EL TELEADICTO

Salvados de «Sálvame»

Paz Padilla, Kiko Matamoros y Terelu Campos en un momento de tensión en 'Sálvame'.

Paz Padilla, Kiko Matamoros y Terelu Campos en un momento de tensión en 'Sálvame'. / TELECINCO

Antonio Sempere

Antonio Sempere

Que nadie venga a blanquear Sálvame tras su anunciada defunción, que si no hay más aplazamientos se producirá el Viernes de luxe el 23 de junio. No me sirven los argumentos de que reinventó la televisión y la modernizó.

Para quien todavía no tenga claro qué es telebasura, Sálvame es un ejemplo meridiano de su existencia. Aunque el introductor del género en nuestro país fue Pepe Navarro, vía Esta noche cruzamos el Mississipi y La sonrisa del pelícano, a cada uno lo suyo. Intervenciones como la de La Veneno revisitadas a fecha de hoy causan estupor, por más que haya quien las quiera reivindicar desde ciertos sectores de la subcultura.

Pero volvamos a Sálvame. Con este formato, Mediaset inventó hace catorce años la cuadratura del círculo que Telecinco andaba persiguiendo desde su creación en 1990: una televisión endogámica capaz de retroalimentarse a sí misma en donde ya sobraba el mundo exterior. Un experimento que la cadena tenía muy avanzado desde el estreno de Gran Hermano en abril de 2000, pero que remató con una jugada maestra con Sálvame.

Ese canal comercial que, de cuando en cuando, dejaba de emitir publicidad para conectar bien con lo que ocurría en un reality o con lo que unos contertulios comentaban que ocurría en un reality, halló su piedra filosofal al descubrir que la audiencia quedaba rendida ante una serie de colaboradores del corazón a los que las cámaras seguían fuera del plató, hasta el baño o la sala Vip. Los analistas más sesudos lo definieron como metatelevisión, a Jorge Javier Vázquez le dieron un Ondas en 2009 que el presentador de la gala, Carles Francino, se negó a entregar. Los rescoldos de aquella afrenta todavía no se han extinguido.