CRÍTICA TEATRO

Voces de mujeres en “Un segle d’abismes”

Un segle d´abismes

Un segle d´abismes / Un segle d´abismes

Marc Llorente

Marc Llorente

Un segle d’abismes

TEATRE ARNICHES DE ALICANTE

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Texto y dirección: Amparo Vayá. Compañía: Bramant Teatre.

Creer en una sociedad más justa e igualitaria nos exige una reivindicación constante y no desfallecer en la batalla diaria. La memoria histórica y el homenaje a la voz de las mujeres tienen espacio en «Un segle d’abismes», la tragicómica pieza en valenciano con texto y dirección de Amparo Vayá, representada por Bramant Teatre.

Madres e hijas de la misma familia, desde 1921 hasta hoy, y seis abismos en forma de monólogos con la lucha por la igualdad entre ellas y ellos y la evolución acontecida. La historia continúa en pie. Cada personaje representa un periodo diferente y se dirige a un interlocutor, el público, con el compromiso social de una dramaturgia abierta. Una interpreta lo suyo y las demás esperan su turno. Así sucesivamente con fotovideo al fondo del escenario.

Laura Useleti asume el papel de la tradicional plañidera que reza y no sabe leer en el ultracatolicismo de la España negra. La segunda, María Minaya, es su hija. Maestra en la República de las esperanzas frustradas. Conquistas femeninas, incorporación al mundo laboral y el derecho al voto.

María Guerra es la tercera en 1948. Habla castellano por aquello del franquismo. Época de esas labores «femeninas», ya que «empodera mucho coser un botón», según las fuerzas actuales más retrogradas. O amas de casa. El marido, los hijos y la represión tras la guerra civil. Y los luchadores por la libertad.

Mujeres que lucharon en difíciles circunstancias y los cambios y avances conseguidos en el año 2000 con la actriz Teresa Crespo. Más libres, aunque no del todo. Otra mentalidad y otras costumbres. En 2017, Ruth Lezcano, la mujer actual, y una casa familiar recuperada después del expolio de la dictadura.

La última de la generación, Laura Pellicer, es abierta, locuaz y monologuista. De todos modos, ellas lo siguen teniendo más difícil que los hombres. Todas las actrices controlan bien sus papeles y sintonizan con los espectadores. La razón se impone, pero hay cierta emotividad en un montaje sencillo y eficiente que gustó en el Arniches.