En pocas palabras

Yo, peatón

Una mujer se desplaza sobre un patinete eléctrico.

Una mujer se desplaza sobre un patinete eléctrico. / Ferran Nadeu

Antonio Sempere

Antonio Sempere

Durante el corto trayecto comprendido entre mi casa en el Portal de Elche y la de mi rutina diaria (recoger las medicinas crónicas en la farmacia de guardia y de la ración de comida en el Mercadona de cabecera) voy anotando las agresiones cotidianas que sufro, que comparadas con las de hace un lustro, una década o veinte años, comienzan a ser de todo punto intolerables.

No hay día que no me cruce en ese breve paseo con varios patinetes que, libres de toda norma y al margen del mundo real, se las ingenien para sorprenderme. Los jovenzuelos que los conducen, tan seguros de sí mismos, sin casco, circulan por las aceras, se permiten surfearme como si yo fuera un palitroque, y se deslizan en dirección contraria a la del sentido de la calle. Ahora que por fin se supone que la avenida de la Constitución y la calle Bailén son vías peatonales poco importa, puesto que los indefensos peatones tenemos que andar con cien ojos. Los patinetes pueden surgir por delante, por detrás, a derecha e izquierda, así como los repartidores de cualquier especie. Del mismo modo, quien piense que la plaza de Gabriel Miró es idílica peca de ingenuo. A cualquier hora del día sus laterales están saturados de furgonetas de carga y descarga que, marcha atrás, te pueden llevar por delante. Hablo del cogollo de Alicante. Comentar lo que ocurre fuera daría para un libro del infortunio. Claro que hace nada, siendo alcalde Díaz Alperi, la plaza del Ayuntamiento, nuestra zona cero emblemática, no era más que un aparcamiento de coches oficiales (revisen las fotos de la vergüenza).

Los peatones merecemos un respeto. O se toman medidas tajantes o marcharemos expulsados.