Sumar, en camino

Yolanda Díaz, durante la segunda jornada de la moción de censura al Gobierno de Pedro Sánchez.

Yolanda Díaz, durante la segunda jornada de la moción de censura al Gobierno de Pedro Sánchez. / EPC

Antonio Papell

Antonio Papell

La infausta moción de censura instada por Vox y escenificada por Tamames ha servido al menos de plataforma de partida de Yolanda Díaz, en su papel dirigente del bloque situado a la izquierda del PSOE, que la propia ministra de Trabajo ha denominado atinadamente «Sumar», un término en efecto descriptivo de lo que ha de ser la organización política llamada a agrupar a todo el sector ideológico a babor del PSOE.

Es su meditado discurso del martes, pocos días después de haber anunciado la presentación en sociedad de Sumar el próximo 2 de abril, Yolanda Díaz se salió de su especialidad ministerial, y en su réplica al “profesor Tamames”, que acababa de lanzar un patético dictamen que en nada se parecía al proyecto político que por lógica ha de exhibir el candidato a una investidura presidencial, no escatimó elogios a sus conmilitones de gabinete, en busca de una convergencia que todavía está lejos de haber acaecido, aunque es evidente que prevalece, abstracta, la idea de que la unión es necesaria para consolidar una opción que, sumada al PSOE, permita el éxito electoral de la izquierda y por tanto la continuidad en el gobierno de la nación. Tras elogiar a algunos ministros socialistas, como la vicepresidenta Nadia Calviño, de su compañero Alberto Garzón, ministro de Consumo y líder de IU, destacó haber sabido conseguir “la regulación de aquello que parecía imposible”, en referencia a las casas de apuestas. A Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales y número uno de Podemos, le agradeció el cambio de paradigma de la atención a la dependencia. A Irene Montero, ministra de Igualdad y número dos de Podemos, le agradeció la defensa de “los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres”. La glosa de todos estos méritos y la defensa de singulares logros gubernamentales como la reforma laboral y el incremento significativo del SMI, entre otros, ha representado la asunción de un papel transversal que le corresponderá asumir dentro de poco.

Yolanda Diaz, militante del PCE, miembro de Izquierda Unida, ministra de trabajo desde enero de 2020, cuando se estrenó el primer gobierno Sánchez, y vicepresidenta segunda del gobierno desde la salida de Pablo Iglesias del mismo en julio de 2021, fue elevada a este rango por el propio Pablo Iglesias en sus decisiones testamentarias. Además, quiso asimismo que le sucediera al frente de Unidas Podemos. Cuando se produjo aquella designación en marzo de 2021, Iglesias había ya decidido dimitir del gobierno para presentarse frente a Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid, y echó flores sobre quien iba a ser su epígono: dijo de ella que era “la mejor ministra de Trabajo de la historia de nuestro país” y añadió: “creo que digo algo que sienten millones de personas de izquierdas en España si digo que Yolanda Díaz puede ser la próxima presidenta del Gobierno de España”.

Ahora llega el momento de llevar a la práctica el proyecto de unión, pero todo indica que la génesis de «Sumar» se lanzará demasiado pronto. En efecto, «Sumar» no tiene sentido en las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, a las que concurrirán de forma muy desigual las diferentes organizaciones que deberán sumarse después para formar un frente común en las generales. En muchos ayuntamientos, Unidas Podemos competirá con formaciones afines: con Más Madrid en la capital del reino, con los comunes en Barcelona, etc.

Por otra parte, Podemos exige que se tenga en cuenta su envergadura real y el número de militantes, y al mismo tiempo que los cargos electivos se provean mediante primarias. Las dos pretensiones son razonables, y deberán encajarse mediante un proceso de negociación que no será fácil pero que resulta indispensable. Con ocasión de la moción de censura se ha destacado que no tiene sentido que unas organizaciones políticas que coinciden en el 90 % de los temas sean incapaces de gobernar juntas pacíficamente. Y en este caso, el asunto no es banal en absoluto. Salvo alguna improbable sorpresa, tras las próximas elecciones generales gobernará uno de los dos bloques, el de los partidos conservadores o el de las organizaciones progresistas, de tal manera que si el espacio situado a la izquierda del PSOE no encuentra una conformación adecuada, como pasó en las últimas andaluzas, la hegemonía de la derecha será inevitable.

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