Ante las elecciones

Todos queremos una ciudad más limpia, estéticamente cuidada, urbanísticamente mejorada, progresando adecuadamente en lo comercial, lo lúdico y lo cultural

Un hombre eligiendo la papeleta de la formación política a la que quiere votar en un colegio electoral.

Un hombre eligiendo la papeleta de la formación política a la que quiere votar en un colegio electoral. / Alex Dominguez

Juan Giner Pastor

Juan Giner Pastor

Como cualquier núcleo urbano que se precie, nuestra ciudad, Alicante, respira, palpita, enferma, se repone, crece, vive en definitiva y va trazando su historia, gracias —o a pesar— de quienes la rigen en cada momento y circunstancia. Una historia repleta de ilusiones, de realizaciones, de proyectos nunca materializados y de espectaculares avances. Quienes aquí hemos nacido, quienes aquí vivimos, conocemos muy bien sus problemas, sus ventajas, sus triunfos y fracasos, sus aspiraciones y anhelos, que son también nuestros, porque participamos de ellos y, muchas veces, somos los que los causamos o los propiciamos.

Por eso es tan importante intervenir en las elecciones autonómicas y municipales que se avecinan. Y si el supremo instrumento de la democracia es votar cada vez que se nos convoca para ello, en unas elecciones municipales, además, estamos decidiendo con este voto el desarrollo durante cuatro años de lo más cercano a nosotros, de todo lo que concierne a nuestras calles, a nuestros barrios, a los elementos de nuestra vida cotidiana que, a veces, tanto nos pueden condicionar íntimamente.

Así, escuchemos con atención programas, promesas, compromisos; tengamos en cuenta hechos y realidades; separemos adecuadamente el grano de la paja; meditemos, reflexionemos sin apasionamientos e, incluso, propongamos posibles ideas por si se pudiesen llevar a la práctica.

Por ejemplo, como no es ninguna temeridad afirmar que Alicante carece de un rico patrimonio monumental, ya que a lo largo de su historia más pretérita o reciente mucho se ha destruido, sería muy conveniente no actuar a la ligera cuando se hayan de acometer proyectos en ciernes con miras a no volver a eliminar edificios que hubiesen podido tener la función de albergar museos enriquecedores de nuestro depauperado panorama cultural. Y estoy pensando en el museo que hubiera podio cobijar la desaparecida Comandancia de Marina, en el buen teatro-auditorio que habría podido ser el desaparecido cine Monumental, con su magnífica fachada, edificio del arquitecto Juan Vidal, a quien tanto debe Alicante. Y pienso que la Audiencia Provincial, cuando alguna vez se termine la Ciudad de la Justicia, podría ser también sede museística. Porque hay elementos para crear el Museo de Ciencias (ahí están los fondos históricos del Instituto Jorge Juan), el Museo del Cine (legado Huesca), el Museo de la Ciudad, el Museo de Pintores Alicantinos (Baeza, Castelló, Pérez Gil, Soler… y sobre todo, Emilio Varela), siendo imprescindible encontrar una nueva ubicación para ampliar el Museo de Belenes, que tan buena acogida ha tenido desde su creación en 1997 y sobre el que varias ubicaciones se han estudiado, bien lo sé, incluso con planos redactados, sin que nada fructificase, aunque miles de visitantes tiene todos los años, llegados de los más variados lugares, pues en los libros de firmas del museo se recogen admirativas dedicatorias de visitantes de todas las provincias españolas y de Albania, Alemania, Argelia, Argentina, Australia, Austria, Bélgica, Bielorrusia, Brasil, Bulgaria, Canadá, Colombia, Corea del Sur, Cuba, Chequia, China, Chipre, Dinamarca, Ecuador, Egipto, Escocia, Eslovaquia, Eslovenia, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Gabón, Grecia, Holanda, Hungría, Inglaterra, Irán, Irlanda, Islandia, Israel, Italia, Japón, Lituania, Marruecos, Méjico, Noruega, Paraguay, Polonia, Portugal, Rumanía, Rusia, Suecia, Suiza, Suráfrica, Uruguay y Venezuela.

Todos queremos una ciudad más limpia, estéticamente cuidada, urbanísticamente mejorada, progresando adecuadamente en lo comercial, lo lúdico y lo cultural. Todo queremos el Alicante perfecto que, por supuesto, nunca será, pues las ciudades jamás se acaban, ya que ello significa que están vivas. Tan viva, activa y próspera como espero que Alicante continúe tiempo y tiempo, mucho tiempo después de que nosotros ya no estemos.