Agua desaprovechada y dilapidada en la Marina Baja

Embalse del Amadorio, desde donde se distribuye el agua que beben La Vila o Benidorm.

Embalse del Amadorio, desde donde se distribuye el agua que beben La Vila o Benidorm. / David Revenga

Antonio Gil Olcina

Antonio Gil Olcina

Estos adjetivos pudieran resultar, en primera aproximación, más que llamativos, sorprendentes y hasta peregrinos para quien tenga noticia, por somera que sea, de la cuidada, experta y prudente administración del recurso que, a través de acuerdos y convenios, realizan conjuntamente comunidades de regantes, con el Canal Bajo del Algar a la cabeza, y el Consorcio de Aguas de la Marina Baja. Concretada esta estrecha y fructífera colaboración en una gestión convenida, integral y sostenible del agua. En suma, un conjunto de actuaciones hidrológicas que han permitido enfrentar, con éxito, uno de los mayores desequilibrios planteados en territorio español entre disponibilidades y demandas hídricas; merced a una planificación imaginativa y técnicamente bien resuelta, que incluye mejor regulación, hasta donde ha sido posible, de caudales epigeos; mejora, sometida a criterio riguroso de sostenibilidad, de los campos de pozos existentes y adición de nuevos sondeos; y, muy destacada, por sus características y consecuencias, la reutilización, con regeneración, de aguas residuales. Asistido todo ello de conducciones generales que permiten una armónica simbiosis de dos sistemas independientes -los de aguas blancas y recicladas-, que funcionan al unísono, al compás del año pluviométrico e hidrológico, y suponen la referencia más novedosa y singular del sistema. Añadamos, por último, la apelación al socorro foráneo, que podría ser de diferente procedencia, para conjurar la emergencia de una sequía prolongada e intensa. Así pues, fácil es comprender que derroche y dispendio son ajenos, por completo, a los volúmenes al cuidado de Consorcio y regantes. En efecto, conciernen o tocan a los que escapan a su control, por uno u otro motivo: insuficiente capacidad de almacenamiento de grandes infraestructuras estatales (embalses); disminuida, además, por un protocolo y calendario de resguardos automático, enteramente rígido, de obligado cumplimiento, con lluvia o sin ella, sea la coyuntura de bonanza hidrológica o amenace sequía.

A la hora de entender la trascendencia de estos problemas en la Marina Baja, se hace precisa una mínima referencia, siquiera sea sucinta, a su pluviometría y potamología. Es bien notoria la existencia de marcados contrastes comarcales de precipitaciones, con observatorios cuya media anual es inferior a 375 mm (Benidorm, Villajoyosa, Amadorio), mientras otros rebasan 500 (Algar, Embalse de Guadalest, Tárbena). Estas llamativas diferencias obedecen a condicionamientos orográficos, con incremento de precipitaciones en vertientes expuestas a los vientos llovedores, levantes primordialmente. Denominador común del régimen pluviométrico es la irregularidad, que conjuga esporádicos diluvios con duraderas e intensas sequías. Las peores, imputables a un índice positivo de la Oscilación del Mediterráneo Occidental (WeMOi), con destacada preponderancia del máximo de Azores, revisten carácter general para la comarca. En cambio, la mayor o menor eficacia pluviométrica de las situaciones de inestabilidad depende ampliamente del grado de incidencia orográfica en las corrientes perturbadas. Las más activas y abundantes en lluvia son, con gran diferencia, mediterráneas; sotaventos longitudinal y orográfico por medio, la aportación de las borrascas atlánticas resulta, con pocas excepciones, bien exigua. Los mecanismos habituales de raigambre mediterránea implican la presencia en superficie de aire mediterráneo de humedad específica, a veces, muy elevada; y en las troposferas media y superior la irrupción de aire frío en una vaguada, meridiana o retrógrada, capaz o no de evolucionar hacia una u otra DANA. Este tipo de situaciones llevan asociadas nubes de fuerte desarrollo vertical, colosales cumulonimbos, que interesan todo el espesor de la troposfera, y de los que pueden desprenderse aguaceros y, en ocasiones, diluvios copiosos de elevada intensidad horaria, proclives a la torrencialidad (1 minuto ≥ 1 mm) o plenamente incursos en ella. A los efectos que ahora interesan, destacar que suele tratarse de precipitaciones focalizadas y concentradas en el tiempo.

Algar-Guadalest y Amadorio-Sella responden al régimen pluviométrico esbozado, si bien con la importante corrección positiva que introduce en el Algar la sustancial alimentación subterránea proveniente de la comarca limítrofe, y considerablemente más lluviosa, del Marquesat; de la que carece su principal afluente, el Guadalest, cuyo comportamiento de río-rambla lo aproxima o semeja al Amadorio. Los regímenes fluviales de Algar y Amadorio son ambos pluviales, con la distinción básica que el del Algar corresponde a un clima templado de filiación mediterránea y verano seco subtropical, con la adición además, como se ha dicho, de una notable aportación subterránea extracomarcal; mientras el del Amadorio es semiárido de raigambre mediterránea y también verano seco subtropical, es decir, un prototípico río-rambla.

