En pocas palabras

A Málaga por Madrid

En imagen de archivo, un pasajero en el AVE.

En imagen de archivo, un pasajero en el AVE. / Rafa Arjones

Antonio Sempere

Antonio Sempere

Verlo para creerlo. Han transcurrido 31 años desde la Expo 92, con la que se inició el disparate de la Alta Velocidad radial en España. Pero todavía hoy para viajar desde Alicante hasta Málaga hay que pasar por Madrid. Durante los 25 años precedentes que asistí al Festival de Málaga realicé el trayecto por Alcázar de San Juan y Ciudad Real. Soy cabezón y tengo mis principios.

Este año, por fin, he probado la combinación AVE + AVE. En el momento de sacar el billete, en plenas navidades, la amabilísima taquillera que me tocó en suerte me ofreció, solidarizándose conmigo, un combo que evitaba ir a Chamartín tanto a la ida como a la vuelta. Piqué.

Pero una y no más, Santo Tomás. Qué desastre de viaje. Trenes abarrotados de personas y de equipajes (¿pero a dónde se va la gente?). Con lo ligero que me muevo yo, prácticamente con lo puesto. Las colas para embarcar en Atocha parecían las de la terminal de Barajas. Eternas. Una vez dentro del vestíbulo, ni una triste silla donde amortiguar la espera. Qué estampa, la de centenares de personas de pie. Aunque lo peor estaba por llegar. Apenas inició la marcha desde Madrid hacia Ciudad Real, el AVE se detuvo. Al cabo de veinte minutos, la tripulación informó que se debía a una avería de la catenaria. Los veteranos comentaron que suele ocurrir. Al llegar con más de 30 minutos de demora, tuvimos derecho a la devolución del billete. A diferencia de los Media Distancia que disponen de enchufe, estos AVE no tienen donde cargar el portátil. Hipnotizados con sus Tablets, los usuarios parece que no los echan de menos. A mí no me vuelven a pillar. Y de los ‘low cost’, líbranos Señor.