Las crónicas de Don Florentino

El hermano Marino ha muerto

Juan Carlos Padilla Estrada

Juan Carlos Padilla Estrada

El hermano Marino Latorre ha fallecido a los 80 años. Fue director del colegio de los Maristas de Alicante, en la sede de General Mola -ahora Avenida de la Estación- allá por los prehistóricos años setenta. Actualmente estaba en Perú.

Los que fuimos a ese colegio lo recordamos con una mezcla de sentimientos.

El hermano Marino impartía Física y Química, y además era el director del colegio. En aquellos años se comenzaba percibir en el ambiente una cierta corriente de cambio, a la que no éramos ajenos los estudiantes de últimos cursos. El hermano Marino era un buen profesor y, sobre todo, un marista apegado a la disciplina, ya por entonces algo que comenzaba a pasarse de moda.

Muchos, entre los que me encuentro, tuvimos problemas con él, ya que oponíamos nuestra rebeldía juvenil y demasiadas ganas de diversión a su rigidez académica.

Estos días mis compañeros recuerdan una de sus frases favoritas: “Responsabilidad se escribe con R mayúscula”. Una de sus más temidas costumbres era castigar a los reincidentes el sábado “de sol a sol”: Asistir en soledad a una clase de estudio desde las 8:00 de la mañana a las 8:00 de la tarde.

Es cierto que los años dulcifican los recuerdos, y quizá el del hermano Marino este tamizado por ese tiempo transcurrido.

Pero lo cierto es que ahora su figura se agiganta como guardián de unos valores que intentó inculcarnos con mayor o menor éxito, pero que han dejado en nosotros un cierto poso que, con seguridad, nos ha hecho mejores. Esos valores que hoy en día echamos tanto de menos en las generaciones nos siguen. Ese esfuerzo que nos exigía y que nos ayudó en nuestros estudios posteriores y esa desconfianza en nuestro futuro que nos espoleó a todos a conseguir metas superiores a las que hubiéramos logrado si el hermano Marino no se hubiera cruzado en nuestro camino.

El hermano Marino decía también que la vida es un ejercicio de renuncia, porque al elegir algo hay que renunciar a lo demás, y seguramente no le faltaba razón.

Buen profesor, estricto y creo que buena persona, podremos discutirle muchas cosas, pero no que no haya dejado un cierto poso en quienes lo conocimos y a quienes nos educó. Yo deseo recordarlo como símbolo de un pasado en el que aún se valoraba el esfuerzo, la exigencia y una disciplina que no siempre entendíamos sus receptores.

Quizá si ahora existieran más hermanos Marino las generaciones que nos siguen llevarían impreso el marchamo del esfuerzo y la constancia, algo que solo se puede insertar en las edades tempranas y de lo que está muy alejado la cultura de la tolerancia, el subsidio y la laxitud educativa, laxitud que se contagia irremediablemente a todos los ámbitos de la vida.

Descanse en paz, hermano Marino.