Tribuna

Ilustrísima señora Ayuso

Ayuso, abandonado el martes la Universidad Complutense de Madrid

Ayuso, abandonado el martes la Universidad Complutense de Madrid / Ricardo Rubio

Miguel Ángel Santos Guerra

Miguel Ángel Santos Guerra

La Universidad debe ser un faro moral para la sociedad. Un lugar donde se busca la verdad, se propicia el debate, se fustiga el error y se persigue el bien común. La Universidad tiene que formar a sus alumnos y alumnas para que, cuando lleguen a sus puestos de trabajo, sepan y quieran mejorar la calidad de la convivencia, garantizar la igualdad de derechos y oportunidades de todas las personas, y luchar por la equidad en la distribución de la riqueza.

En la Universidad Mayor de Chile (con sede en Santiago y en Temuco) participé en un proyecto denominado Buen Profesional/Profesional Bueno (BP/PB). No querían formar solo buenos médicos sino médicos buenos, no deseaban solo tener buenas periodistas sino periodistas buenas, no les importaba solo enviar a la sociedad buenas arquitectas sino arquitectas buenas… Es decir, importaba formar ciudadanos críticos y solidarios, técnica y éticamente competentes.

El poeta inglés John Edward Masefield, fallecido en Londres en 1967, escribió unas hermosas y certeras palabras sobre esta institución, unas palabras sobre las que deberíamos reflexionar y preguntarnos si responden a la realidad actual de nuestras instituciones universitarias.

“Existen pocas cosas terrenales más bellas que una Universidad.

Es un lugar donde aquellos que odian la ignorancia pueden esforzarse por saber, donde aquellos que perciben la verdad pueden esforzarse en que otros la vean, donde los buscadores y estudiosos, asociados en la búsqueda del conocimiento, honrarán el pensamiento en todas sus más delicadas formas, acogerán a los pensadores en peligro o el exilio, defenderán siempre la dignidad del pensamiento y del aprendizaje y exigirán valores morales a las cosas.

Los profesores dan a los jóvenes esa íntima camaradería que los jóvenes anhelan, y esa oportunidad de discusión infinita sobre temas que son infinitos, sin los cuales la juventud parecería una pérdida de tiempo.

Existen pocas cosas más perdurables que una Universidad”.

Las palabras del poeta (“defender la dignidad del pensamiento y el aprendizaje” por una parte y “exigir valores morales a las cosas”, por otra) hacen hincapié en los dos pilares de los que hablaba anteriormente.

Creo que la Universidad debería preocuparse por lo que sucede con sus egresados. ¿Han conseguido lo que se pretendía alcanzar? El diálogo de la institución con aquellos que terminan sus estudios en ella debería se intenso, riguroso y exigente. Esa sería la mejor evaluación institucional. Con tal de que si se comprobase que no se han conseguido los objetivos, no se culpase sistemáticamente a los aprendices. Esa sería una forma estupenda de reflexionar sobre la práctica docente y de ponerse en el camino de la mejora.

Cuando una Universidad premia o distingue a sus egresados y egresadas tendría que ser coherente con sus pretensiones iniciales. ¿Quiénes han conseguido la excelencia en la práctica profesional correspondiente? Es decir, ¿este exalumno o exalumna ha conseguido distinguirse en el ejercicio profesional para el que queríamos formarlo en las dos dimensiones esenciales que planteaba anteriormente?

Muchas instituciones alardean de la fama que consiguen algunos de sus egresados. El peligro está en atribuirse el mérito de los que triunfan y en desentenderse de las causas que les han llevado al fracaso. Son buenos profesionales por nuestro trabajo de formadores, son malos profesionales por su incapacidad o su pereza.

La Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense ha premiado hace unos días a ocho de sus exalumnos y exalumnas con la distinción de ilustres. Entre ellos y ellas está la presidenta de la Comunidad de Madrid, la ilustrísima señora Ayuso. Digo de ella que es ilustrísima, no ilustre. Hay aumentativos de un adjetivo que son menos que el adjetivo mondo y lirondo Lo mismo sucede también, por ejemplo, con la palabra ratón, ya que un ratón es más pequeño una rata. Al menos no lo es en el área del periodismo. Nada ha hecho para dignificar la profesión y convertirse en ejemplo para los futuros periodistas. Hace muchas declaraciones pero, a mi juicio, casi todas llenas de agresividad y desprecio contra el adversario político. Muchas de ellas se caracterizan por un sectarismo deleznable. “Socialismo o libertad” tiene el mismo rigor que “Ayuso o decencia”. 

