Encalao en el terrao

Torrevieja y Santiago Ramón y Cajal

El cronista rescata la memoria del homenaje multitudinario que en 1922 recibió el premio Nobel de la mano de uno de sus discípulos en Torrevieja

Descubrimiento de la lápida en Homenaje a Santiago Ramón y Cajal. Torrevieja, 4 de junio de 1922.

Descubrimiento de la lápida en Homenaje a Santiago Ramón y Cajal. Torrevieja, 4 de junio de 1922. / Foto: A. Darblade – Colección de F. Sala

Francisco Sala Aniorte

Francisco Sala Aniorte

El 1 de mayo de 1852 nacía en Petilla de Aragón (Navarra), es por ello por lo que este año se celebra el 170 aniversario de su nacimiento. En 1903 obtuvo el premio Nobel en Medicina por haber descubierto los mecanismos que gobiernan la morfología y los procesos conectivos de las células nerviosas, una nueva y revolucionaria teoría que empezó a ser llamada la «doctrina de la neurona», basada en que el tejido cerebral está compuesto por células individuales. Lo que poca gente sabe es que en 1909 visitó Torrevieja invitado por su alumno Francisco Escribano Ramón de Moncada, médico titular y director de sanidad marítima de Torrevieja desde 1906. Cajal llegó a la población a finales de agosto, llevado de la mano de su discípulo, que le hizo los correspondientes honores, descubriéndoles sus gentes, sus calles y sus playas.

En el año 1922, organizado por el doctor Escribano, Torrevieja se sumó al homenaje nacional que se le tributó al sabio Santiago Ramón y Cajal al cumplir setenta años y por el mandato de tener que dejar por jubilación la cátedra que desempeñaba en la Facultad de Medicina de Madrid. El comité organizador del homenaje había invitado a todos los ayuntamientos de España para que dieran a una de sus calles el nombre de tan preclaro hombre de ciencia.

El domingo, 4 de junio, una comisión de jóvenes torrevejenses conocedores de los relevantes méritos y virtudes que concurrían en el gran histólogo y sabio hombre de ciencia, acordaron tributarle un homenaje de respeto y admiración. La cooperación municipal, adhiriéndose a la idea, acordó por unanimidad, poner el nombre de Ramón y Cajal a la hasta entonces llamada calle de la Emerenciana, paralela al paseo de la Rocas, entonces en construcción.

TORREVIEJA Y SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL

TORREVIEJA Y SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL / FranciscoSalaAniorte

Los vecinos engalanaron sus fachadas con banderas y colgaduras en sus balcones y rejas, y a las seis de la tarde todo el pueblo acudió al descubrimiento de la lápida, que debía perpetuar la memoria del sabio catedrático. En la casa de Manuela Talavera poseía al principio de la calle, se colocó orlada con laurel una lápida de mármol blanco con la siguiente inscripción en relieve: «Calle del doctor Santiago Ramón y Cajal insigne histólogo español gloria de la ciencia». La inscripción se hallaba cubierta por la bandera española y sobre ella ondeaba otra enseña de la patria.

A las cinco y media salió del ayuntamiento la banda de música municipal tocando alegres pasodobles, dirigiéndose a la calle destinada a recibir el nombre del honroso científico; allí también marchó desde la Casa Consistorial la comisión organizadora junto al alcalde, concejales y autoridades civiles y militares, y demás invitados.

Al llegar al comienzo de la calle que iba a llevar el nombre de distinguido científico el silencio. En la tribuna instalada, en representación de la comisión el oficial de telégrafos Balbino Barceló, que hizo un discurso grandilocuente poniendo de relieve los innumerables éxitos que Cajal había obtenido en su carrera; dando las gracias a cuantos habían contribuido al esplendor del acto. A continuación, hizo uso de la palabra Francisco Escribano Ramón de Moncada, como discípulo del homenajeado, y con emoción recordó su juventud cuando recibía a diario las enseñanzas del ilustre Cajal que ya era conocido como un gran talento por sus geniales descubrimientos.

Con mucha elocuencia relató Escribano algunas anécdotas de Cajal y los innumerables descubrimientos que llevó a cabo muy principalmente en el sistema nervioso y el sin número de premios concedidos. Dio fin a su discurso ensalzando la extraordinaria voluntad de Ramón y Cajal que consiguió con su talento hacer una verdadera revolución dentro del campo de la ciencia.

