Vargas Llosa y los personajes

Vargas Llosa entra "muy contento" a la Academia Francesa y critica a Putin

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Jose María de Loma

Jose María de Loma

Me ha ocurrido a veces que uno de mis personaje se ha negado a aceptar su propio destino, dijo Vargas Llosa esta semana en el Festival Escribidores en Málaga. Fue leer esa frase abriendo de buena mañana el paquete de Donuts y no poder apartarme de ella en todo el día. Pienso en tantos y tantos personajes de Llosa. En cómo habrían sido en realidad concebidos por el escritor. En cómo evolucionaron. Pienso en él mismo, protagonista de tantas de sus inolvidables historias. A lo mejor alguna vez ha actuado en la vida de una determinada forma para ser mejor personaje. Tal vez alguna vez él mismo se haya pintado como personaje acometiendo empresas que no le correspondían.

Todos somos un poco personajes, unos un poco más que otros, aunque el término ha degenerado algo y se utiliza ora para ensalzar a alguien por su singularidad ora para zaherirlo. Menudo personaje estás tú hecho. Hoy el personaje de esta columna es Vargas Llosa pero él mismo se ha ido rebelando y autodeterminando y prefiere que la protagonista sea su obra, si bien también pugnan Flaubert y su Madame Bovary (a los que tanto citó el otro día) por copar nuestra mirada y captar la atención del cronista y ocupar y ocupar líneas.

«Decidí un día que la literatura fuera el centro de mi vida», dijo también en su intervención, lo cual igualmente lo coloca como personaje. Un personaje valiente, con la suerte de profesar una vocación tozuda y una tenacidad envidiable. El ‘sartrecillo’ valiente, lo llamaban sus amigos de joven, cuando era rojo y devoto de Sartre. Tenacidad envidiable, he dicho. Ahora me rebelo yo contra mí mismo y mi prosa porque querría escribir endiablada, por mucho que también sea envidiable. E inalcanzable. Pero los adjetivos salen de uno esta mañana como sin domesticar y a borbotones, asilvestrados. Pidiendo su autodeterminación sin referéndum. Indomables como Madame Bovary. Sin aceptar su propio destino. Ni porque lo dicte un escribidor.