Tribuna

Lo importante en política

Aitana Mas

Aitana Mas

Nos hemos acostumbrado a interpretar la política como una sucesión de acontecimientos en los que se destaca lo llamativo, lo aparencial, lo que presuntamente «entretiene» al público, ya sean aspectos personales de los políticos y las políticas o acciones altisonantes para reclamar atención. Yo misma, inevitablemente, caigo en eso. Pero, además, no queda ahí la cosa: la política actual centrifuga a los que nos dedicamos a ella, enfrentándonos a un fuerte desgaste, a horarios infinitos que ponen muy difícil la conciliación familiar y el derecho al ocio, y sabiendo que, pese a todo, sólo se nos juzgará por los errores. Pero no debo lamentarme. Sabemos que esto es así porque, en buena medida, el mundo es así: competitivo, nervioso, agitado por las corrientes de las redes, narcisista, polarizado. Pero una cosa es no quejarse en demasía y otra renunciar a la conciencia de ese hecho y a compartirlo con la ciudadanía: la transparencia empieza por una misma.

Por todo eso, me nace decir que lo más importante en estos días electorales sería que en las campañas pudiéramos contribuir, todas y todos, a una nueva y mejor comprensión de la política, entendida como una estructura estable, permanente, regulada y sujeta a principios éticos y, por lo tanto, a límites, para mediar entre la ciudadanía y las instituciones sobre cómo alcanzar legítimos objetivos. Y no estoy inventando nada, lo que digo es bastante parecido a lo que la Constitución define como función de los partidos.

Decir esto es más o menos fácil. Convertirlo en una realidad concreta es mucho más difícil. Sobre todo para personas de la izquierda que han de combatir contra tradiciones y creencias que tienden a conservar las estructuras en las que se ata la desigualdad, la discriminación, la desesperanza. Porque lo que sea importante para la derecha y la izquierda es distinto cuando descendemos a la dura tierra que pisamos. Estos días lo comprobamos cuando recorremos plazas y calles, cuando asistimos a mítines y encuentros, y la ciudadanía, contra lo que algunos cínicos piensan, aún se acerca a explicar, a contar, a pedir. Escuchar y acompañar, entonces, forma parte de lo que es importante. No escasean, en nuestra época de incertidumbre, la soledad amarga y la incapacidad para imaginar nuevos caminos. Ponerse en ese lugar, en el «punto cero» de muchas vidas es importante, muy importante: para comprender antes que prometer.

Y ahora el lector puede preguntarse y preguntarme: ¿Y por qué he de creerla? ¿Acaso no estamos convencidos de que todo político es un mentiroso? Tal vez, pero es que la política no va solo de prometer. Para mí lo que es importante es que usted me haga esa pregunta, que hipotéticamente pueda hacérmela mirándome a los ojos, en diálogo conmigo y con la gente de Compromís. La política no va de creencias abstractas, sino de un trabajo cotidiano que, al menos en mi caso, sí puedo contarle. Lo importante es que usted me recuerde dentro de un año, o de dos, lo que me falta por hacer, los olvidos que he tenido, que me impida convertir las dificultades en algo parecido a la mentira. Ese es el único pacto que en esta época, tan complicada, podemos proponer los candidatos y candidatas.

Y, ya puestos, repito, lo más importante es la igualdad, la lucha contra cualquier forma de discriminación. La desigualdad no sólo es un mal moral y un atentado contra la Constitución y las bases mismas de la democracia: es la fuente y el espejo de todas las amenazas a la convivencia que hoy nos afectan. Lo importante es repensar el medioambiente, la construcción europea, la financiación de la Comunidad Valenciana, las relaciones sociales o de género, la devastadora pobreza infantil, desde el prisma de la lucha por la igualdad. Lo importante es no perder de vista que la sociedad se está fragmentando en torno a reivindicaciones de identidad y a agravios más o menos reales que, en el fondo, ponen en evidencia cómo la forma de la globalización, el ultraliberalismo, precisa, para su reproducción, que la sociedad se segmente, que se pelee, que no distinga lo importante de lo relumbrante pero accesorio, que olvide en las esquinas del sistema las chabolas físicas o del pensamiento.

Le voy a contar un chiste –el humor en política es muy importante-: una candidata llega a un pueblo y promete construir un puente si gana; un ciudadano le dice: «Es que aquí no hay río»; y la candidata, sin pestañear, le responde: «Pues prometo traer un río». Lo importante, en definitiva, es que usted sepa que, como ciudadano o ciudadana, usted es el auténtico protagonista de la jornada electoral, que su voto vale exactamente lo mismo que el mío. Y que por eso, por favor, le pido que, si me equivoco, durante la campaña, o luego, me recuerde que no todos los puentes son necesarios. Gracias.