El médico Manuel Gallud, persona que propuso hacerle este homenaje, dio las gracias al alcalde por hacerse eco de la iniciativa y darle toda clase de facilidades para el mayor éxito de la empresa, dando prueba fehaciente de su amor a la cultura; también a todos los que con su donativo contribuyeron a los gastos que ocasionó la fiesta y en especial a los donantes de posición modesta. También dio reconocimientos a todas las autoridades, personalidades e invitados que con su presencia honraron el acto y muy especialmente al elemento obrero, hijos del trabajo que ennoblecidos en la ruda labor diaria aprovecharon sus pocas horas de asueto en rendir pleitesía a la ciencia objeto del homenaje.

El alcalde Rafael Sala García, al descubrir la lápida que se hallaba artísticamente adornada con flores, pronunció elocuentes palabras, sonando una salva de aplausos al tiempo que la banda municipal interpretaba la Marcha Real. Por último, Francisco Escribano, como discípulo de Santiago Ramón y Cajal, dio a conocer la vida del eminente médico y los grandes adelantos que con sus estudios había proporcionado a la ciencia médica. A continuación la banda municipal de música amenizó el acto con un concierto. Terminada la ceremonia, el alcalde obsequió a la comisión organizadora del homenaje con dulces, licores y habanos, terminando con una fiesta en el salón principal del Casino. El acto fue reseñado en la prensa provincial y murciana, dando clara idea de lo grandioso que resultó el homenaje.

El alcalde, contribuyó con veinticinco pesetas a la suscripción abierta para atender los gastos; y con todas las donaciones recibidas se recaudaron un total de 194 pesetas. Añadir que, María Pastor de Ramos regaló la seda y la confección de las borlas, Susana Aguirre cooperó con su trabajo en el mayor éxito del homenaje, Teresa Esquiva proporcionó el laurel empleado en orlar la lápida, Alberto Ramos confirió los mantos, anillas y cáncamos que hicieron falta, y Ildefonso Torregrosa obsequió una divisa de bandera. Un superávit resultante de 13,05 pesetas se entregó como limosna a la conferencia de San Vicente Paul.

En agradecimiento al homenaje, Santiago Ramón y Cajal envió una carta al alcalde de Torrevieja: «Mi distinguido amigo: con íntima satisfacción he recibido la noticia de que ese ilustre Concejo ha acordado bautizar con mi nombre una calle del pueblo de Torrevieja. Tan alta prueba de consideración me enorgullece como español y como hombre de Laboratorio porque demuestra la cultura de ese municipio y su noble y patriótico deseo de honrar y enaltecer a la ciencia española y a su más modesto cultivador. Tenga V. la bondad de dar en mi nombre las más cordiales gracias a sus dignos compañeros de corporación y V. reciba con la expresión de mi reconocimiento, el testimonio de mi altísima consideración y profunda simpatía. S. Ramón y Cajal.- Rubricado.”

Rafael Sala García, contestó:

«Torrevieja 7 de junio de 1922. Ilmo. Sr. Don Santiago Ramón y Cajal. Muy respetable Señor mío: Conmovida por la inmerecida honra que me dispensa al hacerme intérprete de su consideración y simpatía ante este Concejo por el acto que como justísimo Homenaje en su honor y el de la Ciencia realizó el día 4, debo decirle que, cumplida fielmente aquella misión, todos me encaran le abrace cariñosamente formulando así mismo fervientes votos para que su preciosa villa sea lo más larga, dulce y tranquila que su propio bien y el de la Ciencia reclaman. Con la mayor admiración y respeto soy de V. atento S. S. R. SALA”

Santiago Ramón y Cajal, por medio de otra misiva, dio las gracias a cuantos cooperaron a la fiesta:

«Sr. D. Manuel Gallud. Estimado amigo. He recibido el número de ‘Albores’ en donde, con pluma ágil y brillante da V. cuenta de la fiesta celebrada en Torrevieja con ocasión del homenaje con que muchos buenos españoles han querido honrar, en mi modesta persona, la ciencia nacional. Tenga usted la bondad de transmitir a todos los oradores, es decir, a don Rafael Sala a quién ya tuve el honor de escribir, al Dr. Balbino Barceló, a mi querido discípulo Escribano R. Moncada, y a cuantas personas realzaron con su asistencia tanto el acto de la de la colocación de la lápida como la sesión solemne del Ayuntamiento, las más cordiales gracias y un saludo lleno de efusión. Le envío un abrazo su amigo agradecido, S. R. Cajal».