Un portazo al espectáculo

Imagen de archivo de Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa.

Imagen de archivo de Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa. / Juan Manuel Prats

Javier Cuervo

Javier Cuervo

Si le gustan la cultura y el espectáculo sepa que son incompatibles. Lo ha dicho el entorno muy cercano del premio Nobel Vargas Llosa para responder al comunicado de ruptura de relaciones de Isabel Preysler. «Eran incompatibles. A él le interesa la cultura y a ella, el espectáculo». Si la cultura y el espectáculo no pueden convivir en dos personas convivientes ¿cómo van a convivir en una sola?

No sé de cuál de las dos partes separarme. El teatro, que es espectáculo y es cultura, tiene que apuntarse al género fluido por el que unas veces es cultura y otras, espectáculo. La ópera es espectáculo así que no debe de ser cultura, igual que los conciertos musicales. De la danza, que es muda, ni hablemos. Del cine, vale más callar desde que solo hace superproducciones de superhéroes, espectáculo sobre espectáculo, de los cómics, ese espectáculo que se lee como cultura. La pintura se hace espectáculo en la barraca de feria electrónica de las exposiciones inmersivas porque no le basta con que los museos, que la contienen junto a otras artes plásticas, sean arquitectura espectacular.

La cultura, que siempre acaba en espectáculo, se ha espectacularizado, como todo y como esa nada en la que hace décadas que Isabel Preysler es una obra de autoficción, una autodocuserie, con un argumento matrimonial que se repite en secuelas y un guion de diálogos cortitos y pobres que dan unas audiencias masivas, por las que pelea el negocio del espectáculo en el que Mario Vargas Llosa, varón de la cultura, siempre ha dado muy bien del brazo de Isabel Preysler, en teatro con Aitana Sánchez- Gijón, en conferencias liberales que son como rosarios, en la política electoral peruana y en las galas de premios de rigurosa etiqueta.

La reflexión que deja el entorno muy cercano de Mario Vargas Llosa es que el espectáculo, que es cultura, debería dar un portazo al espectáculo que sólo es espectáculo lo que vale para la ópera, el cine, el teatro, el arte, los museos... El mercado ha rebajado al mínimo la dosis de cultura en el espectáculo y en la llamada cultura, incluida la pop.