Ver, oír y gritar

Dos modelos sociopolíticos muy diferentes

Bandera de la UE frente a la sede de la Comisión Europea.

Bandera de la UE frente a la sede de la Comisión Europea.

Marc Llorente

Marc Llorente

Tienen una bola averiada de cristal con la que vienen jugando a ser adivinos. No aciertan ni una. Tampoco acertó Pablo Casado, a quien echaron hace un año tras su pelea con Díaz Ayuso, en medio de acusaciones cruzadas de corrupción y espionaje. Por fortuna para España y los españoles no se ha hundido el país como vaticinaron interesadamente, sino todo lo contrario, y eso pone de manifiesto, por si se dudaba, que existen dos modelos muy distintos. El choque no lo provoca el Gobierno de coalición. Lo producen quienes están enfrente con el hacha de guerra, sin la menor cultura democrática. O sea, «sectarismo o libertad», según entienden las derechas.

De tal forma, los amantes de la ley del más fuerte y de la falta de equidad, en vez del apoyo al más débil y a la mayoría, dicen esto. Los adalides de un orden injusto enarbolan esa bandera y defienden la jerarquía y el fomento de las desigualdades. Los partidarios de los intereses particulares y del enriquecimiento privado, no del bienestar común, esgrimen esta actitud y se disfrazan de hermanitas de la caridad al servicio de la población, cuando solo son abogados defensores de los más pudientes a fin de que lancen caramelos (amargos) al personal.

Quieren recuperar la economía y mejorar el respeto a nuestras instituciones, cosas que están a buen recaudo y avaladas por la Comisión Europea y otras instituciones. Fabrican una realidad ficticia, si bien el tiro les sale por la culata. Los hechos niegan lo que afirman indiscriminadamente. Vean que Bruselas da a luz el tercer paquete del plan de recuperación, que consiste en 6000 millones. Somos el primero de los socios comunitarios en conseguir más del 50 % de las ayudas europeas, lo cual significa que el Ejecutivo hace los deberes y otros, los aspirantes a gobernar, enfangan todo con la solvencia y la buena fe que les caracteriza, o vierten sombras de duda en Europa. ¿Verdad que merecen los votos por su eficacia y tesón?

Intentan desacreditar al vecino, pero se desacreditan ellos solos continuamente. En ningún otro Estado miembro tiene la oposición esta ridícula y penosa manera de actuar. Ustedes saben que esas ayudas anticrisis son esenciales para la transformación social, tecnológica y ecológica de nuestro país. «Rediseñar» la gestión de este dinero es lo que anhela Feijóo, una estrategia, junto a la deslealtad andante, que Europa contempla sin el menor entusiasmo y con perplejidad, ya que elogia el trabajo del Gobierno.

Un reparto «ideológico y arbitrario», a juicio de Ayuso. La afirmación contrasta, igual que en numerosas ocasiones, con el criterio de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, del Partido Popular, quien ha aplaudido habitualmente a España por cumplir con todos los objetivos marcados. Eso sí, el impacto real sobre estas macroinversiones puede llevar algún tiempo en percibirse.

En cualquier caso, la comisión de Control Presupuestario del Parlamento Europeo aterriza en España para analizar el despliegue de los fondos. No sin polémica. La presidenta del órgano es Monika Hohlmeier, eurodiputada del PP europeo salpicada por escándalos de corrupción y elegida por la derecha y ultraderecha. Manos sucias encargadas de controlar a las manos limpias. Ayuso se las frota con esta herramienta de ataque que espera convertir en un nuevo juego pantanoso a su favor.

El cuarto abono requerirá la reforma de las pensiones en torno a los años de cotización para el cómputo. Un asunto complejo que deberá ser sostenible. Suma y sigue. Para el quinto desembolso entrará en acción una reforma fiscal progresiva. Y las derechas seguirán a lo suyo, soltando fuegos artificiales. No pueden hacer otra cosa con su catecismo elitista y neoliberal en contraposición a las tesis de las políticas sociales.

El líder del PP, Núñez Feijóo, con la venia de Díaz Ayuso por ahora, es un ejemplo de moderación y preparación, de valor transformador y de buena política. Su dedo apunta a Pedro Sánchez por la situación de la sanidad pública con la frecuente huelga de médicos y de centenares de miles de personas en la Comunidad de Madrid. La culpa la tiene el Ejecutivo central, no aquel M. Rajoy que aplicó recortes durante su etapa, desde 2011 a 2018. O la inutilidad de Ayuso y de su fórmula de privatizaciones y más recortes. La misma que utilizó Feijóo en la Xunta. Sigue en pie. Es cierto que «no da igual quién gobierne porque no da igual quién legisle», indica este lúcido señor. Por eso sobran razones para no premiarle a él, a su partido y a los de idéntica especie.

El gasto en sanidad en esta legislatura se ha duplicado respecto al último presupuesto del PP. Las plazas de formación sanitaria especializada se han incrementado un 40 % desde que Sánchez accedió a la Moncloa, y en medicina de familia también hay determinación para revertir los recortes de plazas de la etapa del PP al frente del Ejecutivo entre 2011 y 2017. ¿El presidente es el responsable de las mareas blancas manifestándose? Esto es lo que ocurre. Pero vean algo más en la ruta de los continuos fulleros del barrio.

El principal «descrédito» del mundo empresarial lo patrocina el presidente de la CEOE, el sensible Antonio Garamendi, por el raquítico sueldo que obtiene en la patronal, de casi 400 000 euros anuales. Es una organización privada, sí. Al buen hombre se lo suben y él se opuso al aumento actual del salario mínimo. ¿Crecerá la economía subterránea por la subida? Persígase con firmeza. ¿Empleos que estén en la legalidad? Sí, claro. Un trabajo de calidad con sueldos dignos. En definitiva, dos modelos sociopolíticos muy diferentes. Aun transitando por el mismo territorio.