¿Tiene usted cita previa?

Antonio Ortuño Escarabajal

Antonio Ortuño Escarabajal

“- Gran persona debió de ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza; …”. Con esta frase comenzaba un artículo que publicó un periódico local madrileño en enero de 1833. Se titulaba “Vuelva usted mañana” y estaba firmado con el seudónimo de Fígaro, bajo el cual se escondía el nombre de Mariano José de Larra y Sánchez de Castro. En “Vuelva usted mañana”, con una impecable ironía, Larra hace una mordaz crítica a la lentitud y a la costumbre española de alargar los plazos en los trámites administrativos, teniendo como una de sus características sociales, la pereza. En el artículo nos cuenta las venturas y desventuras de un ciudadano francés que llega a Madrid con la intención de hacer unos negocios. El francés que se apellidaba Sans-délai (“Sin dilación”, tal era su irónico apellido) pretendía resolver todo el papeleo necesario para su negocio en apenas diez días. Larra, también protagonista del artículo, le apuesta una cena a que quince meses después aún estaría haciendo colas. Sans-délai, sin esperar a ganar la apuesta, regresó a Francia seis meses después con las manos vacías tras escuchar cientos de veces el estribillo del “Vuelva usted mañana”.

Mi vecino Nicanor lleva desde principios del verano pasado diciendo: “Tengo que realizar una gestión”, seis meses después sigue a la espera. Me cuenta que al principio intentó telefónicamente contactar con la administración correspondiente. Así lo hizo durante más de quince días y más de cuatro llamadas diarias, siempre en días y horarios laborables. Lo único que consiguió escuchar fue el silencio burlón de las llamadas no correspondidas. Me sigue diciendo que aprovechando un recado que tenía que realizar en la capital de la provincia, empleó casi una hora más, en acercarse hasta el edificio administrativo correspondiente para, en persona, resolver sus dudas. Aparcó, puso el tique de la hora, se puso una mascarilla y lleno de júbilo se dirigió a la entrada del edificio administrativo. Me explica que nada más entrar, le aborda un señor muy amable que imagina que era el conserje. Con idéntica amabilidad, le expone que necesita realizar una pequeña consulta en un piso más arriba. Sin perder la sonrisa ni las buenas formas, el conserje le pregunta: “¿Tiene usted cita previa?”. Ya, sin poder contener su mosqueo, me cuenta que cinco minutos después estaba de nuevo en el coche, con más de cincuenta minutos para seguir aparcado en zona azul, sin resolver sus dudas, sin mascarilla y sin cita previa.

Fue entonces cuando le aconsejé que lo intentase con el 012. Ya saben, el único número de teléfono centralizado donde “puedes” obtener cualquier tipo de información de la administración de la Generalitat Valenciana. Y llamó. Una semana después me topé con él en el ascensor y me relata, con un enfado creciente, que como respuesta a su llamada recibió un correo electrónico con un enlace donde podía solicitar la ansiada “cita previa”. Me cuenta que no quiere desesperar, pero que ya lleva veinte días intentándolo, en jornadas y horas laborables y no laborables sin conseguirlo. Continúa su relato y me dice que, en todo ese tiempo, siempre recibe la misma respuesta automatizada: “En estos momentos no hay citas disponibles. En breve se pondrán al servicio del ciudadano nuevas horas para solicitar cita previa”.

Hace unos días me volví a reencontrar con mi vecino Nicanor y se me ocurrió preguntarle cómo iban sus gestiones. Al borde de un ataque de nervios me cuenta, que sin recibir respuesta del enlace remitido por el 012, se aventuró a navegar en busca de nuevas páginas web donde poder solicitar la puñetera cita previa. “-Y la encontré, vaya si la encontré”-, me dice Nicanor casi gritando. Me dice que encontró un asistente personal de la Generalitat para “agilizar” los trámites para solicitar una cita previa; casi nada. Sin poder evitar alzar la voz, me relata que hubo que rellenar un formulario. Todo bien hasta que tuvo que poner la fecha de nacimiento en una casilla con un desplegable arriba a la derecha que, al clicar, aparece el día y mes en curso del año 2023. Ya gritando me dice: “Imagina, si naciste en el 2000, tienes que retroceder mes a mes veintitrés años, eso son doscientas setenta y seis veces que tienes que clicar a la diminuta flechita de marras. Yo que soy de los sesenta, no puedes imaginar las veces que le di al botoncito. Cuando ya creía haber acabado, hay que demostrar que no eres un robot”. Ya, sin evitarlo y a voz en grito, el pobrete Nicanor me sigue contando “Tienes que rellenar un cuadradito con las letras y números que aparecen en una imagen, imagen propia del mismísimo Dalí. Los sietes parecen cincos deformes y los cincos sietes achaparrados. Y los círculos, ni te cuento, todavía no sé si los ceros son ceros o son oes”. Resopla, y sigue: “diez veces refresqué la imagen, pero vecino, creo que la he enviado, creo que pronto me contestarán. Me contestarán si tengo o no cita previa, todavía sigo a la espera”.

Escuchando a mi vecino y después de ciento noventa años, la cantinela de Larra no ha perdido actualidad. A pesar del aumento significativo de la eficacia en la administración pública, la imagen negativa del “empleado público ocioso”, también sintetizada por Larra en el “vuelva usted mañana”, todavía sigue muy viva en nuestra sociedad; si no que le pregunten a Nicanor.