El desliz

8M: Historias de dos trabajadoras

Pilar Garcés

Pilar Garcés

El feminismo es hoy un campo de batalla. Nos tendremos que poner a cubierto mientras nuestras generalas se afanan en bombardear el concepto ‘mujer’. Están tan ocupadas disparando fuego amigo que se olvidan del enemigo, ya veremos qué guerra van a ganar así. ¿Ha retrocedido el machismo entre el 8M del año pasado y este 8M? ¿Cuántos gramos se ha aligerado la carga de las mujeres trabajadoras en estos 365 días? ¿Nos ven los hombres como a sus iguales más hoy que ayer? ¿Hemos conseguido agrietar el techo de cristal o sangramos por los cabezazos? ¿Cuántas miradas amables hemos dedicado a nuestras congéneres en este tiempo? ¿Cuántas hemos recibido?

Una trabajadora viva.

Hace dos semanas, en Madrid, la policía detuvo a una mujer acusada de abandonar a su hija de cuatro años en su domicilio mientras ella estaba trabajando de madrugada. Pocas veces, o ninguna, es noticia que un padre haga dejación de sus funciones. La nota de prensa oficial incluía un vídeo de la madre con los grilletes puestos, entrando en la comisaría escoltada por dos agentes. El llanto de la niña había alertado a los vecinos, que dieron la voz de alarma. Los policías se la encontraron sola en una vivienda compartida, y cuando localizaron a la progenitora ella les reconoció que no era la primera vez que la dejaba sin vigilancia para no perder el empleo en un pub, su única fuente de ingresos. Se dijo que la pequeña solo había comido «un mendrugo de pan» en todo el día. Las tertulianas se aprestaron a poner el grito en el cielo, constatando que este delito de abandono de menores puede conllevar una pena de retirada de la patria potestad. La mujer de 23 años habló días después con el diario El País, y relató cómo salió huyendo del narco de su Colombia natal, y que ha sobrevivido cuidando personas mayores con graves dificultades acrecentadas por la pandemia, en un auténtico viacrucis de precariedad. Sin papeles ni asilo concedido, ni acceso a ninguna ayuda pública, al morir la última anciana en cuya casa habitaba se trasladó a la de su novio, que ahora está en el extranjero. Contaba que paga a otras personas para que le hagan canguros para poder irse a servir copas, pero que esa noche, y alguna antes, nadie le respondió. Había fallado en su puesto varios días seguidos porque su hija estaba enferma y no podía faltar más. Y entonces dejó a la niña dormida en su cama después de darle de cenar (negó taxativamente lo del mendrugo) rezando para que no se despertara, cosa que ocurrió. Puede que su mala decisión le cueste la tutela. Si la conciliación es una quimera para cualquier mujer, para las inmigrantes, para las pobres y para las solas mucho más.

Una trabajadora muerta.

Hace dos semanas, en Biarritz, la profesora francesa Agnès Lassalle, de 52 años, fue asesinada por un alumno en el aula. El chico de 16 años alegó después que había oído voces y la apuñaló mortalmente. Un suceso impactante y una alarma que se une a otras sobre la atención a la salud mental de los adolescentes hoy día. En primera línea de este problema, una docente ejemplar y entregada, una maestra de español que adoraba su labor y no le escatimaba horas. La educación era su vida, y fuera del trabajo poco más, eso decían los obituarios que le escribieron. Su esposo se encargó de desmentir un perfil tan magro y mostrar al mundo quién fue, además, esa mujer. Ante su ataúd y mientras sonaba una versión de Love de Nat King Cole, el viudo la sacó a bailar por última vez. Casi la pudimos ver abrazada a él, girando, pero las lágrimas no nos dejaron.

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