A efectos de posible regulación de escorrentías epigeas y subterráneas, el calendario de lluvias, en especial de aguaceros copiosos e intensos, reviste la mayor relevancia. La referencia básica del ciclo anual de precipitaciones es el profundo mínimo de julio-agosto, al que conduce un progresivo descenso de las mismas desde finales de febrero, acentuado en junio; y del que se sale rápidamente a partir de septiembre, de manera que los cuatro meses siguientes, de octubre a comienzos de febrero, totalizan en torno al 60% de la precipitación anual media. El período de máximo riesgo de diluvios transcurre de mediados de septiembre a similares fechas de noviembre, sin perjuicio de que puedan anticiparse a comienzos de septiembre o demorarse incluso, veroño por medio, a enero. Así, en el episodio de 19 a 23 de enero de 2017, con precipitación acumulada en Algar, Guadalest y Amadorio de 349,5, 457,0 y 78,0 mm, domina los mapas sinópticos en 300 y 500 hPa una vaguada retrógrada en cuyo interior se ha producido el cierre de isohipsas con sendos embolsamientos de aire frío. En superficie, el relieve isobárico es de borde de anticiclón con gregal o llevant de dalt hacia la Marina. Destaquemos asimismo, por su enorme trascendencia, que el acuífero Carrascal-Bernia, con alimentación adicional de la inmediata comarca del Marquesat, muestra un comportamiento cársico, de respuesta inmediata a lluvias copiosas e intensas, con estallidos o reventones de las Fuentes del Algar, como los de 19 y 20 de diciembre de 2016. Es de resaltar que una escorrentía concentrada resulta más o menos aprovechable en función de sus características y, por supuesto, de la cabida de las impulsiones y de la existente en los reservorios.

Los regantes, con el protagonismo pionero del Canal Bajo del Algar, y el Consorcio desde su creación han sentido la necesidad de disponer de la mayor capacidad posible de embalse y optimizar su funcionamiento. A ello responden una serie de actuaciones sucesivas en su ámbito: apenas caladas compuertas, se hizo patente que el embalse de Guadalest tendría uso y utilidad bien modestos si su cometido se limitaba a regular esta corriente, cuyo funcionamiento intermitente reduciría la represa a la, más o menos parcial, de sus ocasionales llenas. De ahí que, desde el primer momento, los regantes manifestaran su preocupación e interés porque, como misión habitual y primordial, controlase las aguas del río Algar, elevadas por la estación de bombeo de esta denominación en Callosa d’en Sarrià. Vendría luego la construcción del azud de Mandem (el Pantanet) en la confluencia de Algar y Guadalest, y la doble conexión con el embalse de Amadorio, transformando el sistema Algar-Guadalest en el interconectado Algar-Guadalest y Amadorio-Sella. Con todo, la reducida capacidad de los vasos de Guadalest (12,5 hm3) y Amadorio (15,3 hm3) resulta insuficiente; mermada, además, por un protocolo rígido y automático que asigna a ambos resguardos o reservas de capacidad mensual, de obligado cumplimiento sea una u otra la realidad meteorológica. El protocolo en cuestión, implantado el año 2000, obsoleto y sin fundamento climático válido, resulta más operativo para dilapidar agua de vital importancia y costosa con desembalses improcedentes, que en proporcionar la debida y necesaria seguridad. Su reemplazo por un procedimiento acorde con los conocimientos, medios y tecnologías actuales, para una adecuada prevención y defensa de avenidas, que evitara, a un tiempo, el derroche innecesario de agua, constituye una necesidad clamorosa. En cuanto al aumento de la capacidad de almacenamiento se han propuesto diversas actuaciones, que no son contradictorias ni excluyentes, sino complementarias: recrecimiento de las presas de Guadalest y Amadorio, dragado de la cola de este último para retirar los légamos acumulados y construcción de balsas; entre estas últimas, parece que la de mayor aceptación es la que se ubicaría en la partida de Ferragets del municipio de Castell de Guadalest, para 1,95 hm3. La necesidad de acrecentar la capacidad de embalse en un mínimo de 5 hm3 es, por motivos ambientales y económicos, una necesidad bien perentoria. Ministerio e ingeniería hidráulica tienen la palabra.

En la Marina Baja el difícil desafío de conciliar, con disponibilidades hídricas escasas e irregulares, las demandas agrícola y urbano-turística ha recibido la amplia y certera respuesta del sistema, sostenible, fructífero y respetuoso con el medio, articulado por el Consorcio de Aguas. Sin embargo, el funcionamiento del mismo, enteramente artificial, requiere energía; sobre todo para la regeneración de residuales, en especial cuando se plantea la conveniencia ambiental y solicitud ineludible de ampliar y perfeccionar dicho proceso en las EDARs de Benidorm, Altea y Villajoyosa. Todo ello, para evitar la huella de carbono y minorar la factura energética, precisa la incorporación de una instalación fotovoltaica de paneles que aproveche las casi 3.000 horas de sol anuales; de ellas, poco menos de 1.200 en el semestre de otoño-invierno. Es de esperar que las instituciones concernidas, en particular el Ministerio de Transición Ecológica, resulten sensibles a las peticiones, sumamente razonables y cuidadosamente planificadas, que para la renovación y mejora de sus infraestructuras plantea el Consorcio de Aguas de la Marina Baja; con uno de los mayores y mejores logros en gestión del agua en nuestro país durante este último medio siglo, feliz resultado de su leal cooperación con las comunidades de regantes.