmigo o contra mí”, muy propio de los populismos. Y recordemos que a varios de los partidos que nos gobiernan les encajaría como un anillo ese concepto de populismo, no hay más que escuchar declaraciones de señores (y señoras, no se me enfaden) de Podemos o del propio líder amantísimo. Y eso, poco a poco, aboca a la polarización, por lo que supone de identificación de un enemigo, una táctica tan vieja como el mundo y el cierre de filas de los afines. Sin ir más lejos, yo tengo un muy buen amigo, socialista, sensato y culto, con el que es imposible discutir de política porque esa polarización se lo ha llevado por delante, identificando fascitas en cuanto discrepante se acerca a menos de un parsec y justificando lo inasumible con motivaciones altruistas como combatir la desigualdad; como si esa fuera la principal motivación del mentado líder y el mantenerse en el poder a toda costa solo un fútil pretexto. Y eso está pasando en una sociedad como la nuestra, en la que los españoles somos más “contra B” que “a favor de A”, es decir que odiamos más al Barca que amamos al Madrid, para que todo el mundo lo entienda.

¿Cómo combatir la polarización, cómo mejorar nuestra opinión pública?

Con una receta universal, la auténtica poción mágica que cura casi todo: Leer, informarse en varias y diversas fuentes, escuchar a aquellos referentes ─escasos, es verdad─ sensatos y moderados y entrenar las virtudes tan escasas como valiosas: tolerancia y moderación. Y mejorar la educación de nuestros hijos, pero de verdad, no solamente los ratios de suspensos y abandonos escolares, haciéndoles más fácil las tareas y permitiéndoles avanzar de curso casi sin esfuerzo.

Quizá no sea más que un quimérico catálogo de proyectos para 2023, pero si no lo intentamos no podremos decir luego que esto se va al garete… por culpa de los demás.

¡¡¡Feliz año nuevo!!!!