Dame una noche

Siete cartas mexicanas

Las misivas de Roberto Bolaño al poeta Bruno Montané son entretenidísimas, alegremente desesperadas, y están llenas de información sobre el último medio año del escritor chileno en México

El escritor Roberto Bolaño, con su hijo.

El escritor Roberto Bolaño, con su hijo. / Joan Castro

Juan Tallón

Juan Tallón

Entre septiembre y noviembre de 1976, Roberto Bolaño envió siete cartas desde México a su amigo el poeta Bruno Montané, que ya había abandonado el país para instalarse en Barcelona. Pueden leerse, fotocopiadas, en la Biblioteca Nacional. Son entretenidísimas, alegremente desesperadas, y están llenas de información sobre el último medio año del escritor chileno en México.

En ellas confiesa sus deseos locos de "volver atrás (atrás es mi verdadero suicidio), a un callejón tranquilo y amable en el cual nadie me hiera y donde yo pudiera amar siempre a la niña que tú ya sabes". Se refiere a Lisa Johnson, su mayor amor mexicano, que por esas fechas había roto con él. Bolaño le cuenta que trabaja en un poema-novela en el que alude a Lisa, despidiéndose de ella. "Creo que es lo mejor que he escrito: treinta cuartillas de transgresión compulsiva a la costumbre, de autodestrucción, de narcisismo, de gritos y aullidos delgados como pestañas, de guerra contra el desamor, con el poeta fundido en los bordes de este". 

Todo apunta ya a que se marcha a Europa. El Gobierno mexicano, sospecha, no quiere extranjeros. "Bueno, ellos me pierden. Sus anémicos poetas del futuro próximo se lo van a echar en cara…". Día a día sus deseos de irse del país "crecen como serpientes asustadas de esta pureza que impera por estos barrios y que se llama lobotomía". Aunque su destino, en ese momento, no es España, sino Suecia, le pregunta a Montané con cuántos dólares al mes se vive en Barcelona. "¿Allá las mujeres aman desesperadamente a los poetas? ¿Nadie muere en la calle?", quiere saber.

Su idea es quedarse en la ciudad 15 o 20 días, y después irse otras dos o tres semanas a París y recalar en Suecia, pues tiene una visa para llegar y quedarse un mes hasta que consiga trabajo. Calcula que pasarán cinco meses hasta que pueda viajar "por esos viejos y decadentes lugares", a los que llegará "con ojeras espantosamente bellas y en la mano izquierda una botella de tequila y en la derecha un ukelele". Todo depende de la renovación de su pasaporte. Mientras "vivo-escribo-amo". 

Odios y miedos

Frustrado porque la antología poética de los infrarrealistasPájaro de calor, no acaba de salir a la venta, le reconoce a su amigo: "Me paso la poezzzía por los huevos. Nada que hacer con esta desgraciada huerfanita". Insiste en que en México no es bien visto. Demasiados odios, demasiados miedos. "Pelan a los infras a diestra y siniestra". Reconoce también demasiada arrogancia por su "esquizofrénica parte". Pese a lo cual cree que a esas alturas la "poesía chilena depende definitivamente de nosotros dos. No defraudemos a la petit vanidosa y bella". Y después están los demasiados recuerdos de Lisa que convoca Ciudad de México. "¿Sabes lo que es pasearse por una ciudad de doce millones de habitantes y no encontrar rincón donde UNO y la MUERTA no hayan estado? Es terrible".

Las respuestas de Montané tratan de hacerle ver que le será difícil entrar en Suecia, y allí reunirse, cuanto tenga dinero suficiente, con su madre y hermana, que están en Barcelona en una no muy favorable situación. Pero Bolaño se ríe de las adversidades. "Ja je ji. No creo cuando me dices que más vale realidad en la mano que mil sueños volando. Con ese criterio no se habrían escrito Las mil y una noches", le dice. Y lo anima a que le conteste si cuando aterrice en España lo acompañará a París o a Holanda. "Te comes un queso, procreas siete niños y regresas", le propone.

En cuanto a él, "ya tengo mochila, botas, chaqueta gruesa, espíritu grueso, visiones almacenadas para soportar un viaje a pata de Barcelona a Estocolmo". La realidad seguirá otros derroteros. No habrá ningún viaje a Suecia. En 1977 llega y se queda en Cataluña para vivir una ardua, lenta, inevitable conversión en leyenda literaria.