Corona de cartón para la lideresa

Isabel Díaz Ayuso, durante la ceremonia de imposición de Medallas de la Comunidad de Madrid en los actos del 2 de mayo.

Isabel Díaz Ayuso, durante la ceremonia de imposición de Medallas de la Comunidad de Madrid en los actos del 2 de mayo. / CAM

Marc Llorente

Marc Llorente

No es que uno pretenda hablar de esta persona, pero su espíritu antidemocrático y las sandeces que administra cada día, disfrazadas de soberbia como fruto de una innata debilidad personal, obligan a hacerlo. Quieras o no. Y da vergüenza ajena. No mira nunca a la cara ni escucha a los adversarios, y solo asoma la altanera patita para tapar su fragilidad y apuntar al vecino con disparates de diverso cuño.

Malgobierna la comunidad más rica de nuestro país y la que menos invierte, por ejemplo, en educación. La segregación económica, educativa y social es uno de sus platos fuertes, y la equidad brilla por su ausencia en su territorio. Esa es la política de igualdad de oportunidades y esta es la «libertad» a la madrileña. La del clasismo educativo y la de las desigualdades sociales. Coge el dinero del cajón público y corre para obsequiárselo a las manos privadas.

Como los ricos también lloran, reparte becas a las familias con mucho dinero y regala el suelo de todos para colegios privados. O sea que los alumnos de la educación pública no abundan respecto a otras comunidades y a los países de la Unión Europea. Todo esto por una sencilla razón. El negocio y los réditos ultraconservadores de unos cuantos frente a los intereses de la mayoría, de donde, sorprendentemente, salen votos para que siga haciendo de las suyas. ¿Recuerdan los casos de corrupción relacionados con miembros de su grupo que pillaban suculentas tajadas por los centros concertados, entre otras oscuras tramas aún pendientes?

Deteriorar la educación pública y al profesorado y ensalzar la estrategia privatizadora forman parte del guion como no puede ser de otro modo en un partido con esta clase de ideales. Y ella tan contenta incrementando la financiación de las escuelas católicas, pese a que se resida, al parecer, en un Estado laico. ¿Existe alguna duda sobre para qué y quién trabaja este partido «callejero», amante de la libertad? La de algunos, claro.

Rebajas fiscales de miles de millones a los que ya tienen demasiado a costa de los demás, y desmantelamiento de los servicios públicos, que perjudica seriamente los derechos de la maltratada población y la defensa del bien común. Y con la sanidad y su modelo de privatización hay más cucharadas de la misma sopa. En resumen, dar mayor poder al que lo tiene y debilitar al resto. Por si no se han dado cuenta todavía, las urnas municipales y autonómicas quedarán abiertas el próximo 28M.

El asunto va más lejos porque la obsesión de esta señora y, con la venia, del líder de su formación política, de cuyos nombres no quiero acordarme, es derogar el sanchismo y lo realizado por el Gobierno de coalición progresista si ganan las elecciones generales de diciembre. La presidenta de Madrid, ese títere con su corona de cartón al estilo de la de Camila Parker, que ejerce su papel en el tinglado de la antigua farsa, un teatro de guiñol absurdo en el que intenta ocultar su «espléndida» gestión, esgrime un garrote de plástico con el que atiza a Pedro Sánchez. Realmente se golpea sola con su manera de hacer el ridículo, aunque tenga incondicionales que le ríen las torpezas y consiga votos.

Siente que es propietaria de aquella comunidad, por derecho divino, y transforma cualquier acto institucional en una feria barata, en un evento partidista de enaltecimiento propio y de destrucción masiva del oponente. Lo ocurrido durante la celebración del Dos de Mayo lo atestigua sin ir más lejos. La evocación de la guerra de la independencia es parte de la cruzada que mantiene contra el Ejecutivo nacional. La oposición de la compañía de tragicomedias grotescas, que lidera, según dicen, un señor gallego afincado en Génova, 13, es así. Ahí estuvo el hombre en la tribuna de la Puerta del Sol, de telonero, agachando las orejas y rindiendo pleitesía a la jefa madrileña.

Precisamente, el caballero andante de la triste figura se reunió con más de medio centenar de fiscales conservadores en la cena de un hotel, y tan amigos. Unos y otros desprestigian las instituciones. Pero es lógico que tengan una agenda B los expertos en contabilidades secretas. La cuestión era, entre bocado y bocado, plantear la derogación de las leyes más progresistas del Gobierno por si se tuviese que trasladar a la Moncloa subido a lomos de su Rocinante, con permiso de nuestra inefable lideresa. Ha hecho cosas parecidas en otros momentos y quiere seguir actuando en la sombra con este tipo de reuniones. Lo hizo con representantes sindicales de la Policía y la Guardia Civil, alentando protestas contra la reforma de la ley mordaza.

En esa lista de turbios encuentros, con fuerzas conservadoras, figuran empresarios y representantes de la sociedad civil. O ver a Abascal en alguna trastienda para no generar ruido públicamente. Sin embargo, sí les interesan los estrépitos anti-Sánchez, expandir el mal olor y las nulas nueces que siempre tienen a bien regalarnos por cortesía de la casa.