La disciplina y el rendimiento personal

Archivo - Un hombre entrando a una oficina de empleo

Archivo - Un hombre entrando a una oficina de empleo / Carlos Luján - Europa Press - Archivo

Vicente Magro

Vicente Magro

Estamos en un momento de exigencia de impulsos personales y de apoyos individuales y colectivos para salir de las adversidades de la crisis. Y esa apuesta empieza siempre y parte de ser individual para pasar luego a ser colectiva. Pero si en el empuje y autoexigencia personal resulta imposible que la colectividad mejore y lo haga la sociedad. Si esta respuesta positiva de esfuerzo parte de determinadas personas de forma individual éstas mejorarán personalmente y destacarán, pero para que lo haga la sociedad es preciso un plus que se alcanza por el mayor número de personas que respondan a parámetros de mayor esfuerzo y compromiso, palabras que han empezado a estar en “desuso”, pero que cada vez son más importantes si, de verdad, se quiere empezar por despegar como grupo y como sociedad.

Pues bien, existe hoy en día una gran relación entre las personas que son disciplinadas y las que obtienen un alto rendimiento profesional en su actividad diaria. Y ello, por cuanto el valor que más se tiene en cuenta hoy en día en una actividad profesional es más la responsabilidad personal y disciplina del empleado o trabajador que la aptitud que pueda tener para determinados puestos de trabajo.

Es cierto que actitud, aptitud y rendimiento son los tres valores que posicionar a los profesionales en los puestos de vanguardia, pero resulta indudable que la capacidad inicial debe exigirse para esa actividad concreta. Es como la frase de que “el valor se presume” cuando se va a la batalla, porque en caso contrario sin capacidad “suficiente” no se puede desempeñar una actividad. Pero esta capacidad debe venir acompañada, también, de un elemento que es fundamental para un rendimiento óptimo del profesional, como es la disciplina y la responsabilidad y entrega en el puesto de trabajo que desempeña una persona.

Hay que tener en cuenta que las personas que son inteligentes, pero poco disciplinadas y responsables fracasan en el desempeño de su actividad, aunque tengan una gran capacidad para la misma. Pero no se puede rendir sin una disciplina y constancia en el esfuerzo diario. Por ello, la capacidad no sirve absolutamente para nada porque se queda en el mero hecho de tener grandes posibilidades, pero que no se desenvuelven en la práctica en una realidad palpable, al no plasmarse en esa exigencia de la disciplina y la responsabilidad para trasladar su alta capacidad al desempeño de la actividad laboral. En ese sentido, la empresa y la Administración pública ven mejores resultados laborales en aquellos que demuestran una alta disciplina y responsabilidad en su puesto de trabajo que aquellos que carecen de esto, y solamente se escudan en una capacidad inicial que han podido demostrar.

Ello debe entenderse así, porque la capacidad entendida de forma aislada solamente demuestra unos iniciales conocimientos de la materia que va a desempeñar el trabajador, pero que no refleja una actitud diaria de que esa capacidad va a ser ejercida con disciplina y con alto rendimiento profesional. Y resulta indudable que en los procesos de selección se prima la tendencia a valorar la capacidad, aptitud, actitud y disciplina y sobre estos pilares se desenvuelve el acceso hoy en día a puestos de trabajo, pero resulta indudable que la demostración de una gran capacidad de esfuerzo y disciplina en el trabajo son valores preeminentes en los procesos de selección laboral.

Además, hoy en día, el rendimiento profesional que procede de una alta disciplina y autoexigencia personal está relacionado con la línea de regularidad en el desempeño de la actividad laboral, de tal manera que el buen profesional se caracteriza por mantener una línea constante de esfuerzo y dedicación en el desempeño de su puesto de trabajo, y que asegura un alto índice de resultados, lo que conlleva que estas personas son muy demandados en las empresas y en el sector público. Y ello, a fin de que esa autoexigencia personal se demuestre en un elevado índice de resultados y de calidad.

En este sentido, quienes demuestran gran disciplina dan más rendimiento superando a aquellos otros que pudieron tener al principio mayor capacidad, pero que luego, por su bajo rendimiento y disciplina, no llegan a las cotas de exigencia requeridas, tanto en la empresa privada como le sector público. Así, en la empresa y en el sector público estos valores demuestran a las claras dónde y quién obtiene un alto rendimiento y dónde existe una merma de resultados y calidad en el desempeño del puesto de trabajo. Por ello, se exige la plasmación en todos los profesionales de aunar, tanto capacidad como disciplina, para poder mejorar la sociedad en la que vivimos y que tanto en la empresa como en el sector público, los ciudadanos que reciben servicios privados y públicos reciban una prestación de servicio de mayor calidad y con mejores resultados.