LA RIÁ

Aquella riada de 1948 en Orihuela

"...Puesto en contacto con el alcalde de Torrevieja, arribaron a nuestra ciudad 20 barcas y 60 hombres con salvavidas que se encargaron de las tareas de evacuación de zonas de la ciudad y de varias pedanías..."

Embarcaciones en el centro de Orihuela durante una de las riadas que afectó a la Vega Baja en la década de los 40 del pasado siglo

Embarcaciones en el centro de Orihuela durante una de las riadas que afectó a la Vega Baja en la década de los 40 del pasado siglo / Ballester

Antonio Luis Galiano Pérez

Antonio Luis Galiano Pérez

Casi siempre, a las inundaciones sufridas en nuestra zona se las ha bautizado con el nombre del Santo del día. Sin embargo, en la vamos a tratar creo que quedó innominada. Así que, echando mano del Santoral, bien podríamos llamarla como la de San Abercio de Hierápolis, obispo del siglo II.

Desde aquella histórica riada de Santa Teresa de 1879, Orihuela había seguido sufriendo la avalancha de las aguas del «Segral» como lo llama Gabriel Miró. Se recordaba la de 1916 y, en los años cuarenta durante tres años seguidos «el lobo» como lo denominaba el santo dominico Vicente Ferrer, según la tradición en 1411, se comió a «la oveja». Aún, no se había recuperado la ciudad y la huerta de la riada de 1946, en la que las aguas en la Catedral alcanzaron la altura de un metro, y estaba cercana la del 28 de septiembre del año siguiente.

A ella seguiría la inundación de los días 22, 23 y 24 de octubre de 1948, que para el alcalde accidental del Ayuntamiento de Orihuela, Francisco Tafalla Pastor, fue en la que se registró la mayor inundación de su historia. Un servidor la relaciona con el que creo que es el primer recuerdo de mi vida: un niño de dos años y tres meses, en brazos de un familiar en el mirador de la casa de mi abuela, quitando una borla de un visillo y arrojándola a la calle Alfonso XIII llena de agua, mientras pasaba una barca.

AQUELLA RIADA DE 1948

AQUELLA RIADA DE 1948 / AntonioLuisGalianoPérez

Es posible que el alcalde tuviera razón, pues el agua alcanzó dos metros de altura en algunas zonas la ciudad y los daños fueron similares o tal vez más que en la de 1946. De hecho, en Murcia el mayor caudal que se registró fue de mil metros cúbicos por segundo, y en dirección hacia Orihuela se vio incrementado por la aportación de las aguas del Reguerón. Orihuela, gracias a la comunicación telefónica pudo adoptar algunas medidas con antelación consiguiendo evitar que se produjeran pérdidas de vidas humanas, dando tiempo para la evacuación, sobre todo de mujeres y niños de aquellas zonas de mayor riesgo que, incluso en algunos casos se llevó a cabo en contra de su voluntad.

La primera noticia de la catástrofe se obtuvo a las cero horas del viernes día 22, por parte del alcalde de Murcia, Agustín Virgili Quintanilla, que contactó con el primer edil oriolano alertándolo. Después se comenzó a recibir datos cada cinco minutos por parte de la Confederación Hidrográfica del Segura, sobre el desbordamiento del río Guadalentín. Todo ello facilitó que por parte del alcalde se establecieran contactos con el gobernador civil de la Provincia, José María Paternina Iturriagoitia, que se desplazó a Orihuela desde ese mismo día hasta el 25 de octubre. Puesto en contacto con el alcalde de Torrevieja, arribaron a las ocho de la mañana a nuestra ciudad 20 barcas y 60 hombres con salvavidas que se encargaron de las tareas de evacuación de algunas zonas de la ciudad y de varias pedanías.

En vista de las noticias que se continuaban recibiendo, a las cinco de la mañana del día 22, se hizo sonar la campana de alarma de la Casa Consistorial para alertar a los vecinos. Las aguas comenzaron a inundarla a las ocho y por la tarde, a hombros y con agua a la cintura se celebró una rogativa portando a la Patrona de la Ciudad desde su Santuario hasta el Puente de Levante, en donde se había emplazado un altar. Hasta allí en autobús llegó el obispo José García Goldáraz, junto con el alcalde, el gobernador civil y otras autoridades, y se efectuó la tradicional bendición de las aguas y el lanzamiento del ramo de la Virgen a las mismas. Ceremonia que, al parecer, no se había repetido desde la inundación del 19 de diciembre de 1916, en que el agua llegó hasta la copa de los árboles.

Para la evacuación de los damnificados se decidió habilitar, en primer lugar los conventos de Capuchinos y de Franciscanos, aunque este último no fue necesario. Así como, el Cuartel de la Remonta que estaba ubicado en el mismo lugar donde actualmente se encuentra la Casa Cuartel de la Guardia Civil. Allí se albergaron 300 evacuados, sobre todo de las pedanías de La Campaneta y de Molins, que estuvieron al cuidado del teniente de alcalde Manuel Cañizares Isidro. Se les entregaba 600 gramos de pan al día, y lunes día 25 el menú que se les ofreció fue a base de un plato abundante de lentejas con carne a mediodía y pescado frito para la cena.

Además del socorro a las personas, desde el primer momento el Ayuntamiento dispuso de un servicio de camiones, coches y carros para el transporte necesario de personal y materiales a fin de intentar arreglar aquellas zonas del cauce, donde fuera necesario. Pero, a pesar de los esfuerzos que se realizaron para contener las aguas en dichos lugares no se logró conseguirlo.

Hasta aquí, una parte de algunas de las circunstancias que se vivieron en aquella riada de octubre de 1948, puesto que aún quedan más aspectos que trataremos en otra ocasión. De momento, pongámonos bajo la protección de San Abercio de Hierápolis, para que esta sequía que actualmente estamos sufriendo no se transforme en agua incontrolada y tengamos que recurrir otra vez al Santoral.