En clave electoral

En clave electoral

En clave electoral / CarlosGómezGil

Carlos Gómez Gil

Carlos Gómez Gil

El manual básico de campaña para cualquier fuerza política señala que hay que impulsar la movilización electoral machacando, una y otra vez, en la excepcionalidad del proceso que se avecina y la necesidad de que los electores acudan a las urnas. Pero, en esta ocasión, es completamente cierto. Las próximas convocatorias previstas para el día 28 de mayo a nivel local y autonómico representan una de las citas electorales de mayor trascendencia en los últimos tiempos, que sobrepasa, con mucho, la selección de los responsables políticos que gobernarán los diferentes ayuntamientos y comunidades autónomas y supera ampliamente los espacios territoriales a los que afecta.

Todas las fuerzas políticas saben que la cosa no va, únicamente, de concejales, alcaldes, presidentes de comunidad y parlamentarios autonómicos, sino que miran de reojo a La Moncloa, valoran sus opciones electorales futuras, calculan la necesidad de nuevas alianzas electorales o analizan estrategias más versátiles. Y para ello, unos tratarán de saber si sus tácticas de desgaste y crispación han sido eficaces y han hecho daño, mientras otros intentarán comprobar si el abanico de medidas desplegadas para hacer frente a la sucesión de crisis más extraordinarias vividas en décadas fueron capaces de llegar y de ser efectivas entre la población.

Las elecciones generales que vendrán a finales de año van a estar marcadas, sin ninguna duda, por los resultados obtenidos en estos comicios locales y autonómicos, sometiendo a examen algunos de los dilemas políticos actualmente sobre la mesa. ¿Cuál es el grado de desgaste del presidente del Ejecutivo y de su partido desde la pandemia hasta acá?, ¿cómo será el margen de maniobra de Alberto Núñez Feijóo al frente del PP, tras su accidentada sustitución de Pablo Casado y su cuestionado liderazgo, para poder alcanzar La Moncloa?, ¿han tenido algún coste las polémicas y controversias mantenidas entre los partidos que forman la coalición de gobierno?, ¿qué grado de dependencia tendrá el PP con Vox para llegar a la Presidencia de la nación?, ¿quién heredará los restos del naufragio de Ciudadanos?, y, por supuesto, ¿cuál es el espacio y la funcionalidad del nuevo partido político, Sumar, que quiere abrirse paso en la izquierda tras el 28M? Estos y otros interrogantes van a encontrar respuesta tras las próximas elecciones de mayo, marcando las nuevas estrategias que se lleven a cabo en los próximos meses.

Pero tampoco podemos olvidar otros muchos problemas globales que están marcando ya este período preelectoral con desafíos de una intensidad insospechada en nuestras ciudades y territorios. El cambio climático o, mejor dicho, la crisis climática se ha hecho carne y ya habita entre nosotros con sus efectos tan dañinos como unas temperaturas de récord que están pulverizando todos los registros, avanzando meses el verano, junto a una sequía que está vaciando aceleradamente nuestras reservas de agua, dañando cosechas y plantaciones, poniendo en peligro el suministro, planteando numerosos interrogantes para el campo y los pequeños municipios. Al mismo tiempo, la persistencia de la guerra en Ucrania y sus efectos sobre la inflación, la carestía de la vida y los precios de la energía, y la subida de las hipotecas se proyectan también en los ayuntamientos y comunidades autónomas, que han tenido que desplegar políticas de distinta naturaleza para amortiguar estos efectos.

Frente a ello, los partidos parecen optar por especialistas en marketing político, expertos en redes sociales y creadores de contenido que les permitan desarrollar trucos y estrategias para capitalizar la opinión pública y generar polémicas interesadas que acaparen la atención de los medios, en lugar de construir con expertos, estudiosos y ciudadanos propuestas razonadas que den respuesta a las necesidades de la gente y las exigencias de una vida mejor para todos.

El tacticismo sustituye, en demasiadas ocasiones, a la participación, al tiempo que se trata de atrapar al electorado apelando a mecanismos generadores de miedo, mediante la descalificación del contrario o, sencillamente, a través de la construcción de chivos expiatorios, tan útiles en política. ¿Dónde ha quedado la construcción del bien común en los programas electorales de los distintos partidos?

En las sociedades contemporáneas, el voto está cada vez más fanatizado, desplazando con frecuencia al territorio de la razón, a la capacidad y el respeto hacia el contrincante. El cortoplacismo se ha abierto paso como parte de las estrategias baratas de pequeño alcance que algunos despliegan, olvidando que tarde o temprano pasará factura, aunque a veces los costes los tengan que asumir los votantes. Dilemas como el envejecimiento, la desigualdad, el desempleo juvenil, el ahogo de las clases medias o el acceso a una vivienda no permiten ocurrencias ni disparates, sino medidas razonables y razonadas que la sociedad espera y necesita con ansia, con urgencia, como agua de lluvia.

Llega el momento de poder exigir con contundencia a quienes aspiran a representarnos respeto, generosidad, capacidad de diálogo, sensatez, esfuerzos compartidos, ejercicio de autocrítica, decencia política, pero también cercanía con nuestros desvelos y preocupaciones, tolerancia hacia quienes no son como ellos, no olvidar nuestras peticiones y reivindicaciones fuera de los períodos electorales, saber escuchar incluso lo que no les guste oír, rodearse de los mejores, respeto hacia las ideas contrarias, hacernos mejor sociedad, fortalecer nuestra conciencia cívica, respetar a los más débiles frente a los poderosos, voluntad de regeneración, buscar nuestra alegría y felicidad. De eso va también la política, y no solo de enumerar propuestas retóricas como si fueran ofertas de supermercado.

Cuando la política es buena, todos avanzamos y para ello se necesita que mujeres y hombres sensatos se comprometan con el interés público a través del diálogo, en una atmósfera de comprensión y respeto, algo muy distinto a lo que estamos contemplando en numerosas instituciones. Por eso es importante comprender que los períodos electorales, como en el que ahora entramos, son la antesala de nuestra capacidad para sumar esfuerzos en los procesos de cambio y mejora de nuestras vidas.

Y en eso consiste precisamente la grandeza de una democracia que, con sus amarguras y debilidades, con sus disgustos y contrariedades, es el mejor artefacto que existe para que podamos avanzar como sociedad y mejorar como personas.