Ver, oír y gritar

Ustedes eligen, amigos

Un trabajador limpia el escenario principal del centro de convenciones de Davos.

Un trabajador limpia el escenario principal del centro de convenciones de Davos. / EFE

Marc Llorente

Marc Llorente

En el «independiente e imparcial» Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza, bajo el lema «Cooperación en un mundo fragmentado», se celebró la semana pasada esa cita entre los principales líderes políticos, financieros y culturales del mundo. Se hace desde 1971 para asumir los retos globales, conformar agendas comunes y exponer recetas económicas. En esta ocasión en el complejo escenario que marca la incertidumbre. Cuando no es un pito, es una flauta. Guerra en Ucrania, crisis energética e inflación.

Ahí estuvo interviniendo el «okupa» Pedro Sánchez con su ovacionado discurso sobre la situación de los ciudadanos y de las grandes compañías que no pagan impuestos gracias a los paraísos fiscales y los vacíos legales permitidos. Solicitó ayuda a las élites para cambiar un orden injusto y muy desigual. Obtuvo felicitaciones por los resultados económicos en España, y se reconoció que nuestro país tiene uno de los crecimientos más fuertes de Europa, realidad que todos conocen menos aquellos a los que no les da la gana reconocer por oscuros intereses políticos y mediáticos y por las ansias de emponzoñar el clima. Solo les queda el arsenal de memeces y cerrilismos habituales.

Vean la carnaza fácil de la «ley del solo sí es sí», que requiere cambios eficaces para guiar la interpretación (errada, deliberadamente o no) de los jueces ante las rebajas de penas que muchos tribunales están dictando en las condenas a violadores. Si la ley permite lo contrario, porque hay sentencias en una y en otra dirección, ¿quién falla y por qué tipo de intereses? Falta clarificación y unificación. Como no puede ser de otro modo, esta ley solo pretende proteger a las mujeres y a las víctimas de agresión sexual.

Diversos ejemplares de la misma especie están muy interesados en que vaya mal todo con su amor a España, la democracia y la Constitución. Lo cierto es que solo velan por su interés y se tapan los oídos. No quieren escuchar. Pero volvemos al Foro de Davos, el encuentro del capitalismo mundial (los «socialcomunistas») que nos sitúa a la cabeza de una transición ecológica y digital gracias al Gobierno de Sánchez. Allí lo han dicho.

Otros organismos internacionales, como la Comisión Europea, dan también su bendición mientras, aquí, la derecha contaminadora de siempre le niega el pan y la sal. ¿Esta es la peor gestión de la crisis de Europa? ¿España es el farolillo rojo de la UE? ¿Este es el colapso económico español? ¿Así es la incompetencia del presidente del Ejecutivo de coalición? ¿Esto es dejar un pufo a las próximas generaciones? La cara dura de algunos es la historia interminable. Sin duda, ellos son el verdadero problema.

No quieren salidas sociales a las crisis, ni que se arregle nada en esa dirección. El bienestar de la gente se lo pasan por el forro de sus caprichos. Y algunos pican. Están en su derecho, claro, pero así es. Rechazan el compromiso y enarbolan la bandera del sacrificio ajeno. ¿Son lícitos los beneficios multimillonarios a costa de la ciudadanía? ¿Es mejor un mensaje reaccionario o uno progresista? Ustedes eligen, amigos.

Los pronósticos de la cumbre de Davos, respecto a un nuevo orden mundial, señalan un mundo fracturado en dos bloques, más desigualdad entre pobres y ricos… Y cabe hacerse otra pregunta. ¿El posible fin del neoliberalismo, como doctrina de libre mercado, y la continuidad de la estrategia proteccionista en el planeta? Los dirigentes empresariales no están nada eufóricos, y eso se une al cauteloso optimismo oficial.

Nadie es perfecto, sí. Sánchez habló en Suiza y las alabanzas a las reformas españolas no pudieron ser mayores para desgracia del antisanchismo de salón y callejero con bus y bocata incluidos. Por lo visto, solo a ellos no les valen las medidas desarrolladas para paliar los efectos de las crisis derivadas de la pandemia y la invasión de Putin en suelo ucraniano. Cuestión electoral simplemente con el risible catastrofismo de los conservadores de nuestro país, no los de fuera, que son mucho más cuerdos y dejan en ridículo total a los de aquí, que cada día nos ofrecen un estrambótico espectáculo.

El pregonero Núñez Feijóo no se cansa de divulgar un desolador panorama que choca con los ecuánimes enaltecimientos de otros. Una cosa es lo que hay y otra cosa es lo que les gustaría que hubiese. Es decir, la insolvencia, el ruido y la mala fe de algunos cabalgan en un potro desbocado. Ni recesión técnica, ni inflación récord, ni destrucción de miles de empleos por la reforma laboral. La realidad y los organismos oficiales no mienten. El club de comedias tontas del gran Feijóo sí lo hace. No es igual hacer reverencias a los más poderosos y perjudicar a la población que conseguir que arrimen el hombro y que los costes tengan un reparto más equitativo. ¿Elogios o abucheos?