Felipe González y otros

Conforme nos vamos acercando a la fecha del 28 de mayo las conversaciones se van llenando cada vez más de contenido político. Voy a relatar la que mantuve hace pocos días con alguien al que conozco hace muchos años y con quien debería utilizar el calificativo de conocido, sin llegar al más generoso de amigo. Nos vemos de vez en cuando, pero ya eran bastantes los meses en los que no habíamos coincidido, por lo que decidimos sentarnos a tomar un café y a charlar. Tras el repaso rutinario sobre familias y personas conocidas de ambos, entramos en materia.

A ver si acabáis de una vez por todas con Sánchez. Así, bien fuerte, sin rodeos, lanzándome el reto de que le hablase sobre el presidente del gobierno, sabiendo, en mi caso es bastante notorio en los círculos en los que me muevo, que soy un firme defensor de él y de sus políticas. Entiendo que lo dices por provocar ya que si por mi fuera lo tendríamos al frente del gobierno durante años. Sí, sí, por provocar, pero algo más, ya que no nos gusta nada y querríamos que alguien como Felipe González fuese presidente, ese sí que fue bueno. Si alguien me hace una fotografía en ese momento hubiese obtenido una instantánea de un rostro estupefacto. Tardé unos segundos en reaccionar. ¿Felipe González? ¿A ti te gusta Felipe González? Porque no es eso lo que tengo entendido y si mi memoria no me juega una mala pasada no recuerdo esas palabras hace unos años en tu boca y en la de otros compañeros que opinan, y opinaban, como tú. Ya sé que es una táctica muy utilizada, alabar a alguien para denostar a otro, Felipe sí frente al malvado Sánchez.

Quiero recordarte, le dije, que en aquellos años en los que gobernaba, especialmente en las campañas electorales de 1993 y 1996, el acoso contra él fue violento, hasta cruel. El eslogan de «váyase señor González» se acompañaba de insultos y llamamientos casi al linchamiento. Quiero recordarte, y espero que no lo hayas olvidado, que alguien tan poco dudoso para vosotros, como Luis María Anson, primero dirigiendo ABC y años después La Razón, explicó el conciliábulo que montaron varios periodistas, él entre ellos, y políticos de la derecha, para acabar con la carrera política de FG. Y llegó a afirmar que en ese empeño hasta rozaron la inestabilidad en alguna institución del Estado. Bueno, bueno, no te pongas así, aquello pasó y yo hoy sigo prefiriendo al sevillano antes que al que tenemos ahora.

Sin abandonar el tema político y por cambiar algo el foco le pregunté su opinión sobre José Luis Rodríguez Zapatero. Si yo unos minutos antes me había exaltado ahora le tocaba a él. Como si le hubiese nombrado al diablo comenzó a desgranar adjetivos nada amables sobre este expresidente. Sin llegar a tanto, pero casi lo sitúa peor que a Pedro Sánchez. Como yo no recordaba haber hablado con él sobre ZP quise saber los motivos de su animadversión ya que yo creía que ser quien presidió el gobierno en el momento en el que la banda terrorista ETA anunció su fin era más que suficiente para pensar en él de forma positiva. Mi sorpresa fue su respuesta: ordenó abandonar a nuestros amigos en la guerra de Irak. Lo que para mí fue un ejercicio de coherencia y una decisión que debería enseñarse en las facultades de Ciencia Política como ejemplo de respeto a las promesas hechas, era para él una traición. La guerra de Irak contó en España con una gran contestación. El presidente Aznar se hizo la foto en las Azores y metió a nuestro país en un conflicto armado sin respaldo legal de la ONU. El candidato Zapatero prometió en la campaña para las elecciones del 14 de marzo de 2004 que si llegaba a la presidencia retiraría a nuestras tropas. Dicho y hecho.

Como todo lo anterior es algo del pasado, con ingenuidad fingida le pregunté por sus objeciones al actual presidente. La respuesta no me sonó nada original, tenemos que acabar con el sanchismo, derogar toda la legislación que ha puesto en marcha en estos años con sus socios etarras e independentistas. ¿No habíamos quedado en que ETA ya no existe? Pues no, según parece están sentados en el hemiciclo. Sigo fingiendo ingenuidad. ¿No decíamos cuando estaban enloquecidos queriendo matarnos que si dejaban las armas podrían defender con la palabra cualquier opción política? Sí, así es, me responde, añadiendo: pero no debemos pactar con ellos. Vale, decido no seguir por ahí. ¿Y Cataluña? ¿No la percibes mejor que hace unos años? Yo veo ahora al rey con frecuencia asistir allí a actos públicos con normalidad y a los ministros visitar Barcelona y otras ciudades con calma y sin incendios ni algaradas, como ocurría antes. ¿No es así? Pues sí, lo veo así, pero el precio que ha pagado Sánchez es inadmisible, les ha dado todo, es un traidor a España.

Los contras estaban muy claros. Pretendí profundizar algo en las propuestas, en lo que le gustaría que hiciesen otros presidentes, de otro color, pero le entró algo de prisa y lo dejamos. 

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