La Cuarta Vía

Veranos de seis meses, pero Alicante sigue sin blindarse frente al cambio climático

La semana más gélida del año ha permitido, incluso, momentos de playa, pero la bonanza meteorológica se va a combinar cada año con gotas frías, sequías y temporales más intensos

La semana ha sido frío pero aún así hubo momentos con bañistas en las playas. En la imagen la del Postiguet en Alicante

La semana ha sido frío pero aún así hubo momentos con bañistas en las playas. En la imagen la del Postiguet en Alicante / Jose Navarro

F. J. Benito

F. J. Benito

Hoy hace una semana acabó Fitur, la Feria internacional de turismo de España, de capital importancia para la Costa Blanca, al igual que también lo es desde hace unos años Madrid Fusión, celebrada esta misma semana. Nuestro sector turístico, una vez más, ha podido subrayar que el principal atributo de nuestra oferta sigue siendo, pese a todo, la buena temperatura que garantiza sol y playa en cualquier mes (por muchas pegas que algunos quieran ponerles), lo que hace que seamos un destino atractivo los 365 días del año. Para comprobarlo, solo hacía falta pasearse hace dos domingos por el puerto de Alicante para ver la salida de la Ocean Race, disfrutar de una terraza al sol o darse un baño en la playa de Levante de Benidorm, donde el agua ha llegado a estar a 16 grados en pleno enero. Vamos, como en Brighton (Reino Unido) en el día más cálido del verano. Y así seguimos desde que este escribe pisó por primera vez Benidorm en 1980 y decidió quedarse para siempre.

Sí, terminamos enero, que es, junto a febrero, el mes más frío del año en la provincia de Alicante; pero, aunque haya hasta helado en los últimos días, que para eso estamos en invierno, la primavera sigue instalada a mediodía en la provincia, sobre todo en la franja costera. Son las sinergias positivas de ese cambio climático que según el Gobierno nos va a dejar sin agua en los próximos 50 años, pero que, por otro lado, hace que el sol y el calor hayan prolongado la temporada turística hasta casi las puertas de la pasada Navidad, permitiendo dos cosechas al año que ayudan a la balanza comercial de España y a las miles de familias que en Alicante comen del turismo y la industria agroalimentaria.

Pero ojo, como recordaba hace unos días Jorge Olcina, flamante director de la recién creada Cátedra del Cambio Climático Aguas de Alicante en la Universidad de Alicante, seguimos sin estar preparados para lo negativo que también trae el cambio climático.

El calor del que tanto nos quejamos el pasado verano genera pérdida de confort térmico y efectos sobre la salud humana. Hace unos años una investigación de los profesores David Martín y Jorge Olcina demostró la estrecha relación existente entre el aumento de afecciones cerebrovasculares con ocasión de la llegada de aire sahariano a la provincia de Alicante. Impresiones ratificadas el año pasado por el Instituto de Salud Global de Barcelona, que resalta la afección que los extremos térmicos van a tener en España debido al cambio climático, y en especial la subida de las temperaturas, que provocará muertes en las próximas décadas.

Es una consecuencia más de los efectos del calentamiento global que ya se están manifestando de forma evidente en Alicante desde el año 2000. Desde que comenzó este siglo muere anualmente más gente por calor que por frío en el mundo. De ahí que la Administración, la misma que día a día nos bombardea con mensajes pidiendo mesura ambiental y hasta excentricidades como que sustituyamos el chuletón por el mijo en nuestra dieta mientras poco o nada ha avanzado el sistema de gestión de residuos y reciclaje en los últimos 20 años, por ejemplo, debe tomar cartas en el asunto con urgencia. La provincia es un buen campo de pruebas.

Zonas de sombra y más arbolado en las ciudades, tanques de almacenamiento de agua, parques inundables -en Playa de San Juan de Alicante tenemos uno de los primeros de España- para retener riadas, diques costeros o, sencillamente, la no renovación de algunas concesiones en la primera línea del mar y, por supuesto, la garantía de abastecimiento de agua, uno de los problemas capitales en la provincia de Alicante, tanto para el abastecimiento urbano como para la agricultura. De momento, para esto último, el Gobierno central lo único que hacen es poner palos en las ruedas del carro por esa obsesión de sustituir el agua de los trasvases por la desalada. Un caudal que cuestionan incluso numerosos ecologistas y expertos.

Efectos de la gota fría del pasado noviembre en Benidorm.

Efectos de la gota fría del pasado noviembre en Benidorm. / David Revenga

El cambio climático va a provocar también, entre tantas cosas, la formación de más situaciones de gota fría sobre el Mediterráneo y que ocurran con más virulencia que hace unas décadas. De hecho, desde 1980, el número de gotas frías ha aumentado un 20% en el Mediterráneo, según la estadística del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante. Eso quiere decir que en cualquier época del año se pueden producir. Ya no es un fenómeno limitado al final del verano o el otoño, sino que pueden darse hasta en invierno. Para ello es clave la temperatura del agua del mar, que ha subido 1,4 grados desde 1982 frente a las costas de la provincia. Cambia la forma de llover. Llueve menos, pero de forma más intensa.

El catedrático Jorge Olcina subraya que el calentamiento del mar es imparable desde 1982, y obliga tomar medidas, difíciles, pero necesarias. Según este experto, el cambio climático va a provocar, por ejemplo, que tengamos un gran temporal marítimo cada dos o dos años y medio, cuando hace 20 años eran muchos menos frecuentes. Además, van a ser más intensos, y no solo en la generación de lluvias torrenciales, sino en la mayor virulencia del mar batiendo contra la costa.

Es urgente, por lo tanto, que se revise la Ley de Costas de 2013 que prorrogó las concesiones de viviendas y negocios hasta 75 años más. No se trata de que el nivel del mar vaya a subir sobremanera, pero sí aumentará la intensidad, fuerza y frecuencia de los temporales. Es un trabajo a medio/largo plazo, pero hay que actuar y proteger una primera línea litoral de la que no se puede expulsar a los ciudadanos con viviendas ya asentadas.

Otra prueba evidente la tuvimos el verano pasado, cuando el cambio climático causado por el ser humano hizo que las condiciones de sequía en la humedad del suelo fueran al menos 20 veces más intensas, lo que perjudicó la producción de cultivos y añadió más presión a los precios de los alimentos y a la propia seguridad alimentaria, esa que garantiza, dicho sea de paso, la huerta de Europa, señora vicepresidenta Teresa Ribera.

El verano fue uno de los más calurosos jamás registrados en Europa con más de 24.000 muertes relacionadas con el calor y trajo intensas olas de calor a España, partes de China y hasta América del Norte. Nadie va a librarse, es trabajo de todos, pero empieza en casa de cada uno.

También fue muy seco, y la sequía provocó una escasez generalizada de agua, incendios forestales y malas cosechas que llevaron a mayores precios de los alimentos, una vez más, así como impactos en el suministro de electricidad. Que se lo digan a los agricultores y al común de los mortales. Lo dicho, seguimos sin hacer los deberes y no hay un “planeta b”. Lo de las colonias en Marte dejémoslo para George Lucas.

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