Tiene que llover

En un rincón del alma

Francisco Esquivel

Francisco Esquivel

Acaba de anochecer. Voy al volante dispuesto a hacer la compra y en la radio introducen el homenaje de la farmacéutica Cinfa a pacientes a través de fotos de ellos a las que una serie de invitados iluminan con sus textos lo que aquellas les inspiran. Carlos Hipólito reconoce que se decantó por una que al verla lo taladró. Se trata de la imagen de un crío de cuatro/ cinco años que va con mascarilla por el campo, se ayuda de un bastoncito y no tiene pelo, a la que el actor pone la siguiente letra: «Había mucho camino por andar. Sus padres iban detrás. Les había pedido que le dejaran ir delante porque quería ser su guía, marcarles el ritmo, irles enseñando cada una de las cosas maravillosas que iría descubriendo en aquella aventura...». El autor se estremece cuando, por sorpresa, el padre de la criatura atestigua desde otro rincón del mapa que este arranque coincide con lo que ocurrió en la realidad. Con los ojos humedecidos aparco y me tomo una prórroga hasta conseguir recordar lo que había venido a llevarme. Lógicamente se me olvidó lo principal.

   Al preguntarle a un colega por su padre respondió que estaba muy emotivo. Lo he recordado porque seguro que cuando ahora le preguntan a los míos no tienen muchas vueltas que darle. Durante el almuerzo del día que falleció me dio por poner las melodías de Pablo Milanés que me retrotaen a los inicios del camino andado y tuvieron que levantarse a consolarme de la «plorera» que me entró. Estas fechas en ese sentido qué voy a contarles. Hay un anuncio de Suchard en el que un renacuajo sorprende a la familia con lo que a la abuela le pirraba, y que al resto se le había olvidado, que me puede. Y hace poco se estrenó en Broadway un musical sobre el compositor de «Sweet Caroline» que, tras revelar que padece Parkinson, fue al estreno, la interpretó con el público en pie y conmigo congestionado. Y eso que nunca he seguido a Neil Diamond.