El teleadicto

El catedrático

Antonio Sempere

Antonio Sempere

De Organización de las Empresas sabrá mucho, pero en materia de televisión ha demostrado ser un incauto. Me estoy refiriendo al célebre catedrático Daniel Arias-Aranda, que durante la primera quincena de enero parece haber descubierto la piedra filosofal de lo que ocurre en nuestras universidades. Su carta dedicada a los alumnos se ha convertido en fenómeno viral. Su frase «me dedico a engañar más que enseñar» se va a hacer tan célebre como la del «puedo prometer y prometo» de Adolfo Suárez.

Mi gran decepción vino cuando me encontré a este señor el 10 de enero en Todo es mentira. Si el docente está tan concienciado en la tarea de poner los puntos sobre las íes en materia de decencia pedagógica, lo primero que debió hacer es huir como de la peste ante la primera llamada del equipo de producción que recibió de un programa tan execrable.

En ocasiones, el medio es el mensaje. El solo hecho de ver a este señor dando explicaciones en este programa (a un presentador, no lo olvidemos, denostado en esas fechas, por su execrable actuación durante las campanadas), debiendo soportar las impertinencias, las «gracias» y los «chistes» de sus compañeros de mesa, mientras trataba una cuestión tan seria, tira por la borda cualquier buena intención de abordar con un mínimo de rigor el tema del comportamiento de los estudiantes españoles.

Como docente de la universidad pública durante los últimos 16 cursos, tarea que compatibilizo desde hace 30 con la de crítico televisivo, le aseguro al señor Arias que mis clases son simétricas: intento que mis estudiantes gocen tanto como yo de ellas, porque no hay dos repetidas. Las redes no las interfieren; no ha lugar. Cada sesión cobra vida propia. Yo sí enseño. Pero también aprendo.