La Facultad de Ciencias de la Información, debería distinguir como ilustre a aquel alumno, a aquella alumna, que esté ejerciendo la profesión de una forma brillante, teniendo en cuenta los dos criterios que apunté más arriba. A aquella persona que no solo domina y ejerce de forma rigurosa las competencias profesionales sino que las pone al servicio de la mejora de la sociedad.

Hay en esa distinción de la Universidad a la presidenta de la Comunidad madrileña tres problemas importantes.

El primero tiene que ver con el concepto de ilustre. ¿Quién es ilustre? ¿Por qué dice la Universidad que esta señora es ilustre? Sí, hace muchas declaraciones. Todas ellas, como decía, desde un sectarismo inquietante. El mundo se divide, para ella, en dos grupos de personas. Los buenos, que son los suyos y los malos que son los otros. Los listos que son los suyos y los tontos que son los otros. Los patriotas que son los suyos y los que quieren romper España que son los otros. Los libres que son quienes viven con ella en Madrid y los necios esclavos que son quienes viven fuera. ¿Eso es ser ilustre? Escuchen su discurso en la entrega de la distinción. Que vacuidad. Siento muchas veces vergüenza ajena por lo que dice y por cómo lo dice. En unas declaraciones de estos días se le escapó un andaron por un anduvieron que hubiera sonrojado a un escolar de primaria. En el discurso escrito aparece un “entorno”, en lugar de “en torno”, que es para echarse a temblar. ¿Ilustre?

Es importante a quién elige la Universidad para conceder distinciones. La Universidad Complutense nombró Doctor Honoris Causa (debería haberle nombrado Doctor Horroris Causa) a un delincuente como Mario Conde. A mi Universidad vino a dar una conferencia el señor Mario Conde y tuve un conflicto con el cuerpo de seguridad porque no dejaban aparcar a los profesores en los lugares habituales y porque no se permitía a los estudiantes acceder al paraninfo. Aquello no era un acto académico sino un espectáculo social. Para mí fue un escándalo. Por supuesto, no acudí a la conferencia. Me entristecía ver a mi Universidad deslumbrada por la gomina de un personaje que ya por entonces generaba clamorosas sospechas.

En el frontis de una Universidad de la ciudad mexicana de Guadalajara vi un lema que creo extensible a todas las Universidades del mundo: “Aquí tenemos que formar no a los mejores del mundo sino a los mejores para el mundo”.

El segundo problema tiene que ver con el proceso de nombramiento. La Junta de Facultad votó en favor de los elegidos y elegidas y el señor rector, a dedo, nombró a la señora Ayuso. saltándose los cauces democráticos. Y nombró persona ilustre a la presidenta de la Comunidad de la que dependen los presupuestos. Nombró persona ilustre a quien ha castigado a las Universidades públicas porque ella es muy de lo privado. En la sanidad, en la educación, en todo lo que se ponga por delante.

¿Hubiera aprobado la Junta el nombramiento de la señora Ayuso? No lo sé, pero lo dudo. ¿Por qué ella no pasó por el filtro democrático en el que está representada la comunidad universitaria? ¿Por qué, una vez estallado el escándalo, no explica el rector los criterios que utilizó para el nombramiento y el proceso excepcional que siguió con la señora presidenta?

El tercer problema es el cuándo del nombramiento. Porque estamos en precampaña electoral. No es el momento de encumbrar a quien va a ser votada por la ciudadanía para seguir en su cargo de presidenta de la Comunidad de Madrid. No es el momento. Ella misma podría haber renunciado a la distinción. Pero no, en torno a ella giró la ceremonia de entrega. Defensores y detractores se enzarzaron a gritos en la valoración de la distinción universitaria. Lo que hace falta es debate sosegad y no gritos ni empujones.

Estudié en la Universidad Complutense los tres años de la especialidad. Y luego fui profesor de la misma durante más de diez años. Me entristece el espectáculo de este nombramiento. Hubo discursos de algunos ilustres que han quedado eclipsados por la polémica suscitada con el nombramiento de la señora Ayuso. Escuchen las palabras del actor Antonio de la Torre. Es lo que tiene la popularidad y el populismo. La victoria electoral del pasado mes de mayo no dice nada, absolutamente nada, de la competencia profesional periodística de la señora presidenta, nada de su condición de ilustre. Una cosa es ser famosa y otra ser ilustre.