Y si no es ahora, ¿cuándo?

Brindar por Europa

Nuestro propio país se ha beneficiado, muy especialmente, de su incorporación al proyecto europeo. No habríamos alcanzado los niveles de crecimiento económico y progreso que hemos conquistado en las últimas décadas sin nuestra integración en Europa

Bandera de la Unión Europea, en imagen de archivo

Bandera de la Unión Europea, en imagen de archivo / INFORMACIÓN

En esta ocasión no me ha costado mucho decidir a qué tema iba a dedicar esta tribuna que escribo con periodicidad aproximadamente quincenal, pues dentro de dos días –pasado mañana, martes 9 de mayo-, se celebra el Día de Europa. Como europeísta convencido desde hace muchos años –ya en el verano de 1985, siendo entonces un joven estudiante universitario, tuve ocasión de visitar las principales instituciones europeas en Luxemburgo y Bruselas durante un curso sobre la integración de España a la CEE, que se produciría el siguiente 1 de enero de 1986-, quisiera poner sobre el papel algunas reflexiones sobre el acierto de la construcción europea.

Conmemoración

Como es bien sabido, el 9 de mayo se conmemora el aniversario del célebre discurso pronunciado en 1950 por el entonces ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman -persona, por cierto, de profunda religiosidad y convicciones cristianas, de quien la iglesia católica ha iniciado incluso su proceso de beatificación-, que, con la finalidad de contribuir a la paz y de que no volviese a haber confrontaciones bélicas sobre el suelo europeo como las dos que se habían vivido en el siglo XX, lanzó la iniciativa que en pocos años conduciría a la creación de lo que inicialmente se denominó Comunidad Económica Europea y hoy es la Unión Europea.

"La integración europea estos setenta años ha contribuido al crecimiento económico y la mejora del bienestar de todos los países europeos y ha mejorado la cohesión territorial reduciendo diferencias entre regiones"

Pienso que se trata, sin duda, de un acontecimiento que merece la pena celebrar. La integración europea que se ha desarrollado durante estos setenta años ha contribuido decididamente al crecimiento económico y la mejora del bienestar de todos los países europeos, ha mejorado la cohesión territorial reduciendo las diferencias entre las regiones más pobres y las más ricas de Europa, y ha fortalecido la democracia y el respeto a los derechos humanos en todo el continente europeo, proporcionando también una eficaz ayuda durante sus procesos de transición a las naciones que salieron del comunismo en los años 90. Y ha contribuido también a la paz: aunque hoy estemos viviendo una dramática guerra en suelo europeo provocada por la invasión rusa de Ucrania, no se puede olvidar el hecho de que dos naciones secularmente enemigas como Francia y Alemania, que se habían enfrentado repetidamente por las armas a lo largo de la Historia, ya no han vuelto a hacerlo, y no hemos tenido que vivir una nueva guerra mundial.

España

Nuestro propio país se ha beneficiado, muy especialmente, de su incorporación al proyecto europeo. No habríamos alcanzado los niveles de crecimiento económico y progreso que hemos conquistado en las últimas décadas sin nuestra integración en Europa, y no habrían sido posibles la modernización de nuestras infraestructuras ni el desarrollo de las regiones menos prósperas de España sin los fondos europeos que hemos venido recibiendo de forma constante a lo largo de todos estos años. En otro orden de cosas -quizás no tiene tanta importancia desde el punto de vista económico, pero creo que sí desde la óptica educativa y cultural-, muchos jóvenes españoles han podido beneficiarse del enriquecimiento personal que les han brindado los intercambios juveniles y las salidas a otros países europeos en el marco del programa Erasmus.

Por todo ello, estoy convencido de que merece la pena celebrar el Día de Europa. Pienso que es muy importante que contribuyamos al fortalecimiento de la identidad europea entre todos los ciudadanos, especialmente los jóvenes. En este sentido, aplaudo todas las iniciativas que desarrollan los Centros educativos y las entidades sociales que, con ocasión del Día de Europa o de otros acontecimientos, ayudan a difundir el sentimiento de pertenencia a Europa. Una nota a pie de página: hasta en el país europeo menos europeísta, el Reino Unido, hoy las encuestas revelan que la mayoría de los ciudadanos se encuentran arrepentidos de su decisión de abandonar la UE.

Bandera de la Unión Europea junto a la de países que la conforman

Bandera de la Unión Europea junto a la de países que la conforman / INFORMACIÓN

Ahora bien, esta profunda convicción europeísta no puede hacernos olvidar que la construcción de Europa ha de dejar espacio para la protección de la personalidad propia, y por tanto para la capacidad de elegir sus propias políticas y recorrer sus propios caminos, de cada uno de los países que la componen. En este sentido, quisiera recordar que uno de los principios básicos de la Unión Europea -proclamado por el artículo 5 del Tratado, que es su norma básica- es precisamente el principio de subsidiariedad, que reclama que las decisiones se tomen lo más cerca posible a los ciudadanos, y los niveles superiores de gobierno sólo lleven a cabo aquellas actuaciones que los niveles inferiores no puedan desarrollar eficazmente.

"No está de más reivindicar la necesaria autonomía política de los Estados, siempre dentro del respeto a los derechos humanos y los principios democráticos"

A veces, los ciudadanos han criticado con toda razón que tengamos que estar vinculados por decisiones que se toman muy lejos, en Bruselas, y sin toda la transparencia del proceso democrático. Por ello, creo que no está de más reivindicar la necesaria autonomía política de los Estados, siempre dentro del respeto a los derechos humanos y los principios democráticos, que constituyen la base de todo el proceso de integración europea. Y, dentro de nuestro país, el principio de subsidiariedad se materializa en el autogobierno de las Comunidades Autónomas, y pienso que debería reflejarse también en el fortalecimiento de las competencias de los ayuntamientos, como administraciones más cercanas a los ciudadanos (sería oportuno, por ejemplo, que los ayuntamientos, al menos los de las grandes ciudades, tuviesen una mayor capacidad de maniobra en la configuración de sus impuestos propios, y que pudiesen establecer las bonificaciones o exenciones adecuadas a las políticas que pretenden desarrollar).

Pasado mañana, yo brindaré por Europa. Por que seamos capaces de avanzar en la construcción de un continente cada vez más unido, en el que nuestra identidad europea y nuestro sentimiento de pertenencia a una empresa común se armonice perfectamente con la personalidad diferenciada de cada uno de nuestros países, regiones y ciudades, que es lo que enriquece a Europa.