Europa sí escucha a Alicante en materia de inteligencia artificial

La rectora y Nuria Oliver con los europarlamentarios

La rectora y Nuria Oliver con los europarlamentarios / PILAR CORTÉS

Tomás Mayoral

Tomás Mayoral

No éramos lo suficientemente buenos a juicio del Gobierno español para ser sede de la Agencia de Inteligencia Artificial (IA), que finalmente voló a A Coruña, pero sí lo somos para Europa, cuyos expertos jurídicos, que están preparando la legislación europea sobre el tema, vienen aquí a entender la importancia de que la IA cuente con normas que permitan extraer lo bueno de esta tecnología protegiéndonos de sus riesgos. Los miembros de la comisión de Asuntos Jurídicos, JURI, del Parlamento Europeo aprovecharon ayer que Alicante vaya en vanguardia de las investigaciones sobre ética y legislación en inteligencia artificial, de la mano de Ellis Alicante y de la UA. Su rectora, Amparo Navarro, junto a los investigadores Nuria Oliver, Aurelio López-Tarruella y Manuel Desantes fueron atentamente escuchados por los juristas europeos, que se interesaron por cuestiones como la discriminación y la justicia algorítmicas, la trasparencia, la modificación subliminal del comportamiento humano y el impacto social que tienen los algoritmos, especialmente sobre las mujeres. La importancia de la investigación sobre inteligencia artificial se está haciendo en Alicante es enorme y esta visita lo demuestra. Es un hecho que la IA puede cambiar el mundo, pero no siempre para mejor si no está claramente fijado el marco en el que debe desenvolverse. Su popularización de la mano del omnipresente ChatGPT ha demostrado la magia de esta tecnología, pero también ha hecho aflorar algunos aspectos de sus rincones oscuros. La reciente implantación de la “criatura” de la compañía OpenAI en el buscador Bing de Microsoft ha demostrado que una IA puede cabrearse, insultar, mentir y manipular con el retorcimiento que cualquier mente humana podría hacerlo cuando se le somete a una excesiva presión o se la cuestiona. Es evidente que ChatGPT no es el HAL 9000 del “2001, una odisea en el espacio” de Kubrick. Estamos hablando de una tecnología en una fase muy temprana de pruebas y sus fallos ni deben ni pueden cuestionar el impacto positivo que va a tener la IA en nuestras vidas. Pero ese pequeño retazo de los problemas que puede plantear hace que su regulación legal deba ser exigente y puntillosa, mucho más allá de aquellas tres leyes de la robótica que Isaac Asimov imaginó hace 70 años y que han sido ampliamente desbordadas por las capacidades que prevemos va a tener la IA con la que tendremos que convivir.

Y una cosa más:

 Ayer, el Gobierno cumplió con la aplicación, con efecto retroactivo, del nuevo precio del agua desalada a 0,327 el metro cúbico, un euro menos de lo que había venido costando sin subvención

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