La salud es lo que importa

Vicente Magro

Vicente Magro

Nada hay más importante hoy en día que la salud. Ni tan siquiera el trabajo, porque resulta evidente que sin salud no se puede trabajar, ni tan siquiera vivir. Por ello, cuando nos encontramos hace ahora ya tres años, -lo rápido que pasa el tiempo- y durante estos días de aquél 15 de Marzo de 2020 con el confinamiento para afrontar la expansión del coronavirus, todos nos dimos cuenta de que podemos prescindir de todos los servicios, menos el de la salud. Y en ese momento fue cuando se percibió la importancia de un buen sistema sanitario y de disponer unos buenos servicios médicos en la sanidad pública y la privada que tanto ayudaron en la lucha contra el virus y lo siguen haciendo de la mano hoy en día para atender a quienes se siguen contagiando de un virus que sigue ahí, y de otras enfermedades y dolencias que aparecen en los ciudadanos y que les cambia por completo la vida, porque cada día son más y más graves los problemas de salud de los ciudadanos.

Sirvan estas líneas, por ello, para recordar que no hay que darse cuenta de la importancia de la sanidad solo en épocas de urgencia, como aquellos meses largos que afrontó el país de enfermos y fallecidos por el COVID, sino que siempre hay que asumir que el servicio más importante es el sanitario, ya que no hay otro con mayor relevancia en el devenir de una sociedad que la sanidad y los hombres y mujeres que, desde el más alto responsable de un hospital, o centro médico, hasta el de menor responsabilidad, son las personas más importantes en un país. Porque sin ellos, el resto de ciudadanos no pueden hacer creer la economía, o enseñar en las escuelas, no pueden trabajar en cualquiera de los servicios públicos que tiene la Administración Pública, como Ayuntamientos, Comunidades Autónomas, impartir justicia, Hacienda, etc. Nada puede seguir adelante si las personas que en cualquier servicio trabajan está sana y en condiciones para atender su puesto de trabajo.

Con ello, la salud es lo más prioritario hoy en día en un país, y todas las ayudas, esfuerzos y reconocimiento del gran trabajo que se realiza en la sanidad pública y la privada son pocos para unas personas que tienen la alta responsabilidad, desde la más alta función gerencial de un centro sanitario hasta cualquiera de los enfermeros/as que atienden a los pacientes, de permitirnos a los demás afrontar nuestro trabajo en las debidas condiciones de salud.

Por ello, a veces le damos una gran importancia a cosas que no la tienen tanto como la salud, y vemos cómo las personas se enfrentan unas a otras por la creación y conquistas de núcleos de poder, pero sin darnos cuenta de que, al final y al principio, todo eso es relativo y no tiene ninguna importancia cuando una de las personas que pugna por aspirar y conseguir una meta concreta se enfrenta a un problema de salud y asume que hay que relativizar todo y bajar los niveles de beligerancia para que nos importe lo que merece la pena, y que es, por encima de todo, la salud.

Sin embargo, lo que ocurre en el análisis de este tema es que cuando la gente se da cuenta de que lo que importa es la salud, más que sus enfrentamientos con los demás, es cuando llega a tener un problema de salud y es cuando relativiza todo. Y, a partir de ahí, le cambia la perspectiva de las cosas y la forma y manera de enfocarlo todo. Pero lo malo es que cuando la gente está en la “batalla” del día a día se llegan a creer que son inmortales y que nunca van a morir. De suyo, parece que llegan a pensar que lo que están haciendo lo realizarán toda su vida y, por ello, llegan a defender su “territorio” de poder como si les fuera la vida en ello, sin darse cuenta de la temporalidad de la actividad que están desempeñando y que no van a heredar nada de lo que defienden con artes y fórmulas que no son las más apropiadas para afrontar la búsqueda de soluciones a los problemas de la vida. Y puede que, al final, los problemas de salud le vengan por esa virulencia que lleva el enfrentamiento diario contra todo y contra todos, que es lo que le hace ser vulnerable ante la bajada de las defensas y esfuerzos empleados en todas las guerras personales y colectivas que muchos ciudadanos llevan consigo.

Por todo ello, la reflexión acerca de los órdenes de prioridades es clara, pero el problema es que algunos se dan cuenta de todo esto demasiado tarde. Incluso cuando ya ni tan siquiera pueden rectificar. Por ello, más apoyo y reconocimiento a la sanidad pública y la privada y menos enfrentamientos personales y colectivos.