Nuestro señor Feijóo, sálvanos

El presidente del Partido Popular, Alberto Nuñez Feijóo, saluda a simpatizantes de su partido en la presentación del programa electoral del PP para el 28M, a 26 de marzo de 2023,  en Guadalajara, Castilla-La Mancha, (España).

El presidente del Partido Popular, Alberto Nuñez Feijóo, saluda a simpatizantes de su partido en la presentación del programa electoral del PP para el 28M, a 26 de marzo de 2023, en Guadalajara, Castilla-La Mancha, (España). / Rafael Martín - Europa Press

Marc Llorente

Marc Llorente

La moción de censura (o la censura contra una casposa moción) le ha sentado bien a Pedro Sánchez, a una pletórica Yolanda Díaz y a todo el Gobierno de coalición progresista. Los exabruptos de Abascal y la trastienda de Vox quedan un poco más retratados con ayuda de un Ramón Tamames que aireó el «feminismo» de Isabel la Católica, y el PP de Núñez Feijóo, que controla Díaz Ayuso, ejerció el papel de Poncio Pilatos lavándose las manos y poniendo más aún en evidencia la inutilidad de esta ruidosa oposición que echa cortinas de humo en su permanente intentona de tapar los logros ajenos, pensando que eso y reírse del vecino dan puntos para poder gobernar y seguir haciendo de las suyas contra la mayor parte de la población. No sé si recuerdan la etapa de M. Rajoy por poner un oscuro ejemplo palpable y no muy lejano.

Decíamos que la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, una figura intermedia en el Ejecutivo, entre el PSOE y UP con perfil «presidencial», despliega diariamente sus alas y el equipaje de la plataforma Sumar. Va a tener su protagonismo durante la Presidencia de la Unión Europea por parte de Sánchez, lo que tensionará las relaciones con el partido morado, que se verá fuera del foco mediático, cosa que los socialistas pretenden en favor propio y de la ministra, cuya marca consta en numerosas leyes y reformas orientadas a proteger a las clases medias y trabajadoras.

Esa «paz social», en tiempos convulsos que no dejan de latir, contrasta con las manifestaciones callejeras y las dos huelgas generales contra la reforma laboral y otras políticas de recortes de don Mariano. Aquí las protestas han sido principalmente contra las empresas en algunos sectores, por inflar los precios y olvidarse de subir salarios, y siguen activas contra la ilustre Ayuso y el benefactor Bonilla, respecto a la nefasta gestión de la sanidad pública en sus correspondientes comunidades. Mareas sanitarias en Canarias también con el presidente socialista Ángel Víctor Torres, tras décadas de dificultades. Y en general la enorme brecha de salud entre ricos y pobres. O las mareas verdes en Madrid y Cádiz contra la escasa financiación a la educación pública.

El presunto líder de la cenagosa oposición, Feijóo, añora las tijeras de aquella época y elogia la reforma francesa de las pensiones (no la española), que está produciendo actos de violencia en el país vecino. En España ya ven los claros intentos de garantizar pensiones dignas e ingresos suficientes para el sistema. Hasta el comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, le ha hecho saber a este hombre la necesidad de un diálogo constructivo sobre el plan de recuperación español. ¿A qué va Feijóo a Bruselas? A hacer el ridículo de la misma forma que él y los suyos lo hacen aquí sin pudor alguno.

Cualquier medida positiva y los avances laborales y sociales, avalados por Europa, se les atragantan porque van en sentido contrario a lo que ellos hacen y seguirían haciendo. No tienen la menor cultura democrática. Corte de mangas al grueso del pelotón y ejercer de peones de los beneficios multimillonarios de unos cuantos. Así, el motor del estado de bienestar no funcionaría adecuadamente, y los recortes, la subida de la edad de jubilación y otra congelación de las pensiones serían una realidad. Poderosas sinrazones para que la gente de a pie vote a favor del PP. Este es su programa al lado de Vox. La trampa y la pesadilla son ellos. Y la cara opuesta es la España de hoy.

El «desprestigio» internacional del presidente Sánchez salta a la vista en Europa, donde le ponen la alfombra, o en la reciente Cumbre Iberoamericana, preludio de la cumbre entre líderes europeos y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que impulsa nuestro país y que se celebrará en julio en Bruselas. La próxima parada de Sánchez será en Pekín con Xi Jinping, quien presentó recientemente a Putin su plan de paz con Ucrania, que incluye el fin de las sanciones unilaterales y el respeto a la integridad territorial. Ese va a ser el principal tema de debate en un encuentro que ojalá sirviese para buscar un alto el fuego permanente y justo y concluir la guerra.

Volviendo a la Cumbre Iberoamericana, «nuestro señor Feijóo», en los brazos del nacionalevangelismo de una ultrapastora que mezcla febriles ideas religiosas y políticas, ha vuelto a meter la gamba al cuestionar la presencia de Sánchez (con Felipe VI en la misma mesa). González Pons sopla la llama creada por su líder de pacotilla e indica, por decir algo, «la condescendencia del Gobierno con regímenes opresores». ¿Defender los derechos humanos y la justicia social es rendir pleitesía? Dice el mayordomo de Ayuso, viéndose en el espejo cóncavo de sus propias palabras, que «utilizan sus pueblos no para mejorar y prosperar, sino para mejorar y prosperar ellos». Discusión aparte sobre este asunto, eso es lo que dominan a la perfección la derecha extrema y la extrema derecha. A los hechos nos remitimos. Entretanto, Sánchez progresa adecuadamente.