¿Recuerda cuando no nos entraba en la cabeza que el cerebro electrónico no admitiera algo que nos estaba pasando con la administración? «Cerebro electrónico» era el nombre que se daba a la computadora. La primera informática de uso corriente de la administración, con programas poco afinados y en manos de funcionarios poco diestros, prevalecía sobre el administrado.

-Mire es que usted no me sale en el ordenador.

Invisible en la pantalla equivalía a administrativamente inexistente.

La de insuficiencias administrativas que nos esperan en esta transición que estamos haciendo de citarnos a ciegas con una ventanilla (previa llamada) a la abolición de la presencialidad que nos pone en tratos con un robot autodiscriminador que nos hace preguntas y pruebas para que no seamos un robot y luego simula un trato con nosotros, limitado y obcecado, en el que o encajas en pulse 1, 2 o 3 o pasas en bucle a nada en ninguna parte.

No salir en el ordenador eximía al administrativo de culpa y de responsabilidad porque entre tu problema y su solución se interponía la brecha digital de una mala programación o de un mal uso y la excusa era el ordenador, pero ahora el rector de muchas decisiones informáticas responde al nombre doblemente intimidante de «inteligencia artificial». Y está solo. Tu problema, tu mierda, es considerado por algo capaz de manejar en un instante los datos de todo el país y en su tiempo libre te gana al ajedrez, vuelve en color las fotos de la abuela, habla como un catedrático, redacta correctamente a gran velocidad y, si le das los datos adecuados, hace una poesía o una imagen onírica muy aparentes. La inteligencia artificial que vamos topando en distintos aspectos de la vida, interesantes o importantes, decide sin que sepamos por qué y tiene sus sesgos hechos con datos tras su pantalla impenetrable, no como nuestros prejuicios, a la vista en nuestro vestir, votar, decir y operar en el banco. Hay una nueva patología individual, social, laboral y económica con un interfaz entre el algoritmo y nuestro corazón: la algorritmia.